Teatro

Nostalgia de la revolución

Helena Pimenta y Jose Manuel Castanheira estrenan en Madrid A filha rebelde

24 mayo, 2007 02:00

escenografía de josé manuel castanheria para a filha rebelde

La directora española Helena Pimenta y el escenógrafo portugués Jose Manuel Castanheira se presentan hoy en Madrid con A filha rebelde. La obra es una producción del teatro Dona Maria II de Lisboa que encantará a los nostálgicos de los años 60 con la vida de Annie Silva. ésta, hija de un alto cargo de la policía lusa, cambió casa y familia por el sueño revolucionario.

Esta noche se estrena en el Teatro de Madrid A filha rebelde, producción del Teatro Dona Maria II de Lisboa, que ha dirigido Helena Pimenta con escenografía de Jose Manuel Castanheira. Se trata de un ejercicio de teatro documental en el que se van a ver retratados muchos de aquellos que en los 60 soñaron con entregar su libertad y su bienestar por la revolución. La historia de Annie Silva Pais, reconstruida por los periodistas José Pedro Castanheira y Valdemar Cruz, fue uno de los éxitos editoriales hace apenas un lustro en Portugal, además de procurarle a sus autores el premio Gazeta 2002, el galardón periodístico más importante en el país vecino. Los periodistas investigaron a la hija del último director de la policía salazarista, casada en 1962 con el embajador suizo en La Habana, y que abandonó su cómoda vida para lanzarse al vértigo de la revolución castrista y colaborar hasta el final de sus días como una eficaz propagandista de las dictaduras comunistas (Corea del Norte, Nicaragua, Zimbawe, Moscú). Frente al desinterés y el aburrimiento que le producía la política portuguesa, Annie Silva se dejó atraer por el espíritu optimista y novedoso que animaba a la incipiente revolución cubana. Conoció al Che Guevara, se separó del marido diplomático, rompió con su país, se convirtió en la traductora oficial de francés de Fidel Castro y murió en Cuba prematuramente, a los 54 años. Y nunca llegó a reconocer, -como tantos otros idealistas de la izquierda- que el espíritu revolucionario, con contadas excepciones, se malogra, olvida su esencia y se pierde o se transforma por el camino en el monstruo de la tiranía.

Pimenta, sin embargo, ha optado por evitar cualquier intencionalidad política en su puesta en escena, apostando por contar la vida de la mujer desde un punto de vista romántico. La directora la presenta como una heroína que abandona el lujo por un ideal, evitando así una reflexión sobre el Portugal salazarista o la Cuba comunista. Con dramaturgia de Margarida Fonseca, iluminación de José Carlos Nascimento y figurines de Ana Garay, la obra se organiza en pequeñas escenas que trasladan a la protagonista al Portugal y a la Cuba de aquellos años. Esta estructura dramática casi cinematográfica, con muchos cambios de escenas, y que incluye una orquesta en directo y un pequeño cuadro de bailarines, ha sido el principal escollo que el escenógrafo Castanheira ha tenido que resolver. "Me ha exigido crear una estructura base, un juego de puertas que rápidamente conducen a los distintos ambientes. Luego he diferenciado aquellas que ocurren en Portugal y en Cuba. Y como he vivido estas épocas y he estado también en Cuba, mi pretensión ha sido reproducir el clima, la luz, los tonos" en una escenografía que adquiere, como es habitual en sus trabajos, una dimensión pictórica, donde manchas, texturas y colores se alteran con el juego de luces.

El dramaturgo del espacio. Resulta curioso comprobar cómo ha cambiado en poco más de 30 años la percepción de la labor del escenógrafo en nuestro país. Antes, lo habitual era confundir la labor del escenógrafo con la del decorador. Siendo como es un oficio al servicio del teatro, el escenógrafo ha tenido voz propia allí donde ha habido un buen nivel teatral. Afortunadamente para la escena actual, hoy podemos hablar de Jose Manuel Castanheira porque no solo es uno de los creadores más originales en su oficio, también porque su intervención suele contribuir a multiplicar las lecturas de las obras en las que participa, lo que le ha valido que algunos críticos y directores le hayan definido como ‘el dramaturgo del espacio’.

Castanheira concibe su labor como una aportación original, sin romper el discurso del director y del autor. Arquitecto de formación y también pintor, el creador portugués jamás ha hecho un decorado naturalista o realista, ni siquiera en los inicios de su carrera. A Castanheira le interesa la esencia de la obra, hacer una creación escenográfica que apoye esa idea. Por eso rechaza telones o decorados para optar por volúmenes y estructuras tridimensionales en los que la luz tiene un valor decisivo. Romper con el escenario a la italiana es otro rasgo que define su estilo. Al principio, en los años 80, sus escenografías parecían casi instalaciones, le encantaba experimentar con edificios antiguos o que iban a ser demolidos. Tío Vania, la obra que le dio fama en su país, fue ideada para un edificio decimonónico que iba a ser derruido al poco de las representaciones de la obra de Chejov. Su Rey Lear fue excavado literalmente en un teatro que se encontraba en muy mal estado y poco importaba perforar el escenario. Pero esta constante preocupación por romper con la cuarta pared no siempre es posible. En el caso de A filha rebelde, Castanheira se ha adaptado al magnífico escenario a la italiana del Dona Maria con una creación sencilla y limpia que se presentará en un espacio similar como es el del Teatro de Madrid.

Ciclo español. La relación de Castanheira con España es muy fluida. El escenógrafo ha trabajado con una decena de directores, entre los que figuran desde Ricard Salvat, a Juan Carlos Pérez de la Fuente, Rosario Ruiz, Sergi Belbel, Eugenio Amaya, José Sanchis Sinisterra o el coreógrafo José Antonio. Además de su faceta como escenógrafo, desde el pasado año es director artístico del teatro Dona María II de Lisboa, cargo que comparte con Carlos Fragateiro. Ambos quieren darle al teatro público de Lisboa una dimensión internacional para lo que han preparado una serie de colaboraciones con dramaturgos españoles. Entre ellos figuran Sanchis Sinisterra, que imparte un taller de dramaturgia sobre inmigración, y Ana Zamora, que hará otro sobre Gil Vicente. Con la directora española también trabajará en una nueva producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que estrenará una obra del escritor fronterizo Gil Vicente. Aunque antes, el próximo diciembre, será el momento de In nomine Dei. La obra, sobre un texto de Jose Saramago, es una producción del Centro Andaluz de Teatro que contará con dirección de José Carlos Plaza y escenografía del propio Castanheira.

J. M. Castanheira. Escenógrafo

"Siempe he buscado romper con la cuarta pared"

Jose Manuel Castanheira (Castelo Branco, 1952) ha colaborado con una decena de directores españoles como escenógrafo. Su primer trabajo en nuestro país fue O incerto Señor Don Hamlet, que dirigió Ricard Salvat en 1991; luego destacaron la apabullante nave de San Juan, dirigida por Pérez de la Fuente, o la Elektra de Eugenio Amaya. En 1999, hizo su primer ballet, con una Carmen del Ballet Nacional de España.

-¿Cómo es su primera aproximación a la obra que debe escenografiar?

-Siempre pretendo extraer la esencia de la obra y saber lo que el director quiere contar. Una vez que lo sé me voy a casa e intento hacer una aportación que apoye las ideas del director. Y este concepto de mi trabajo es independiente de la idea preconcebida del director sobre la escenografía.

-¿Rechaza los decorados?

-No tiene sentido hacer ilustraciones, se han hecho desde hace siglos. El espacio tiene que crear ambientes, y la escenografía, que es una propuesta artística como las demás, debe dialogar con la forma o la idea que tiene el director, tiene que ser orgánica.

-¿Qué le molesta tanto de los escenarios a la italiana?

-Me resultan incómodos y creo que esta sensación tiene que ver con mi visión ética, política y social de cómo me siento en ellos. En los años 80, después de una etapa de experimentar con el espacio, el distanciamiento con el público que me producían los teatros a la italiana era brutal. Con el tiempo entendí su sentido histórico, es una herencia fantástica que permite una maquinaria extraordinaria pero que plantea muchos problemas sobre todo el de la relación con el espectador. Por eso, durante muchos años, en mis espectáculos siempre he buscado romper con la cuarta pared.