Teatro

La voz

Por Ignacio García May

24 enero, 2008 01:00

En los últimos años hemos asistido a un inaceptable descuido de la voz en la interpretación española. Empezó con los directores del Método de mediados de los ochenta: todavía recuerdo a uno, de inexplicable prestigio, declarando en una entrevista que la gente, en la vida real, hablaba mal, y que por tanto los actores que quisieran "ser reales" debían hacerlo también. Luego vino la tontería del "Physical Theatre", según la cual en el mundo de la globalización y la internacionalización lo único importante del actor es su lenguaje corporal, que "traspasa las fronteras", y no sus palabras, que no se comprenden cuando uno sale al extranjero. Todo lo cual indica que no se había entendido absolutamente nada de lo que es verdaderamente la palabra dramática. Para remate, a la crítica cinematográfica, que está alcanzando unos niveles de frivolidad y de estupidez astronómicos, le dio por consagrar como "grandes actores" a individuos que, cuando hablan, lo hacen con un trapo en la boca, tipo Javier Bardem. No se trata en absoluto de volver a los tiempos de la declamación, pero lo mínimo que se le puede pedir a un intérprete es que se le escuche y se le entienda. Véase, por ejemplo, algún capítulo de la teleserie "Los Borgia" y escúchese la diferencia entre Lluís Homar, que hace un uso espléndido de su voz, y los actores más jóvenes del reparto, que no se sabe qué coño están diciendo y que además entonan como si se encontraran tomando una copa en Malasaña, y no en pleno Renacimiento. Ni siquiera es imprescindible -aunque sería deseable- alcanzar el nivel de autoexigencia de un Alec Guinness, que componía cada personaje con una voz, una entonación, hasta un acento distinto. En esto hay una regla de oro: cuanto más teatro ha hecho un actor, y, sobre todo, teatro clásico, sea o no español, mejor hablará. Sencillamente, aprende a amar y respetar las palabras, y a partir de entonces aplica ese respeto a todos sus papeles. Porque un buen actor, hasta para hablar mal, tiene que hablar bien.