Teatro

Camaleona

Por Ignacio García May

10 julio, 2008 02:00

La información según la cual la televisión rumana pretendía imponer un canon de noticias positivas en cada telediario ha sido tomada a chacota por los escasos medios que le han dado pábulo, que incluso la han considerado un ejemplo mostrenco de censura estatal. Sin embargo, creo que se trata de un suceso muy interesante, si bien esto le resultará difícil de entender a una sociedad para la cual la vida empieza y termina en el fútbol. Vivimos bajo la dictadura del Método Ludovico, pero bombardear la retina del espectador con imágenes de barbarie, como le hacían al pobre drugo Alex, no sólo no consigue el rechazo de ésta, sino que provoca el efecto contrario. Esto se debe a lo que el poeta René Daumal llamaba la Ley Camaleona, que él mismo definía como la resonancia ante las afirmaciones más recientes. Dicho de otro modo: queremos lo que vemos, aunque pasado el rato se nos olvida porque vemos otra cosa y la queremos en vez de la anterior. Como por otra parte vemos lo que queremos nos encontramos ante una verdadera encerrona; no olvidemos que la publicidad y el lavado de cerebro se basan en los mismos principios, y que aquélla es posterior a la invención de éste. Emitir buenas noticias, por tanto, no es disparate alguno, ni tampoco una ingenuidad. Ya sé que estamos en una columna de teatro, pero es que la única defensa ante la Ley Camaleona es un aprendizaje de la mirada que nos enseñe a distinguir entre lo tóxico y lo saludable y, como saben mis lectores, la palabra teatro está etimológicamente unida al acto de mirar.

A lo largo de los siglos se han hecho todo tipo de espectáculos: algunos, muchos, para hipnotizar y domesticar, otros para liberar. El teatro insurgente no pasa por el exhibicionismo onanista y doctrinario que tanto gusta en ciertos ámbitos, sino que es aquél que conmociona nuestra mirada invitándonos a reflexionar sobre lo que tenemos ante los ojos y a emitir juicios que no puedan ser alterados por esa Ley perversa y embaucadora.