Explosión Chéjov
Angela Creonte y Daniel Moreno, en un ensayo
De tres obras cortas de Chéjov se ha servido Paco Plaza para El viaje del actor, una declaración de amor al oficio de los cómicos que llega hoy a los Teatros del Canal de Madrid. Por otro lado, el día 7 el Centro Dramático Nacional presenta La boda, por el Teatro Yankala Kupala de Bielorrusia.
En esta su primera dramaturgia, Paco Plaza presenta a una compañía de actores en la que acaba de integrarse una actriz debutante, Nina Mujailovna Zarechnaya (Ángela Creonte), a quien cede el testigo el viejo maestro Vasil Vasilievich Svetlovidov (Roberto Quintana), un hombre de teatro a la antigua usanza que ve cómo llega el ocaso de su carrera.
"El impulso de esta obra nace", explica Plaza, "de hacer un reconocimiento a una figura que ya ha desaparecido de nuestro teatro: la del autor que también es actor, que dirige su compañía y produce sus obras. Un hombre que al final de su vida vive la tragedia de cómo desengancharse de su oficio. Ha entrado en el teatro por vocación y ahora no sabe muy bien cómo retirarse de él".
Tragedia que se combina con farsa y con debate de ideas, trabada con las piezas de Chéjov y que le permite introducir a Plaza la fórmula del teatro dentro del teatro. Usa La petición de mano como la obra que ensaya la compañía de actores; otro momento está inspirado en La audición, cuando se le plantea a la actriz abandonar la compañía tras recibir la oferta para actuar en el Gran Teatro de Arte de Moscú. Para el final se ha reservado El canto del cisne, reflexión sobre el itinerario de un viejo actor que pierde ya facultades y su dificultad para adaptarse a los tiempos modernos. "Chéjov sirve muy bien a mi propósito de reflexionar sobre la vida del actor y del teatro: qué hacemos intentando regular con leyes un oficio que luego no sabemos defender en los escenarios; por qué buscamos el éxito y la popularidad, en vez de perseguir la verdad. Creo que todas estas cuestiones surgen porque en nuestros días el actor, a diferencia de los antiguos, entiende su trabajo como una profesión, mientras antes era más vocacional".
Y es por ahí por donde Plaza quiere conducir al espectador: a la idea de volver a un teatro de esencias, desnudo, un teatro que dé protagonismo al actor y la palabra. Fiel a esta premisa, Plaza presenta una puesta en escena de El viaje del actor desnuda de escenografía, poquísimos elementos de atrezzo y tan solo cuatro actores: junto al veterano Roberto Quintana, cuenta con Daniel Moreno, Ángela Creonte y Juan Carlos Castillejo.
No es es arbitrario que Plaza, -formado con Wlliam Layton, Miguel Narros y José Carlos Plaza (seguidores del método Stanislavsky)- haya elegido a Chéjov para hablar de la misión del artista y del sentido del arte, que trató en obras como La gaviota: el vuelo de la gaviota rompe con la ley de la gravedad en clara metáfora de lo que debe ser el arte: para el artista no hay leyes, sino ideales y trabajo.
El viaje del actor conmemora la celebración del 150 aniversario del nacimiento de Chéjov y coincide en la cartelera madrileña con el comienzo de la programación internacional del Centro Dramático Nacional (CDN), "Una mirada al mundo". Abre el ciclo La boda, una producción del Teatro Nacional Yanka Kupala de Minsk (Bielorrusia). Esta obra se presentó en el Festival Chéjov de este año, dirigida por Vladimir Pankov, fundador del SounDrama Studio. Es éste un equipo peculiar, formado por músicos, actores, diseñadores de sonido y coreógrafos que trabajan para cine, teatro y televisión. Gentes de diversas disciplinas artísticas que convergen para producir un género híbrido, de difícil clasificación.
Farsa musical.
La boda es un vodevil humorístico de un acto en el que Chéjov recrea una tranquila celebración hasta que aparece un misterioso personaje que le dará la vuelta a la situación. Pankov traslada esta farsa a un mundo de sueños y de falsas ilusiones, también de caóticos esperpentos. Los músicos se entremezclan con los actores que hacen de invitados a la boda. Suena Stravinski, mezclado con antiguas canciones populares eslavas y bielorrusas. La representación remite a Grecia, como la imagen de un sueño, y a la Unión Soviética, vista como un remoto lamento o una estridente música rock En la producción participa la compañía del Teatro casi al completo, por lo que conviven dos generaciones de actores que conectan muy bien con los nuevos aires de SoundDrama.