Teatro

Alternancia

Portulanos

11 enero, 2007 01:00

Sin ánimo alguno de entrar en polémica, quisiera añadir aquí algún comentario al bello y sereno elogio dedicado por Anson en estas páginas al teatro alternativo. Doy fe de que su figura llamaba la atención en los tiempos en que aquellas salas eran consideradas marcianas, no ya por los informadores, sino también por muchos de los profesionales considerados como "importantes". Es cierto que una ciudad culturalmente equilibrada necesita un buen tejido de espacios alternativos, y también que, por lo menos en Madrid, algunos de ellos han insuflado un auténtico e indispensable vendaval de frescura a un teatro que tendía al aburrimiento. Con independencia de los gustos personales no tengo sino elogios y admiración hacia gestiones ejemplares como las que, por poner un ejemplo, han hecho Javier Yagöe en la Cuarta Pared, o Juan Muñoz en la Pradillo, espacios que empezaron siendo lejanos e inhóspitos y hoy son ejes insustituibles de nuestra cartografía teatral. Pero yo no quisiera olvidar que lo alternativo se fomentó aquí desde ciertas instancias políticas para crear un gueto en el que encerrar a toda una generación que, de otro modo, hubiera tomado al asalto, como era su derecho, los espacios públicos y los privados, reservados, durante años, a una minoría autopromocionada y muy poco propensa a compartir pasteles. Dicho de otro modo, lo alternativo se impuso aquí para impedir la alternancia. Afortunadamente el talento no se deja encerrar, y gente como Yagöe, como Pedrero, Vasco, Ripoll, Pallín, Mayorga, Liddell, Pascual y tantos otros dinamitaron, por sus propios medios, y no porque el sistema lo promoviese, las fronteras que se les había impuesto para salir al mundo. Tampoco olvidemos que ese alternativismo obligatorio ha supuesto una entronización del amateurismo en el peor sentido del término: cualquiera puede hacer cualquier espectáculo en nombre del democratismo populista tan de moda y que tanto se confunde con la democracia, llenando el mercado de espectáculos irrelevantes que provocan una peligrosísima inflación teatral.