La toma de la comuna de Ecouché constituía un pilar más de la operación Falaise Pocket, una serie de movimientos de las fuerzas aliadas que buscaban cercar y cortar la retirada a los ejércitos nazis en los compases finales de la batalla de Normandía. Tras la rápida ocupación de la ciudad el 13 de agosto de 1944, los integrantes de la Nueve, una compañía integrada en la División Leclerc, tuvieron que emplearse a fondo para poder asegurarla. Durante los cinco días siguientes fueron bombardeados por error por la aviación estadounidense, soportaron un intenso fuego de artillería e hicieron frente a varios contraataques alemanes.
En el fragor de esos intensos choques, José Nadal Artigas fue alcanzado en la cabeza por una ráfaga enemiga y perdió la consciencia. El anarquista catalán, viendo el inminente desenlace de la Guerra Civil, había huido a Francia en febrero de 1939. Fue internado en el campo de Argelès-sur-Mer junto a su hermano Constant, del que lograron huir seis meses después ayudados por unos campesinos de la zona. José y sus camaradas alcanzaron Lyon y empezaron a trabajar en una mina de Saint-Étienne. Tras la firma del armisticio, se alistó voluntario por cinco años en la Legión extranjera gala, y el rumbo de la II Guerra Mundial le empujaría a combatir en el seno de las Fuerzas Francesas Libres.
Antes de resultar herido, Nadal Artigas presenció cómo Constant, que también formaba parte de la legendaria compañía, cayó abatido por las balas enemigas. "Cuando me desperté, estaba en el hospital. Estuve allí veinticuatro horas, hasta que un teniente me dijo que mi hermano había muerto", recordaría años más tarde. Su pérdida la achacaba a un grave error estratégico del líder de la Nueve, el capitán Raymond Dronne. "Salí del hospital dispuesto a matar a Dronne. Pero mis compañeros me lo impidieron. Tras la guerra, sin embargo, no sé cómo, nos hicimos amigos".
Ecouché significó el bautismo de fuego de la Nueve, pero también un punto de inflexión en su historia: fue el lugar donde la compañía registró sus primeras bajas y el momento en que los veteranos embarcados en África en el verano de 1943 empezaron a ser reemplazados por jóvenes franceses recién alistados.
Porque a pesar del mito que envuelve la memoria de la Nueve como "los españoles que liberaron París", en realidad se trató de "una compañía transnacional", como demuestra con numerosa documentación el historiador Diego Gaspar Celaya en su nueva obra, Banda de cosacos (Marcial Pons). Desde su creación y hasta su disolución en 1945, al menos 360 hombres de catorce nacionalidades —181 españoles, decenas de antifascistas europeos, jóvenes norteafricanos y franceses huidos de la metrópoli— sirvieron en sus filas. El propio curso del conflicto iría modificando la original mayoría española, sobre todo excombatientes republicanos, en favor del colectivo galo.
El refugio de Hitler
El profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y experto en el estudio de los voluntarios españoles en las fuerzas de la Francia libre firma una profundísima investigación en la que no solo recoge la historia de la Nueve a nivel cuantitativo, la procedencia geográfica y la edad media de los reclutas —27 años a 24 de agosto de 1943, fecha de creación de la División Leclerc— o los combates en los que participaron.
Traza, además, un valioso ejercicio de historia social que indaga en aspectos como las motivaciones bélicas de los soldados, en sus intentos de deserción o en su comportamiento durante los períodos de formación y descanso en retaguardia —desde los bailes flamencos en Inglaterra de Luis Cortés, el Gitano, hasta las jornadas de prostitución y alcohol en el parisino Bois de Boulonge—. Una narración, en definitiva, que permite reconstruir con sumo grado de detalle la experiencia del antes, el durante y el después de la guerra de estos "cosacos", en la que llegaron a cruzarse con Ernest Hemingway.
De los 125 españoles de la Nueve que desembarcaron el 4 de agosto de 1944 en el sector de Utah Beach, casi un mes después del Día D, veintisiete morirían en las batallas de Ecouché, París y Chatel-sur-Moselle, y al liberar diversas poblaciones en su avance hacia Estrasburgo.
Gaspar Celaya arroja luz sobre algunos de los momentos que han contribuido a armar la leyenda reciente de la compañía. La Nueve, con veintitrés vehículos, formó parte del destacamento de 170 militares —había 68 españoles— a las órdenes de Dronne que alcanzó el Ayuntamiento de París, sin encontrar apenas resistencia alemana, en la noche del 24 de agosto. Según el autor, que rechaza el empleo de las etiquetas heroicas, "fueron la vanguardia de los miles de hombres que liberaron la capital francesa al día siguiente". De hecho, los semioruga de los cosacos eliminaron a varios francotiradores activos durante las celebraciones por la victoria, minadas por las bombas de la Luftwaffe.
En la memoria popular de la Nueve también se destaca su participación en la captura de la localidad de Berchtesgaden y del Nido del Águila de Hitler, en pleno corazón de los Alpes bávaros. Lo cierto es que la compañía tuvo que sofocar diferentes focos de resistencia en torno al pueblo de Inzell y no llegó hasta el 5 de mayo de 1945 a la mencionada población, un día después de la infantería estadounidense. Eran 38 los españoles que quedaban. Algunos de ellos subieron dos días después al Berghof y se llevaron "recuerdos".
"Seguimos luchando hasta que llegamos al mismo refugio de Hitler. Allí terminó la guerra [...] Me desmovilizaron a finales de agosto de 1945. Nunca volví a España", recordaba José Nadal Artigas. Un héroe para Europa, un rojo desafecto perseguido en su país.