Segismundo compite con Hamlet
Coinciden en Madrid los estrenos de 'La vida es sueño' y 'Hamlet'
4 diciembre, 2008 01:00Juan Diego Botto en 'Hamlet' (Izda.) y Fernando Cayo como Segismundo de 'La vida es sueño'
Hamlet y Segismundo tienen mucho en común: son dos personajes antológicos del teatro, dos príncipes destronados víctimas de una traición que quieren vengar. Ahora en Madrid, de la mano de Fernando Cayo y Juan Diego Botto, hay ocasión de contrastar sus personalidades.
En realidad, se puede jugar a buscar tantas semejanzas entre Hamlet y Segismundo como diferencias. Lo que es incuestionable es que son personajes complejos, la gran prueba de fuego para un intérprete. "Desde que empecé a hacer teatro siendo niño he seguido la estela de Segismundo y con uno de sus monólogos conseguí entrar en la Escuela de Arte Dramático de Valladolid. Es como si lo conociera de toda la vida", cuenta Fernando Cayo, un actor curtido luego en la Compañía Nacional de Teatro Clásico que acaba de terminar el rodaje de 20N, sobre la agonía de Franco y en la que da vida al Rey Juan Carlos.
Personajes obsesivos
También Juan Diego Botto ha tenido una relación obsesiva con Hamlet desde los 15 años: "Luego la estudié en clases de teatro y siempre imaginé que alguien me llamaría para hacerla. Hace dos años, cuando la releí, me planteé dirigirla porque se me ocurrieron algunas ideas para su puesta en escena". Botto, que también dirige la obra, añade "que si hubiera sabido el lío en el que me estaba metiendo, no la hubiera montado. No sabía que iba a ser tan extenuante. Es un atrevimiento dirigirla e interpretarla, fruto de la juventud".
Las semejanzas entre Hamlet y Segismundo comienzan por la historia que protagonizan. De apariencia física similar, entre 20 y 30 años, ambos son príncipes destronados, privados de su herencia por una traición, y también desterrados de su reino. Como dice Botto, "los dos son víctimas de un atropello". Hamlet, desterrado del reino de Dinamarca, está convencido de que ha sido su tío quien ha matado a su padre, en connivencia con su madre, para usurparle el trono. En cambio, Segismundo, heredero del trono de Polonia, vive confinado en una cueva desde su nacimiento por orden de su padre. Al nacer Segismundo, su padre, el rey y astrólogo Basilio, predijo que sería "el hombre más atrevido/ el Príncipe más cruel/ y el Monarca más impío/ por quien su Reino vendría/ a ser parcial y diviso,/ escuela de la traiciones/ y academia de los vicios".
Hamlet y Segismundo son dos personajes violentos y rebeldes, que buscan vengar una traición. "La rebeldía es la característica más clara que yo creo que comparten, buscan ser dueños de su destino", explica Cayo. "Mi Segismundo no tiene nada que ver con los que le han precedido, y espero que se aproxime al que pensó Calderón. Yo interpreto a un personaje muy físico, muy animal. El espectáculo es de una gran textura plástica y la fisicidad de mi personaje está en proporción directa con el verso y el movimiento", añade el actor.
La cólera está también presente en Hamlet, quien incluso no siente piedad cuando Ofelia se vuelve loca. Sin embargo, esta violencia convive con el hecho de que tanto Segismundocomo Hamlet son hombres cultos. El primero sorprende por sus razonamientos (ha sido formado por el viejo Clotaldo). El segundo es quizá más culto, ha estudiado en la universidad, y es muy brillante. Para Botto, su Hamlet "tiene tendencia a la melancolía, pero sobre todo siente un dolor tremendo y rabia por lo que está ocurriendo. Es muy doloroso para él percatarse de que han destronado a su padre y que nadie parece darse cuenta del tiranicidio. En realidad, pasa muchas veces en los estados totalitarios". Este último aspecto está vinculado a la locura de los personajes. El Rey cree que Hamlet está loco, también su madre, su comportamiento es muy extraño. "él roza el delirio, pero yo creo que actúa desde la neurosis, no desde la psicosis", añade Botto. Segismundo, que quiere acabar con la vida de los que le han encerrado, padece una obsesión por la muerte. A ambos también les unen también famosos monólogos, largas divagaciones, de difícil ejecucion para los actores, el público los conoce al dedillo. Lo que estas tragedias no comparten es el final; una de ellas la escribió un religioso cristiano que creía en el perdón.