Teatro

Del teatro, las autonomías y el egoísmo humano

Por Juan Carlos Plaza-Asperilla

14 enero, 2011 01:00

Feudos, feudos, feudos y feudos..., Feudos, feudos, feudos y feudos... Así es ahora España. Y así es ahora el teatro español. Se dice de forma jocosa que los teatros de Madrid son la quinta provincia de Cataluña: Barcelona, Gerona, Tarragona, Lérida y los Teatros de la Comunidad de Madrid. Muy bien, nada que objetar: vienen, hacen, dirigen, programan, gustan. De siempre he sido un liberal y de siempre me ha gustado ver lo que hacen los otros. Pero las cosas no están muy equilibradas. ¿Quién puede ir a la Cataluña oficial con teatro en castellano? ¿Quién puede dirigir uno de sus organismos?... Exclusión.

Así lo podríamos definir. Para recibir: todo. Para dar: nada. Por muy liberal que uno sea, estas manifestaciones del egoísmo cansan, agotan y se digieren con cierta náusea. Desde luego que no es sólo un problema de Cataluña. No. En cualquiera de nuestras autonomías es posible observar este comportamiento. Y, por supuesto, también en el gobierno nacional, y hasta en el europeo (baste pensar en su lamentable proceder con Grecia).

Me he educado en un colegio extranjero, he sido aleccionado en el humanismo y la democracia cuando en este país no existía ni lo uno ni lo otro, soy hijo de españoles, he estudiado idiomas y me he interesado profundamente por la cultura nacional, autonómica y extranjera. Soy un liberal, sí, y me enorgullezco de ello. Lo soy con los otros y conmigo mismo; pero, por un arraigado sentido moral y de justicia, necesito que los otros también ejerzan ese liberalismo, especialmente cuando se jactan de ello. Tengo paciencia, mucha paciencia, muchísima paciencia, pero llega un momento en que hay que hablar y decir: queridos ciudadanos autonómicos, basta. Queridos directores de teatro, basta. Queridos espectadores, basta.

El problema de la cultura española no es la cultura sino el egoísmo: "no hablarás con tu idioma en mi tierra", "no pensarás con tu idioma en mi tierra", "no dirigirás con tu idioma en mi tierra", porque "mi tierra es mía y tú eres un extranjero. Dame tu dinero, pero no me des tu palabra". Sin darnos cuenta, los españoles nos estamos obligando a un tácito éxodo interior. Un día no te dejan dar clase en la universidad y tienes que abandonar a tus alumnos. Otro, te prohíben escribir el rótulo de tu establecimiento en el idioma que conoces, y tienes que cerrar tu negocio, algunos incluso su casa... Te dices que son las leyes, los parlamentos y la democracia; y lo aceptas y respetas; pero comienzas a intuir que hay algo que no funciona bien en este juego de poderes autonómicos. "¿Por qué esta exclusión?", te preguntas, y sientes una sorda tristeza y un creciente disgusto con unos gobernantes que están más ocupados en imponer sus ingeniosos proyectos políticos que en obtener la igualdad entre todos sus ciudadanos.

Que quede claro. No es un problema sólo de Cataluña. No. Lo es de la mayoría de los gobiernos autonómicos, de la mayoría de los organismos culturales y de la mayoría de los directores y gestores de teatro que creen estar cubiertos con su pequeño manto de poder sin que nadie se atreva a decirles que están desnudos. Somos todos muy hipócritas y nuestro alcance moral es muy corto. No hacemos nada por los otros. Queremos sólo nuestra gloria personal, unas pocas monedas y aplausos con los que quedar henchidos. Eso tiene un nombre: egoísmo. No, no es política, ni gobierno, ni gobernabilidad, ni gestión, y mucho menos cultura. Es algo mucho más sencillo y humano, tan lastimosamente humano que da pena nombrarlo. Egoísmo. Pobres nosotros. Pobres humanos.

Juan Carlos Plaza-Aspereilla es dramaturgo e investigador teatral