Escribo este artículo de mierda en un periódico de mierda para que lo lean unos lectores de mierda… Ustedes perdonarán semejante comienzo, pero es que intentaba escribir una cosa transgresora, alternativa, para ver si así me quito de encima la etiqueta de dramaturgo tirando a facha que me han puesto por ahí. Pero no me sale; debe ser porque he ido a un colegio de pago. Conste que he seguido las instrucciones de un librito que encontré en el Rastro llamado Sea usted artísticamente revolucionario en 10 lecciones, de ediciones Encontra. Para escribir un texto antisistema, aconseja el libro, debes empezar insultando al sistema. (Por cierto, lo del "debes", en vez de "debe usted" o de "le recomendamos que", o "le sugerimos" forma parte del estilo: hay que tutear a todo el mundo. Creo que Zapatero leyó este mismo librito, aunque él es más bien prosistema) Luego hay que ser muy agresivo, y eso incluye descripciones gráficas de la violencia, un vocabulario lo más zafio posible, y, en el caso concreto del teatro, hacer que los actores griten el texto. Prueben ustedes la diferencia entre susurrar: este artículo de mierda, o gritar, a pleno pulmón, ¡este artículo de mierda! ¡No hay comparación! También hay que proponer una descripción terrible, deprimente, del mundo. El mundo es un asco, y punto. Eso es todo lo que necesitan saber los lectores o los espectadores, o sea, ustedes, es decir, vosotros, lectores de mierda (perdón; yo pongo esta palabra porque el librito insiste en ello). Y como el mundo es un asco, se hace imprescindible incluir el elemento de victimismo. Por ejemplo, hay que decir, no me estrenan, no me leen, no me quieren, y si me estrenan o me leen o me quieren tampoco estoy de acuerdo porque no quiero que me quieran, aunque el mundo es una mierda precisamente porque no me quieren. Todo esto me sume en la duda, porque, si soy antisistema, ¿para qué voy a querer que el sistema me tome en consideración? Caray, qué complicado es ser revolucionario y transgresor.