Image: Ana Vallés

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Teatro

Ana Vallés

“El teatro está demasiado basado en la literatura”

10 enero, 2008 01:00

Ana Vallés. Foto: Enrique Tapia

La directora gallega Ana Vallés, que sorprendió hace dos temporadas con espectáculos tan lúdicos como Historia natural, estrena montaje, Animales artificiales. Lo presenta en el 25 Festival de Teatro de Málaga, que comienza mañana y que se prolongará hasta el 9 de febrero.

El paso por espacios como La Abadía no ha cambiado a Ana Vallés la forma de ver y concebir el teatro. La directora gallega continúa con su manera lúdica y pasional de entenderlo, como podrá verse el próximo 1 de febrero en el Festival de Málaga. Allí, al frente otra vez de su compañía Matarile, estrenará su nuevo montaje que en mayo llegará al Teatro Fernando Fernán-Gómez de Madrid (Centro Cultural de la Villa), coproductor del espectáculo junto con el citado certamen andaluz. La obra, que no estará terminada hasta pocos días antes de que suba al escenario del Teatro Alameda, busca conjugar los ámbitos emocionales y racionales del ser humano.

-¿Continúa la fiesta y la alegría de Historia natural y Me acordaré de todos vosotros?
-Siempre es difícil comparar unas obras con otras, pero sí tienen algunas similitudes. Si después de Historia natural quise volver a un formato más íntimo para pasar del paisaje al retrato de personas, ahora vuelvo a abrir el campo, regreso al paisaje, aunque no se trate de una celebración o de una fiesta. Quiero juntar a mucha gente porque últimamente quiero reivindicar el entendimiento y la comunicación. No quiero hacer algo optimista, pero sí reflejar que el entendimiento es posible. Pese al mundo injusto e individualista en que vivimos, sigo creyendo en el entendimiento.

-¿Hay que ponerse en la piel del otro, algo que prácticamente hemos perdido?
-Eso es consecuencia de la vida en sociedad, de lo animales que somos. Siempre consideramos lo artificial como un valor peyorativo y lo natural como positivo, lo que es una falacia. El animal no se plantea estas cosas. La bondad, la moralidad, no existen en la naturaleza. Quiero reflejar esa contradicción, la de que buscamos siempre ser admitidos en un grupo, pero a la vez estamos siempre marcando el territorio, nuestra diferencia respecto a los demás.

Desmadres fruto del instinto
-Se asocia a los animales con lo puro, la espontaneidad...
-Sí, pero una vida así, basado en eso, sería imposible. El animal es bruto. Es instinto y cuando se desatan todos los instintos, cuando nos dejamos llevar por ellos, aparecen los desmadres que conocemos. Todo viene de la sobrevaloración de los términos natural y naturaleza y del punto de vista que usemos. Hay que establecer una especie de diálogo entre la pasión y la razón, porque hay una dicotomía entre las dos.

-Usted siempre concede el protagonismo a la pasión
-Es que la pasión es fundamental. Aunque una pasión hablada me dice poco. Por eso reivindico un teatro basado en los sentidos y en los otros lenguajes del cuerpo, más que en el de la palabra, un teatro intelectual. Reivindico los lenguajes no verbales que nos permiten comunicar mucho más. Lo que mueve al hombre está marcado por el sentimiento y las emociones, por el pathos antes que por el ethos.

-¿Es el teatro minoritario porque es un teatro básicamente verbal?
-Lo digo en Truenos y misterios (mi anterior espectáculo) y en todas partes, por lo que mis amigos me dicen que soy una pesada. Una de las claves de ese alejamiento es que el teatro está demasiado basado en la literatura. Una cosa es la acción de esencia y otra la del texto, como decía Kantor. A mí me influye más el lenguaje de la danza o de la música que otros. Y podemos tratar cualquier tema sin basar todo en lo verbal. En Animales artificiales jugamos mucho con la transformación, con el mundo de las imágenes que engullimos, haciéndolo con una mirada atenta que nos muestra como animales en observación que somos.

-La música interpretada en directo es muy importante en sus obras, ¿también ahora?
-Sí Hay música y cante, hay una tuba, Hugo Portas, y un contralto, Ramón Vázquez. Es una mezcla muy curiosa, pero es muy bueno que sea así.

-También asegura que "no hay que hablar si no se sabe lo que se dice" y que "hay que enterarse antes de hablar". Si hubiéramos seguido ese consejo ¿no cree que todavía estaríamos en Altamira?
-Sí, es cierto. No hay que hacer categorías, pero es que no paramos de hablar. Kapuscinski dice que "ha llegado el momento de callarse" y tiene toda la razón. En nuestra cultura todo está basado en la palabra. Resumir una vida sólo con la palabra no se puede hacer. Si la puedo contar en tres palabras, prefiero no hacerlo porque o ha sido una vida muy pobre o lo que hago es constreñirla. Reivindico un arte en el que no sea necesario pasar por un filtro hablado que nos lo explique. No quiero entender la obra antes de sentarme en el patio de butacas, como ocurre mucho en España. Hace poco estuvimos en Rumania con Me acordaré de todos vosotros y allí fue totalmente diferente a lo que ocurrió con la misma obra aquí, donde somos muy razonadores, pasamos la primera media hora intentando entender la obra para saber cómo tenemos que disfrutarla, en vez de dejarnos llevar. A mí no me gusta dirigir la mirada del espectador.

Libertad de creación
-La impresión que se tiene al ver sus montajes es la de una gran libertad al crearlos, ¿cómo los hace?
-No sé nunca cómo los voy a terminar. Tengo las bases claras y que la libertad es necesaria, pero pocas cosas más. Por ejemplo, que el actor es el protagonista fundamental, el gran creador, y por eso me baso en sus personalidades. A cambio les pido mucha entrega. Luego todo consiste en buscar el equilibrio entre lo que yo puedo decir y ellos pueden expresar, porque es un toma y daca constante en el que también participa, desde el principio, Baltasar Patiño, el iluminador y escenógrafo, que se dedica a provocar en un proceso de creación paralelo. Con todo eso, con improvisaciones, con propuestas de cada uno de nosotros, haciendo mucho el gamberro y riéndonos de nosotros mismos sentamos las bases.

-Para lo que se sirve hasta de cartas, que no correos electrónicos, como hizo en Historia natural.
-Antes de empezar el periodo de ensayos, envío cartas a los actores en las que les voy planteando las ideas y las bases. A partir de ahí surgen los estímulos, una imagen que te provoca algo, una frase. A cada uno, cosas diferentes. La primera parte del proceso es un caos, con las diferentes trayectorias y propuestas de cada uno. Luego viene la labor de dirección, en la que hay que igualar los códigos y hacer mucha criba.

-¿Necesita estar con un grupo de amigos o sentirse como en casa cuando está fuera para montar una obra?
-No necesariamente. Cambio a menudo de elenco. Una relación continuada produce muchos vicios.

-¿Qué le ha supuesto salir de un circuito como el alternativo al estrenar en La Abadía?
-La posibilidad de darme a conocer ante un público y en unos espacios que no tienen mucha relación con los que tenía en Matarile. En España nos movemos mucho en compartimentos estancos y los circuitos teatrales están cerrados. Desde la creación de las autonomías, se han ido cargando los circuitos, consiguiendo un empobrecimiento de la escena.

De Málaga al Ermitage

La obra de Ana Vallés no es el único estreno en esta edición del Festival de Teatro de Málaga. El festival acogerá las ‘première’ en España de última versión, la versión libre que los italianos de Punto in movimiento han hecho del libro de Carlos Guillermo Navarro Por las rutas de los mares, y El señor Puntila y su criado Matti, el texto de Bertolt Brecht que representará la compañía francesa Malandro. Además, pasarán por Málaga obras como Quartett, dirigida por Matthias Langhoff, El guía del Ermitage, que ha supuesto el regreso de Federico Luppi al teatro, la divertidísima El conquistador y la lectura dramatizada de Sin noticias de Gurb. El programa de danza incluye al Ballet de Marsella con La cité radieuse y a Marta Carrasco bailando J´arrive...!