Image: Albert Vidal

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Teatro

Albert Vidal

Lo más revolucionario que hay hoy en el teatro es el amor al prójimo, es lo vanguardista”

24 abril, 2008 02:00

Albert Vidal

El singular teatro de Albert Vidal vuelve a los escenarios madrileños. El artista catalán se presenta el jueves 24 de abril en La Abadía con Soy la solución, donde estará hasta el domingo próximo. Un espectáculo alejado de las performances que en sus inicios, allá por los años setenta, le llevaron a encerrarse con osos en una jaula o a convivir en una cueva de Etiopía con el cadáver de una gacela para absorber su energía. Ahora su mensaje es: ¡liberad al espectador de la vulgaridad!

Después de años alejado de España, de su convivencia con maestros de teatro oriental y chamanes de Mongolia, donde ha vivido gran parte de los últimos años, Albert Vidal vive ahora en los Pirineos catalanes, a 1.200 metros de altitud, rodeado de vacas y prados. Allí prepara sus creaciones, como Soy la solución, el primer texto propio que presenta en Madrid.

-Obra de teatro, celebración, comunión con el público…¿qué es Soy la solución?
-Es la culminación de un proceso dramatúrgico que se inició con el estreno en Barcelona de El Príncipe y que a lo largo de cuatro años he ido reestructurando. También es un desafío que me he hecho a mí mismo, ya que para la última aventura, en Buenos Aires, he decidido jugar la carta más difícil, desnudar todo y prescindir de cualquier soporte que no sea la presencia del actor. Porque, ¿qué le queda a un actor sin sillas para sentarse y un inalámbrico para contar chistes, si no va a contar desgracias y va con un austero vestuario? Un texto para encontrarse con el público. Soy la solución es eso, un encuentro con el espectador, con cada uno de ellos.

Elevar el espíritu del espectador
-¿Y con qué se va a encontrar cada espectador?
-Hay algo de autobiográfico en este personaje, es un texto propio, con ciertos matices filosóficos, místicos en otros pasajes, humorísticos en el sentido de la comicidad que nace del sentimiento trágico de la vida. Siempre he admirado a los grandes maestros, sean del ámbito que sean, como Gardel, que cantaba con una sonrisa en la boca comunicando felicidad. ésta es la función del arte. Y elevar el espíritu de las cinco, cien o doscientas personas que han atravesado la ciudad para venir a verte. A ellos les tienes que ofrecer lo mejor de ti mismo para que se encuentren con algo sincero, único y excepcional, no esa especie de servicio público en que se ha convertido muchas veces el teatro. Por eso en muchas ocasiones me siento alejado del mundo del teatro.

- ¿Qué hay que hacer para recuperar el teatro como algo único y excepcional?
-Reinventarlo, redescubir su espontaneidad e inmediatez, saber que detrás está la salud mental y espiritual del creador y de quienes le están viendo. Lo que sucede cada noche en un escenario participa de las emanaciones electromagnéticas de cada espectador, el creador, y de todo su conjunto mediante un juego de energías que sólo se puede disfrutar a partir de un conocimiento virtuoso del oficio. La verdad es que yo me lo paso muy bien porque cuando conoces a fondo lo que estás haciendo y puedes disfrutar de tu oficio, luego de una larga experiencia y aprendizaje con maestros como Lecoq o Fo, experimentas una gran sensación de libertad y de juego.

-Bien, pero recordando a Lope, ¿cómo pasa todo esto de las musas al teatro en Soy la solución?
-Es ir mucho más allá del teatro y de la realidad. Un viaje con el espectador para descubrir el paisaje que el código actual de comunicación no concede, para abrirle puertas desconocidas. Pero de una manera asequible, porque si no, no sirve. Comienza con un personaje que se presenta como el gran líder, el guía e insustituible maestro que todos esperábamos y que repasa diferentes aspectos de la realidad. Luego se descubre que es un bufón y enano feriante que se hace pasar por un príncipe de las emociones. Soy la solución reivindica la magia y la inocencia de la originalidad, lo único que nos puede diferenciar de los cuadrúpedos, que es lo contrario de la vulgaridad, algo que detesto.

Me considero una persona muy humilde pero que está muy orgulloso de lo que hace. Al revés de lo que muchas veces pasa con los actores de cine, que son unas personas muy orgullosas en un oficio humilde. Yo, por el contrario, tengo casi como una medalla no ser mediático.

-Pero se ofrece como solución, ¿qué solución es Albert Vidal?
-De eso va la obra, y si lo digo desvelaría el final. Hay que dejar un poco para la intriga.

-¿Ya no hace encierros en jaulas de animales o entierros como en los años 80 y 90?
-Lo que siempre me ha interesado ha sido transitar por terrenos vírgenes o baldíos en los que puedes perder la piel, pero haciéndolo para conseguir algo. Ahora quiero traspasar los límites de la realidad para llegar a una profundidad interna mucho mayor, pero haciéndolo con una sonrisa, con sensación de felicidad. Todo lo que no sea eso no me interesa. Tenemos que salir del teatro confiando, amando más a los demás. Lo que debe estar reprimido, censurado, es un rollo. ¡Es impresionante la cantidad de automachaque que hay en el teatro actual! Al espectador debes ofrecerle un preciado manjar. Si no, es mejor que se queden en casa el creador y el espectador. Lo más revolucionario hoy en día es el amor al prójimo. Es lo más vanguardista.

Hipnotizador de gatos
-Volvamos al pasado. ¿Es cierto que una vez hipnotizó a un gato?
-(Risas) Eso lo cuenta Boadella y me hace mucho gracia. Pero, ¡yo qué sé si es cierto!. él tenía, supongo, ganas de ver hipnotizado a su gato y pensó que yo lo había hecho.

-¿Y que metió un brazo en la jaula de las panteras y los animales se quedaron quietos?, ¿o también es leyenda?
-Eso me suena a las aventuras de El Capitán Trueno. Es cierto que a veces practico. Hace unos días, aquí en el Ampurdán, iba una vaca y me puse a pensar en lo que podía sentía al caminar. Luego emití un sonido profundo, como el de unos cazadores ancestrales, y la vaca se quedó inmóvil. ¿Pero por qué se quedó inmóvil? Tal vez tropezó con una piedra u otra cosa. Claro, que si lo que quieres es pensar que lo hizo por ti, pues lo hizo por tu sonido.