Image: ¡Baila, Aviñón!

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Teatro

¡Baila, Aviñón!

Marthaler y Cadiot, artistas invitados del Festival

2 julio, 2010 02:00

Escena de Out of context

La 64 edición del Festival de Aviñón tiene como nombres invitados al director suizo Christopher Marthaler y al escritor galo Olivier Cadiot. Dos artistas que poco guardan en común, salvo el espectáculo Papperlapapp, encargo del Festival que presentan en el Palacio de los Papas. Al margen de éstos, la programación tiene un marcado acento dancístico, con la presencia de las pujantes compañías de los Países Bajos. La representación española la ostenta únicamente la autora, performer y directora Angélica Liddel.

La canción más célebre de Aviñón ha terminado filtrándose en el Festival de Teatro. Precisamente porque la edición de 2010, programada entre el 7 y el 27 de julio, es más sensible que nunca a la danza. Igual que reza en el estribillo de la copla: "Sur le pont d'Avignon l'on y danse, l'on y danse". Sirva como evidencia el contrato de Pierre Rigal, autor del espectáculo Micro y el ejemplo de Anna Teresa de Keersmaeker, proa de la danza contemporánea flamenca -flamenca de Flandes- y artífice de una ambiciosa coreografía en el claustro de los Celestinos. También han sido reclutados los maestros de danza Alain Platel y Boris Charmatz, aunque el artista más vinculado a la historia reciente del Festival es Josef Nadj, cuya facilidad de inventar y de reinventarse ha dado alas al montaje filo-nipón de Los cuervos.

Baila más que nunca el Festival de Aviñón y redunda en otras disciplinas limítrofes -el compositor francés Pascal Dusapin se mide a Bach-, pero el hecho de que se hayan desdibujado las fronteras no contradice la buena salud del núcleo teatral. Bien lo saben el director suizo Christophe Marthaler y el escritor francés Olivier Cadiot, a quienes se ha otorgado este año el título de artistas invitados. Unas veces para trabajar juntos. Otras para medir sus diferencias, lejos de toda beligerancia.

Marthaler es conocido en Francia porque Gérard Mortier, actual director artístico del Teatro Real, lo convirtió en un punto de referencia de la Ópera de París. Fue allí donde realizó sus montajes discutidos de Las bodas de Fígaro, La Traviata y Wozzeck, aunque su apuesta aviñonesa consiste en un espectáculo concebido a medida del Festival.
Empezando por el título: Papperlapapp alude entre vocales y consonantes al Palacio de los Papas, el espacio sugestivo y acomplejante donde Marthaler ha sido convocado, sin olvidar las connotaciones alemanas que remarcan la onomatopeya. Podría traducirse en español como "blablablá", entre otras razones porque el realizador suizo, apóstol de la iconoclastia, evoca la verborrea del litigio dialéctico entre Felipe el Hermoso y su santidad Bonifacio VIII. No tanto con pretensiones de reconstruir la historia, sino como excusa para realizar "un viaje entre el sueño y la realidad, la investigación arqueológica y la pesquisa policial, en los confines del teatro y del humor".

Olivier Cadiot, escritor del exceso, se ha avenido a colaborar en la dramaturgia de Papperlapapp, pero no comparte con Marthaler sus espectáculos. Prefiere aliarse con el director de escena Ludovic Lagarde, corresponsable en el proyecto de extrapolar al teatro la novela que tanta reputación ha otorgado al propio Cadiot. Hablamos de Un nid por quoi faire (2007), cuyo estreno en el Gimnasio Gérard Philippe precede a la puesta de escena de Un mage en eté. Cadiot acaba de escribirla y la ha convertido en un viaje hacia dentro. De hecho, su protagonista, Robinson, habita en su isla interior y se convierte en el arqueólogo de su vida cotidiana.

Semejante ejercicio de introspección contrasta con el lenguaje más descarnado de Angélica Liddell. Es la "apuesta" española de Aviñón y la artífice de dos montajes que aspiran a remover los cimientos del Festival en el umbral de la 64 edición. Empezando por La casa de la fuerza, que requiere 1.500 kilos de carbón, una orquesta de mariachis, un forzudo, siete actrices, un violonchelista y cinco horas. Se trata del tiempo que necesita la creadora catalana (Gerona, 1966) para exacerbar la angustia y hacer un guiño a las matanzas de Ciudad Juárez: "Esta obra habla de cómo el amor fracasa, la inteligencia fracasa, y nos destrozamos los unos a los otros, por cobardía, humillándonos hasta el final".

La casa de la fuerza recala en Aviñón para hacer compañía a El año de Ricardo. También la ha escrito Angélica Liddell, que también la dirige y hasta la protagoniza. Inspirándose, además, en el Ricardo III de Shakespeare. Un guiño y un pretexto que le consienten reflexionar sobre el abuso de poder, los excesos de la tiranía, el servilismo del individuo y la bajeza de una sociedad corrompida, cuando no abyecta.

Shakespeare genuino . Curiosamente, Aviñón incluye en su programa de 2010 un espacio al Shakespeare genuino. No Ricardo III, sino Ricardo II, cuyo reinado no se distinguió tanto por el despotismo como por haberse recreado en las ilusiones. Jean Villar, padre del Festival y tótem del teatro nacional, fue el primero que la llevó a escena (1948). Ahora corresponde el turno al director Jean-Baptiste Sastre, que ha preferido encomendarse a la traducción cruda de Fréderic Boyer para destacar el verbo nervioso y directo de la "partitura original". Le corresponde ejecutarla a Denis Podayldès. Su nombre no es demasiado popular en España, pero el polifacético actor es una de las grandes referencias contemporáneas de la profesión. Tanto por su competencia en el teatro (Sófocles, Molière, Chejov, Büchner...) como por sus papeles en celuloide. Incluido un pasaje del Código da Vinci.

Aviñón tiene un festival 'in' en clave internacional e incisiva, pero la oferta se prolonga con un gran mercado callejero entre los 1.000 espectáculos alternativos del festival 'off'. Es grande la competencia: 800 compañías francesas y extranjeras en la programación alternativa, menos cosmopolita, sesuda y aristocrática que el Festival histórico, pero inabarcable en sus propuestas y en sus connotaciones populares. De hecho, la cifra de espectadores que lo frecuentan es siete veces más elevada de cuantos acceden a los templos del Festival oficial.