Image: Calixto Bieito y Lluís Pasqual

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Teatro

Calixto Bieito y Lluís Pasqual

Mérida y Grec acogen los estrenos que, con textos de Esquilo y Goldoni, montan los dos directores

26 julio, 2007 02:00

Foto: Alberto Cuellar / Carlos Miralles

Dos maneras de entender el teatro y los clásicos protagonizan esta noche la escena española. Por un lado, Lluís Pasqual debuta en el Festival Grec tras su estreno absoluto de la semana pasada en Venecia con la obra de Goldoni La famiglia dell’antiquario; por el otro, Calixto Bieito llega por primera vez al Festival de Mérida, donde se presenta con Los persas. El montaje es una versión muy libre de la tragedia de Esquilo que contrasta con la más fiel al original de Pasqual. El Cultural ha hablado con los dos sobre su visión de los clásicos.

Calixto Bieito y Lluís Pasqual son de los pocos integrantes de la farándula española que tienen proyección internacional. Ambos directores trabajan habitualmente en el extranjero, como pasó la semana pasada con Pasqual, que estrenó en Venecia la obra de Goldoni La famiglia dell’antiquario, o en el caso del primero, que para comienzos de la temporada próxima estrenará un par de obras de teatro en Alemania y Noruega. Los dos comparten este verano el estreno de textos clásicos, que enfocan y presentan de manera diferente, incluso opuesta en algunos conceptos.

Bieito, que deja claro desde el principio que Las persas. Réquiem por un soldado no es "una adaptación de la tragedia de Esquilo, sino una versión muy libre reescrita casi del todo con Pau Miró", parte de la propia obra, del creador y de las circunstancias del momento en que la escribió para llevarla a la escena. "Intento entender lo que el autor quiso expresar. Yo lo que sé es que empiezo traduciendo lo que escribió ese señor y lo que quería explicar al público. Nunca comienzo buscando la forma que voy a dar a la obra. Por eso busco el contexto, la repercusión que tuvo, el mensaje último de la obra, los que están ocultos en las diferentes capas de la obra. Es a partir de ahí cuando realmente puedes hacer tu trabajo, que hay que desarrollar en solitario, como si estuvieras en una universidad. Esto significa que primero hay que entenderlo y luego ya puedes volar, con tus conceptos y la plástica".

Pasqual ve las cosas de otra manera. Para el director, "no existen fórmulas para hacer clásicos", sino que al montar uno de estos textos ocurre como con "la tortilla de patata, que cada uno la hace de una manera diferente partiendo de unos ingredientes tan sencillos y simples como son la patata y el huevo", continúa. El resultado depende de lo que se haga con lo que se tiene entre manos. "Puedes utilizar ese material hasta acercarte a lo que quería provocar el autor, que ha quedado mediatizado y con una capa de polvo encima a lo largo del tiempo, o acercarlo a tu tiempo, sin forzar el discurso del autor". Pero, recalca, "no hay una fórmula única porque hasta lo que sirve para un autor y una obra, puede no ser una verdad para otro texto, aunque sea del mismo autor. Yo digo a los actores que somos los intérpretes de una partitura, escrita con unos caracteres determinados, que contiene unos sentimientos que hay que escuchar y transmitir. Si es romántica, de manera romántica, pero sí no es así , tenemos que hacerla de otra forma". En el caso de La famiglia…, Pasqual ha optado por hacer nueve escenas de otras tantas épocas, que empiezan en 1780 y acaban en 2007. Entremedias los actores usan 60 trajes y hacen nueve cambios totales de vestuario, pero que "en realidad, es el mismo traje que va evolucionando como si no hubiera cambiado nada. Como ocurre con la escenografía, que gira sobre una pared que tiene la misma pintura". Con estos leves cambios, el director se mete en una obra que, reconoce, a primera vista parece "un auténtico aburrimiento que no cuenta nada, la clásica pelea de toda la vida entre una nuera y su suegra". Pero que, según, se avanza, deja traslucir "una comedia deliciosa que actúa como una tela de araña que atrapa de manera sencilla y liviana".

Una soldado en Afganistán
Esa dulzura saca a la luz, según Pasqual, a "un señor como Goldoni, que mira al mundo con una sonrisa pero muy en serio. Y que en esta obra, como ocurre en Las bodas de Fígaro o en El jardín de los cerezos, habla con mucha comicidad de los problemas de la sociedad en la que vive, retrata la aristocracia decadente que se hunde ante la indiferencia del mundo y el destino de la burguesía". Aunque para ello se viera concernido a trasladar la trama de la obra a "Palermo, porque en la Venecia hipócrita en que vivió, no podía desarrollar La famiglia...". Pero que, a pesar de todo, "rezuma Venecia por todas partes y consiguió dejar a todos contentos, porque los espectadores de entonces disfrutaron con una obra que les retrataba sina que ningún personaje coincidiera con la realidad".

Esquilo y Bietio no tienen ese problema. El director lleva la obra a la época actual, al Afganistán donde está el ejército español hoy en día. Ese cambio de época le permite trazar mejor el cuadro de un texto que, asegura, es "de rabiosa actualidad". Para el director, el autor describió perfectamente la guerra, tal vez porque el propio Esquilo participó en la contienda que dio origen a Los persas. "La obra contiene los tres tópicos fundamentales de la guerra, como son el fatalismo, el presagio-sueño y la enumeración de los muertos, que al tener nombre y ser conocidos, son más muertos".

El material le pareció excelente a Bietio para echar " una mirada sobre la guerra y los que la hacen, los soldados. También sobre el dolor, la pérdida y el sentimiento atávico de matar al prójimo". Por eso hizo una versión muy libre de la tragedia de Esquilo que -medio hablada y medio cantada por el coro que ahora es una banda de música llamada Los Persas- cuenta el panorama de un ejército en pleno frente de batalla. Y al que también ha cambiado los personajes del reparto, que en esta ocasión capitanea una soldado. "Los ejércitos tienen cada vez más mujeres. Aparte de que me apetecía mucho trabajar con Natalia Dicenta, me pareció muy espectacular y especial que la protagonista fuera una joven perdida, no un hombre, que encuentra un camino en el ejército". Al personaje le da réplica un Roberto Quintana, el padre antimilitarista de la soldado, que observa perplejo y sentado entre el público el comportamiento de una hija que tiene toda la "fuerza y convicción de los que se sienten inmortales". Como lo son los clásicos, que a pesar de los siglos pasados desde que fueron escritos, aún hoy son capaces de atraer a tantas personas.

Para Bieito, la clave está en que continúan connmoviendo con lo que dicen. "Son como un espejo nuestro ante el que podemos vernos y ver el momento que nos rodea". Estos autores, además, "ofrecen la capacidad de reinventarlos continuamente, lo que es una ventaja", continúa un director con muchos textos de otros siglos, a los que siempre ha aportado su propia y polémica mirada. Pero que no tiene de sí esa visión. "No tengo la sensación de ser un renovador, nunca he pretendido hacerlo con los clásicos, simplemente intento hacer historias para mí, para la gente que me rodea y el público de hoy", adelanta. Bieito parte de la base de que "nadie hace los clásicos como se hacían cuando el autor escribió la obra. Todo el mundo lo está cambiando algo aunque diga que no, siempre se cambia porque, no se puede hacer Mozart como él quería. Me hace gracia los que dicen que hacen los clásicos de manera fiel, eso es una falacia".

A juicio de Pasqual, la mejor demostración de la vigencia de los clásicos la encuentra en la respuesta del público. Como ejemplo cita la reacción de los asistentes al estreno de la obra la semana pasada en el Teatro Stabile de Venecia, la semana pasada, en el estreno de la obra en Venecia. "Todo resultó muy vivo, tanto en el escenario como entre el público. Los recursos de comicidad que creó Goldoni funcionaban el otro día igual que como debieron hacerlo hace siglos. Shakespeare, Calderón, Lope y Goldoni -no hay muchos más clásicos auténticos - nos han retratado muy bien y, con palabras bellísimas, nos dicen cómo somos".

Entre vivos y muertos
Ese es uno de los motivos que exige Pasqual para montar un texto, sea clásico o no. El director necesita que el texto le enamore, sin importar fecha ni lugar de nacimiento. "Para hacer una obra, tengo que tener la necesidad de enseñársela a alguien y que me ofrezca algo nuevo. En el caso de La famiglia... estaba también la posibilidad de trabajar en su lengua original. Ha sido todo un placer trabajar en italiano y veneciano, que es el idioma que hablan los personajes populares".

El acercamiento de Bieito a una obra es distinto. El director piensa que para aceptar un texto han de darse "una mezcla de cosas muy subjetivas, intuitivas, muy relacionadas con el momento personal. Mis tres últimos espectáculos han tenido que ver con la frontera entre los muertos y vivos, algo que no está muy claro. Tal vez es porque desde que murió mi padre, hace cuatro años, sueño mucho con él vivo. Me interesan esos textos aunque no hablen exactamente de eso. En Plataforma, la verdad, sus personajes estaban todos muertos. Aquí es un Réquiem, un oratorio rock sobre soldados, víctimas civiles. No soy pacifista, pero odio la guerra y la cosa militar. Me asusta".

Para ambos, hacer estos montajes ha supuesto una experiencia nueva, de una manera u otra. Pasqual ya había dirigido una obra de Goldoni y también ejercido como responsable de la programación escénica en la Bienal de Venecia, pero jamás había montado una obra para representarla en Italia, menos de un autor tan importante, y en dos de las lenguas de ese país. Por eso, estrenar La famiglia dell’antiquario en Venecia era una oportunidad que el director no podía rechazar por mucho reto y dificultad que conllevara.

-Pasqual: Al principio me parecía como ir a Valencia y pretender enseñarles a hacer paella, pero luego he disfrutado mucho. Es una maravilla hacer Goldoni, un autor que no hacía desde hace mucho tiempo, en Venecia, una ciudad en la que como no hay coches ya te pones de buen humor. Y si además estás por una obra de Goldoni, que es una terapia fantástica, porque todos los días en los ensayos nos tirábamos dos o tres horas al día riéndonos… Ha sido un placer inmenso que pasa pocas veces en la vida.

-Bieito: "Me siento cómodo dirigiendo y debutando en un sitio como el Teatro Romano de Mérida. Me gusta ese componente de siglos, de muertes, de fantasía que alberga el teatro, y me parede un buen marco para un Apocalipsis bélico como el de Los Persas ".

Sobre la última polémica que ha surgido en el Teatro Real, donde una cincuentena de aficionados se han dirigido a los patrocinadores del coliseo protestando por dos montajes exhibidos esta temporada -uno de los cuáles, Wozzeck, fue dirigido por Bieito- ninguno quiere entrar. Ni siquiera el aludido por la denuncia, que no piensa responder a sus acusadores. "Nada, no pienso nada. Es que no tengo opinión", dice de manera clara Bietio. Y no menos rotundo es Pasqual en su respuesta: "Sobre eso no pienso, son sandeces en las que no hay que perder ni un segundo".

Precisamente, la ópera es un campo artístico en el que van a coincidir próximamente los dos directores. Para la temporada 2007-08, Pasqual aún no tiene concretados del todo los montajes teatrales en los que se embarcará, por lo que de momento sólo anuncia los proyectos líricos en los que trabajará en el futuro. Estos son la Tristán e Isolda estrenada hace tres años en la ciudad de Nápoles que viajará hasta el Teatro Real de Madrid y un nuevo montaje de ópera, el de Il Prigionero de Luigi DallaPiccola que estrenará en el Palais Garnier de París el mes de abril del año que viene.

Caballero en la Gran Vía
Con Pasqual coincidirá Bieito, ya que estrenará en Alemania una obra de Wagner. Tras dirigir El holandés errante, sus trabajos diferirán de los de Pasqual, pues tiene previstos varios proyectos teatrales. El primero, y tal vez más complicado, es la escenificación de Tirant lo Blanc que estrenará en Berlín después del verano. Aunque el director no lo considera así. "Después de hacer Plataforma, no temo llevar a escena una novela como ésta, una obra que es una gran desconocida a pesar de ser una de las grandes, como Madame Bobary o Crimen y castigo". De su idea sobre la traslación al teatro de la obra de Joanot Martorell, no quiere revelar mucho. Tan sólo adelanta que el montaje comenzará con "el caballero, montado en un caballo blanco y con armadura blanca, por la Gran Vía madrileña", una imagen que la emparenta con el inconcluso Don Quijote de Orson Welles. Y para más adelante, dirigirá la obra de Henrik Ibsen Brand, un encargo para el Teatro Nacional de Oslo que hará en noruego y con actores del país nórdico.