Image: Malkovich en la mente del asesino

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Teatro

Malkovich en la mente del asesino

Peralada abre con su serial killer

17 julio, 2009 02:00

John Malkovich y la soprano Laura Aikin, durante un ensayo. Foto: Nathalie Bauer

El Festival de Peralada comienza mañana con The Infernal Comedy, un espectáculo lírico-teatral en el que John Malkovich, flanqueado por una orquesta barroca, repasa, en clave de humor negro, la vida de Jack Unterweger.

Fue Sam Shepard quien descubrió al mundo el talento interpretativo de John Malkovich (Illinois, Estados Unidos, 1953). El True West que la Steppenwolf Theatrre Company de Chicago llevó a la Gran Manzana le valió al joven aspirante a actor un Obie Award y, lo que era mejor, las llaves de Broadway, donde debutó en 1984 en Muerte de un viajante junto a Dustin Hoffman.

Desde entonces, si la vida -como decía Shepard- es lo que pasa mientras se hacen planes para otra cosa, la de Malkovich se ha cansado de esperar a la puerta de los teatros. "Mi hábitat natural es el teatro", repite en cada entrevista. Lo certifica un palmarés fecundo de autores contemporáneos (de Arthur Miller a Zach Helm) y lo desmienten, al mismo tiempo, unas facciones inconfundibles que, quizá contra su voluntad, lo han convertido en icono cinematográfico. Lo recordarán por su convincente papel de vizconde de Valmont en Las amistades peligrosas o por una ingeniosa autointerpretación en Cómo ser John Malkovich. Que Spike Jonze o los hermanos Coen (Quemar después de leer) le escriban guiones a medida le llena de orgullo, como buen terrícola, aunque asegura disfrutar de la incertidumbre argumental que aplica Oliveira a sus rodajes. "Lo de trabajar sin guión es un reto -cuenta el actor a El Cultural-. No menos, en cualquier caso, que confiar en ciertos directores o guionistas cuyas historias no son, a priori, una genialidad".

Cura de modestia
Se define como liberal -sin dar más señas- y felizmente ocupado. En la primera semana del estreno de The Infernal Comedy en el Teatro Ronacher de Viena ha concedido medio centenar de entrevistas. Lo que en términos musicales se traduce en un molesto politono que le hace llevarse constantemente las manos a los bolsillos. "Tengo amigos perio- distas, familia periodista, yo mismo trabajé algún tiempo en un gabinete". En YouTube se le puede ver contestando un cuestionario mientras comparte bañera y jabón con el también actor Craig Bierko. "Me gusta facilitar el trabajo y, por qué no, llegar a descubrir un día qué es eso que me hace tan interesante". Una cura de modestia que, con vistas a una rueda de prensa con más solicitudes de las previstas, no ha impedido que la productora decidiera adelantar un día su llegada a Barcelona, donde inaugura mañana la 22ª edición del Festival Castell de Peralada con la misma biografía lírica de Jack Unterweger.

The Infernal Comedy cuenta la historia real -como dictan los cánones hollywoodienses, aunque la producción original es vienesa- de un escritor austriaco que, al calor de una campaña mediática con militancia intelectual (con Elfriede Jelinek y Gönter Grass como abajofirmantes), consiguió burlar a la opinión pública y, una vez conmutada su pena, perpetuar una decena de asesinatos repartidos por Austria, República Checa y Estados Unidos. "Lo que hace que Unterweger salga a la calle después del primer asesinato -explica a El Cultural Michael Sturminger, autor del texto y director del montaje- es su condición social. Era un escritor de clase alta, con éxito entre las mujeres y una vida social envidiable. Nadie podía pensar que tuviera motivos para matar". Sobre el escenario, dos sopranos (Bernarda Bobro y Aleksandra Zamojska), la Orchester Wiener Akademie dirigida por el artífice del proyecto, Martin Haselbück, y John Malkovich en calidad de narrador omnisciente. Gluck, Boccherini, Vivaldi, Beethoven, Haydn, Weber y Mozart aliñan el descenso a los infiernos del ‘asesino del sostén’, un carismático poeta que acabó colgándose en su celda con un sucedáneo textil de lo que venía utilizando en los estrangulamientos de las prostitutas a las que frecuentaba. Arias como el Ah, perfido de Beethoven o el Caro mio sposo de Boccherini sirven, en clave de humor negro, de leitmotiv a las vejaciones que sufrieron sus víctimas, que encarnan la pareja de sopranos. "Es imposible sentirte solo sobre un escenario-explica Malkovich-, incluso en un monólogo sientes muy cerca el calor del público. ¿Cantar? No, por favor. No es mi intención torturar a nadie".

Entre las "espiaciones" de su último gran éxito cinematográfico (en Quemar después de leer interpreta a un ex agente de la CIA al que le roban sus memorias) y las expiaciones literarias del monstruo austriaco hay un trecho de 8.400 kilómetros. Si bien Malkovich no comulga con estereotipos geográficos: "Sólo hay que leer la prensa para darte cuenta de que también en Europa se estila la política del miedo, la psicosis burocrática, la paranoia generacional. No encuentro diferencias entre un serial killer norteamericano y otro de Alemania. Los europeos tendéis a olvidar que vuestra historia es la más sangrienta de todas las que se han escrito".

Lifestyle mediterráneo
No lo dice un cualquiera. Malkovich pasa por ser un empedernido lector -le apasiona Gabriel García Márquez y tiene pendiente la adaptación al cine de Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato- y ha experimentado en sus propias carnes la versión caucásica del way of life. No sólo por haberse pateado toda clase de alfombras rojas -aunque, curiosamente, en su palmarés sólo consten dos nominaciones a los óscar y tres a los Globos de Oro-, sino porque hace unos años decidió mudarse con su familia a una imperturbable granja de la Provenza francesa. "Tengo muy buenos recuerdos de aquella casa. Fue una época de paz y armonía". La entrevista coincide con la cumbre del G-8 y las imágenes de Obama tuteándose con Sarkozy y Merkel. No se hace esperar la pregunta sobre si la tragedia financiera se hace más llevadera con Obama como apuntador. "No se debe sobreestimar a nadie que pretenda cambiar radicalmente un sistema. Si es eso, claro, lo que se ha propuesto Obama".