Teatro

La llamada del teatro en verso

Blanca Oteyza y José Pedro Carrión hablan del atractivo de los clásicos

20 septiembre, 2007 02:00

José Pedro Carrión. Foto: Sergio Enríquez

Una, Blanca Oteyza, es una neófita en los clásicos, el otro, José Pedro Carrión, se ha curtido en ellos. La primera, dirigida por Lawrence Boswell (de la Royal Shakespeare) estrena en el Albéniz la popular El perro del hortelano. El segundo presenta en el Español, dirigido por John Strasberg, un viejo proyecto hecho realidad: Cyrano.

El teatro les une, pero les separa la forma de acercarse a él. Ambos son actores, aunque de origen y trayectoria distinta. José Pedro Carrión es un veterano curtido en numerosas batallas escénicas; se inició a los doce años y luego fue un alumnos aventajado de William Layton, el ‘maestro’ que dio a conocer en nuestro país el llamado "método" de Stanislasvki, aunque filtrado por la escuela americana. En su laboratorio, Carrión coincidió con José Carlos Plaza, uno de los directores con los que más de cerca ha trabajado.

Por su parte, Blanca Oteyza pertenece a la que puede ser la última generación de actores que se educó cuando todavía el teatro tenía presencia social, aunque ya comenzaba a perderla. Casada con Miguel ángel Sola, Oteyza ha protagonizado uno de los grandes éxitos teatrales de los últimos años -El diario de Adán y Eva-. Pero ha sido en el cine donde más se ha prodigado.

Ahora los dos coinciden en Madrid, a un kilómetro escaso de distancia, representando obras clásicas, con planteamientos distintos.

El actor representa en el teatro Español la obra de Edmond Rostand y la actriz en el Albéniz la de Lope de Vega. A Carrión le dirige un estadounidense de pedigrí escénico, John Strasberg (hijo de Lee Strasberg, fundador del Actor’s Studio), que visita las tablas españolas desde 1980; Oteyza, sin embargo, está en manos de Lawrence Boswell, director asociado de la Royal Shakespeare Company que tras su exitosa visita a Madrid hace tres años con la compañía para representar, entre otras, El perro del hortelano, debuta en castellano con el mismo título de Lope de Vega. Las divergencias también se dan en la naturaleza de las producciones, ambas independientes y privadas, aunque eso sí, apoyadas por subvenciones públicas.

Un sueño de diez años
Cyrano de Bergerac "no es un encuentro casual", dice Carrión. Al contrario, el proyecto es "un viejo sueño de hace diez años" con el que el actor llevaba tentando al director para que le dirigiera en la célebre obra del narigudo que escribe cartas de amor a su amada sin atreverse a decir que son suyas. Desde entonces, ha encarnado otros personajes hasta que al fin ha conseguido convertirse en el héroe de Rostand con gran parte del equipo que había deseado, empezando por Strasberg.

El caso de Oteyza y El perro del hortelano es diferente. La actriz fue invitada a subirse a un inusual proyecto de la escena española. El montaje es una producción de Rakatá, una joven compañía formada por actores y directores relacionados con el Teatro de La Abadía (Ernesto Arias, Lidia Otón, Carlos Aladro, Chema Ruiz) que tras ver la versión en inglés de Boswell decidieron tirar la casa por la ventana y contratar al prestigioso director. éste, tras unas duras exigencias, aceptó montar la obra y eligió a la actriz para convertirla en la solitaria y caprichosa Diana, que debuta así en el teatro en verso, y vestida con figurines de Lorenzo Caprile.

La rima y la sinalefa tienen embebida a la actriz en el "apasionante reto" de cómo decir unos textos para que lleguen al público con "la emoción, la riqueza y la belleza que contienen". Para conseguir este propósito, ha contado con las lecciones de Vicente Fuentes, mientras que Carrión ‘sufre’ ahora con "la dificultad añadida que tienen los alejandrinos", con la experiencia de sus años de carrera. Los dos intérpretes cuentan con el apoyo y la dirección de dos reconocidos profesionales como Strasberg y Boswell que, por diferentes caminos, buscan un mismo objetivo. Ambos quieren convertir un grupo heterogéneo en un equipo que, con un mismo rumbo, pedalee a la vez. Pero mientras el primero parece ser el rey del laisser faire escénico, según se deduce de las palabras del actor, del segundo se diría que es más bien un director ‘intervencionista’.

"A mí no me ha dado más de siete indicaciones, simplemente me ha dicho que si quiero ser Cyrano que le muestre cómo y que le seduzca, porque él es el primer público", dice Carrión sobre la forma de ‘dirigir’ de Strasberg. Para ello, Carrión ha tenido que "ser actor, no comportarse como un actor que interpreta el personaje transformándolo" y así "mostrarlo lo más cercano posible, vivo".

En cambio Boswell ha intervenido constantemente, desde la primera lectura del libreto. Pero no lo ha hecho a la manera del dictador que busca imponer sus tesis sin importarle la opinión de los actores, sino que ha buscado atraerles con el convencimiento, con la explicación de por qué debían hacer cada cosa. "Nos desmenuzaba todo, desde las vocales a las consonantes, para que entendiéramos la importancia de cada palabra, lo que significaba cada verso y su función en la obra", asegura Oteyza. Además, les propuso "técnicas de improvisación, juegos con sonido y puestas en común para que nadie se sintiera desplazado" y todos formaran parte de una misma tripulación que rema al unísono, hacia el mismo puerto.

Sobre ese interés por embarcar a todos, planeaba también el respeto. Al resto de compañeros, a los que hay que "mirar siempre para compartir", y a Lope de Vega. Para Boswell, como todo hombre de teatro inglés, el autor y el texto son sagrados. Cuando había alguna duda, tan sólo era necesario ir a El perro del hortelano, indagar un poco para encontrar la respuesta. La solución había sido escrita hace unos 300 años. Luego, a partir de ahí, se puede interpretar, variar, buscar una forma novedosa de plantear las cosas, pero siempre con mucho cuidado. Oteyza no es muy proclive a las versiones actualizadas que a veces confunden o desnaturalizan los originales. Pero tampoco es contraria de fosilizar las obras, ya que "si alguien es capaz de enriquecer los clásicos, bienvenido sea".

Carrión, por el contrario, sí es partidario de meter mano a textos de hace años. El actor antepone "en el teatro y en la vida, la libertad por encima de la seguridad". Como hacen con Cyrano, una obra que Strasberg ha llevado al siglo XXI convirtiéndola en "una ópera íntima, real, sincera y teatral, que habla de los problemas de hoy a la gente que está en la sala".

La función del teatro
Para el actor ese es el valor de los clásicos. "Dentro de muchos años, en el siglo XXV, las obras de Calderón seguirán representándose porque seguirán siendo capaces de decir cosas a los hombres de esa época y de emocionarlos, como hicieron reír o llorar en el Siglo de Oro y hacen ahora" a unos espectadores supuestamente alejados de los que acudían a los corrales de comedias. Pero es que "en esos textos están el amor, la generosidad, los anhelos imposibles, la lucha por la vida, la muerte, el miedo", dice el actor con entusiasmo.

Por eso no entiende la escasez de títulos de este tipo en la cartelera, aunque sí encuentra que la situación ha mejorado respecto a los últimos años con un aumento del interés por los maestros de otros siglos. Pero también tiene sus dudas sobre este resurgir. "Nuestra época se deja llevar por las modas, lo importante es el porqué se hacen determinadas cosas", matiza Carrión, para arremeter contra una sociedad que da la espalda a uno de sus mejores patrimonios. "A mí me parece una crueldad hurtar el teatro a los niños". El actor cree que la escena, en general, y los clásicos en particular deberían "formar parte de la educación" de los chavales; no sólo para que conozcan "un mundo bello, fascinante", sino también "para que se formen y conozcan el humanismo que falta en un mundo tan deshumanizado como el actual".

De la misma opinión es Oteyza. La actriz cree que la importancia del teatro no es sólo la de crear futuros espectadores que renueven al público más maduro. También "es una escuela de comportamiento y respeto por los demás", que puede servir a los niños para crecer en sociedad. Y un magnífico lugar, apostilla Carrión, para que el hombre "salga mejor de lo que era al principio, antes de entrar a ver una obra como Cyrano de Bergerac u otras, que es la función más importante del teatro".