Teatro

La cebolla

Portulanos

27 septiembre, 2007 02:00

En Peer Gynt hay una escena inolvidable en la que el protagonista compara las capas de una cebolla con las etapas de su propia vida. Cuando llega al final descubre que no hay nada: no existe un centro visible al que aferrarse. Suele citarse esa escena como una prueba de la influencia de Kierkegaard sobre Ibsen, un triunfo de ese pensamiento existencialista que tuvo su primitivo campeón en el filósofo danés. Por el contrario, el monólogo de la cebolla es la constatación por parte del noruego de la existencia del Misterio. Romano Guardini, en un estudio sobre Rilke, establece una distinción entre misterio y problema. Un problema, por definición, desaparece en el momento en que es resuelto; pero el misterio sólo puede vivirse, integrarse. "Un misterio que se resuelve con una explicación" dice Guardini, "nunca lo ha sido". El hombre que persigue el misterio soluciona, por el camino, muchos problemas. Pero aquél que se limita a la solución de problemas jamás entenderá la noción misma de misterio. La nuestra es una sociedad que responde al segundo patrón; y tanto es así que, cada vez que se enfrenta con algo que no puede explicar prefiere inventar falsas respuestas a vivir en el temor reverencial pero vivificante que surge del no-saber: véase la cantidad de embustes que tan a menudo se nos cuentan, por ejemplo, sobre los viejos enigmas arqueológicos. (Y tan falsario es el que elige a los extraterrestres como constructores de pirámides como el que defiende las rampas y los rodillos; partidarios, ambos, de afirmar una respuesta, una cualquiera, antes que aceptar la belleza de lo misterioso.) Cuestionarse, a estas alturas, si Shakespeare existió o no, es una necedad típica de la sociedad-problema, un falso debate por muy eruditos que sean los nombres que participan en él. Shakespeare escribió Hamlet; escribió El cuento de invierno. Que ese Shakespeare fuera hombre o mujer, o rico, o pobre, o se llamara de cualquier otro modo es irrelevante salvo para quienes no son capaces de entender que en la vida es más importante el misterio que el problema.