Teatro

A moverse, majetes

Portulanos

14 diciembre, 2006 01:00

por Ignacio García May

"Si recuerdas la Movida es que no estuviste en ella". He escuchado esta sandez en un anuncio, recientemente. Pero yo estuve allí y voy a contarlo. Aquello empezó, básicamente, porque la gente estaba hasta el oncos de la solemnidad del franquismo, y del posfranquismo, y del protoposfranquismo, porque mira que eran pesados y aburridos todos, y quería un poco de juerga, así que se cambió el Glorioso Movimiento por la Humilde Movida. Coincidió que había entonces en Madrid un alcalde muy propenso al chascarrillo, que impresionaba mucho a la gente porque hablaba en latín y ya saben ustedes lo de Divinas palabras. Decía muchísimas tonterías, tanto en latín como en español, pero el tío se metió a la gente en el bolsillo el día en que invitó a la juventud a emporrarse, con dos cojones. Recuerde el atento lector que por entonces Mick Jagger no se había pasado aún al Aquarius ni a la leche desnatada y las tostaditas integrales, con lo cual estas cosas se veían bien. En realidad no fue mal del todo mientras el sarao se mantuvo en aquel primer impulso hacia el honesto y feliz cachondeo. Pero de pronto, un día, les dio a todos los héroes de la Movida por tomarse en serio a sí mismos, se pusieron en plan artista mesiánico, y empezaron a decirnos a los demás cómo teníamos que vivir y lo que estaba bien y lo que estaba mal. No le he hecho caso en esas cuestiones ni a mi padre, así que figúrense ustedes lo que se lo iba a hacer a eruditos como Alaska o Santiago Auserón. En el teatro la cosa fue más leve, porque coincidió con que llegaban a Madrid grandísimos nombres del teatro mundial y apenas quedó espacio para tonterías. Aún así llegaron a colarnos un engendro que se llamaba La reina del Nilo, o similar, con dramaturgia de Moncho Alpuente, que costó muchísimo y no fue nadie a verlo, y otro llamado Los abrazos del pulpo, que lo mismo. No veo yo que la gente se pegue por reponerlas en la Comedie Française. Aquí, tampoco.