Image: Laila Ripoll

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Teatro

Laila Ripoll

“Lo bueno de los clásicos es que nunca alteras su esencia”

28 junio, 2007 02:00

Laila Ripoll. Foto: Antonio Martínez

El estreno mañana de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla Del rey abajo, ninguno es uno de los platos fuertes del Festival de Almagro que celebra su 30 edición. El montaje, una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuenta con dirección de Laila Ripoll, con quien ha hablado El Cultural sobre el montaje y el teatro barroco.

La Compañía Nacional de Teatro Clásico conmemora los 400 años del nacimiento de Francisco de Rojas Zorrilla con el estreno de su obra Del rey abajo, ninguno. El texto más famoso del autor plantea, aunque de manera diferente a las de Lope de Vega y Calderón, el tema del honor y la obediencia al monarca absoluto. Laila Ripoll, directora del montaje, ha cambiado al rey original de Rojas Zorrilla, Alfonso XI, por Felipe IV en el presente montaje, con el que la directora de la exitosa Barcelona, mapa de sombras vuelve a los clásicos.

-¿Cómo lleva la vuelta al verso?
-No es tanto tiempo, tres años sin dirigir clásicos no es nada, no es regresar de ningún sitio. Sobre todo teniendo en cuenta que clásicos es lo que más he hecho en mi vida, lo que más me gusta y mejor comprendo.

-¿Por qué le gustan tanto?
-Porque tuve la suerte de tener unos buenos maestros, como María Jesús Valdés, Juanjo Granda, Josefina García Aráez, que me enamoraron de ellos. Siempre me han interesado mucho por la carga, la carne que tienen detrás, soy una fanática de Lope. Con él empecé, con él sigo. Mientras hay quien lee cómics, yo prefiero una obra de Lope por la noche para desengrasar, que es una tara que tengo como otra cualquiera.

-¿ Y por qué lo ‘traiciona’ ahora y lo cambia por Rojas Zorrilla?
-Ha sido un encargo, entre comillas, de la Compañía, porque era un texto que yo ya tenía seleccionado, incluso trabajado anteriormente. Tiene cosas que me apasionan, esa dualidad entre el campo y la ciudad o los contrastes del barroco. Luego permite explorar mucho la teatralidad del siglo XVII y reconstruir un poco lo que era el teatro barroco, cuando era la fiebre nacional. Me apasiona intentar descubrir por qué textos como Del rey abajo desataban esa fiebre, esa pasión, que creo hemos encontrado.

-¿Qué les llevaba al teatro?
-Desde nuestra perspectiva de teatreros del siglo XXI, pienso que debía haber una gran sinceridad en el escenario, donde se dejaban el alma y daban todo por una obra. Había unos grandísimos actores, que lo mismo cantaban, tañían, bailaban o hacía malabares para dar al espectador lo que esperaba. En una representación le hacían reír, divertirse, temblar. Y luego estaba esa capacidad de riesgo que el teatro ha ido perdiendo. Esa sensación, como la del trapecista en el circo, de ponerse en peligro que hace temblar al público y pensar que no es posible que todo salga bien, que en algún momento se equivocará y pasará algo. Es lo que hemos pretendido recuperar y creo que hemos conseguido.

Aroma de corral y de corte
-¿Cómo lo consigue en un tiempo en que el espectador tiene la televisión y el cine al lado?
-Con un elenco impresionante, capaz de tirarse a la piscina para cantar, bailar, hacer acrobacias y lo que sea. Eso yo creo que se nota. Hemos intentado hacer una reconstrucción espacial, muy estilizada de lo que pudo ser un teatro barroco. De conservar el aroma del teatro de corte -donde iban vestidos de manera fantástica aunque no tuvieran para comer- que no tenía nada que ver con el de los corrales, donde la gente se divertía de manera más golfa y tiraba pepinos a los cómicos si la obra no le gustaba.

-¿También quiere recuperar el lanzamiento de pepinos?
-Si no le gusta, si hacemos mierda, yo agradecería al público que nos tirara algo. Si en una obra no hay compromiso ni profesionalidad, nos merecemos que tiren lo que sea, siempre que no provoque sangre.

-Como usted suele decir, es el teatro el que da alas y no Red Bull...
-Yo creo que sí, tiene que conmover, emocionar, sacudirte, revolverte las tripas. Ya sabemos que el teatro no sirve para cambar el mundo, que no sirve para nada. El único objetivo de los que hacemos teatro es que el espectador no salga igual que ha entrado, que algo único e irrepetible le suceda durante ese tiempo de representación. Ese es el sueño de los que dedicamos a esto.

-Antes hablaba antes de las paradojas del barroco
-De las dos caras del espejo que es lo que lo hace interesante. Y de las del texto, que es una historia de amor que por condicionamientos sociales está condenado a la tragedia. Eso ocurre por lo que la sociedad espera que hagan los personajes, que les conduce a contradicciones permanentes, al amor y la muerte, al honor pero con muerte, al amor enfrentado al honor. Sin olvidar la grandeza de nuestro teatro, lleno de escenas terribles a las que siguen otras muy graciosas que te relajan, pero te dejan con las defensas bajas para la siguiente, que otra vez es terrible.

Medrar en la sociedad
-¿A que se debe esa fijación, tan española, con el honor que tenían?
-No sé, los especialistas no se ponen de acuerdo. Pero más que sobre el honor, es una obra sobre la monarquía. Y más en concreto sobre el rey. Lo que supone una dificultad a la hora de afrontarla, porque habla de una monarquía absolutista cuando nosotros vivimos con una que no tiene nada que ver. En realidad, Rojas, por la necesidad de medrar tan grande que tenía debido a sus orígenes, parece que judíos, escribía estos textos tan tremendos para medrar en la corte y en la sociedad. Del rey abajo no es una obra valiente, como las de Lope, en las que se habla del honor, pero se tacha al rey de injusto. Aquí no, aquí el rey queda incólume, es buenísimo, y los que le rodean son los malos. Yo supongo que hay mucho de política en los textos y mucha ambición personal en los autores.

-Una especie de agit prop...
-Sí, supongo que hay mucho de política en los textos. El rey es poco menos que Dios, lo que pasa es que como entonces no se había inventado la psicología y no existía el psicologismo teatral, hacían unos textos tan abiertos que puedes hacer con ellos lo que quieras sin alterar en absoluto su esencia. Que en 2007 puedas contar cosas escritas de 1650 sin alterar nada, es una de las cosas maravillosas que tienen los clásicos.

Numancia japonesa

El Festival de Teatro Clásico de Almagro comienza esta noche con la entrega del premio Corral de Comedias a Norma Aleandro. La actriz argentina devolverá la distinción con la representación, mañana y el sábado, de Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor, una colección de soliloquios en los que interpreta textos propios y de autores clásicos y contemporáneos. Luego llegarán diversos estrenos, entre los que figura el curioso debut en el festival de Ksec Act. La compañía japonesa se presentará en Almagro con la Numancia de Miguel de Cervantes, una obra poco visitado por las compañías españolas, pero que fuera cuenta con seguidores convencidos de la vigencia de un texto que relata la muerte de sus habitantes ante el sitio romano de la ciudad. Las funciones tendrán lugar los días 2 y 3 de julio en el Teatro Municipal.