Así consiguió Madrid el Templo de Debod: la cláusula para su donación que nunca se ha cumplido
Se cumple medio siglo de la inauguración oficial del monumento del siglo II a.C., que fue transportado por mar desde Alejandría en 1.359 cajas.
17 julio, 2022 01:51Muy poco se sabe de Adijalamani, monarca del reino nubio de Meroe a principios del siglo II a.C. Su nombre apenas aparece mencionado en algunas inscripciones de la cámara funeraria de su pirámide y en un fragmento de estela encontrado en una estructura religiosa de la isla de Filé. El documento que más información arroja sobre su vida es una capilla con relieves dedicada a los dioses Amón e Isis y construida a una veintena de kilómetros al sur de Asuán, cerca de la primera catarata del Nilo. Hoy conforma uno de los monumentos más singulares del paisaje de Madrid: el templo egipcio de Debod.
Cómo se gestó la donación y se llevó a cabo el transporte de uno de los escasos testimonios arquitectónicos del Antiguo Egipto que pueden verse completos fuera de su lugar de origen es una peripecia fascinante, digna de recordar ahora que este julio se cumple medio siglo exacto de su inauguración oficial. Un espacio, además, de permanente actualidad por el deterioro —debido a la humedad, la contaminación atmosférica, los actos de vandalismo o su uso como nido de aves— que llevan años denunciando muchos profesionales del patrimonio.
La capilla original erigida por Adijalamani fue ampliada hasta en tres ocasiones en época ptolemaica y otras dos durante los reinados de los princeps romanos Augusto y Tiberio, que culminaron su decoración. El templo quedó abandonado definitivamente en el siglo VI, cuando Justiniano decretó el cierre de estos centros paganos. Al expolio de los sillares y la erosión del paso del tiempo se sumó en 1868 un terremoto que dejó al conjunto en un estado de semirruina.
Tras la construcción de la primera presa de Asuán a principios del siglo XX, el monumento fue condenado a sobrevivir cerca de nueve meses al año bajo agua. El proceso de inmersión-secado agravó el ya de por sí delicado estado de la piedra arenisca y terminó de borrar la policromía de las paredes. A finales de la década de 1950, al conocerse los planes de construcción de una segunda gran presa que sumergiría todos los sitios arqueológicos de Nubia, la UNESCO lanzó un proyecto de colaboración internacional para salvar y estudiar este patrimonio.
Ahí es cuando entró en liza un comité español dirigido por el profesor Martín Almagro Basch, cuya misión se centró en excavar diversos yacimientos de la Nubia sudanesa y egipcia a lo largo de siete campañas. Además, se publicaron ocho volúmenes de memorias con los resultados de los trabajos. La recompensa del Gobierno egipcio a los países que participaran en las labores de salvamento era la donación de cuatro templos de la zona: Taffa, que acabaría en un museo de Países Bajos, Dendur (EEUU), Ellesiya (Italia) y Debod, el más grande y codiciado.
España amparó su petición, formalizada en febrero de 1964, en los éxitos de su misión arqueológica y en el medio millón de dólares aportado para la salvación de los templos de Abu Simbel y de Filé. La cifra resultaba simbólica en comparación, por ejemplo, con los 18,5 millones destinados por Estados Unidos. Y a pesar de la oposición de varios integrantes del comité consultivo para la salvación de los monumentos, se decidió enviar el templo egipcio a la Península, gracias también a las filtraciones que se habían publicado en la prensa.
Casi 2.000 bloques
La decisión quedó ratificada mediante un decreto presidencial fechado el 30 de abril de 1968. Llama la antención que una de las condiciones establecidas para la donación fuese que "bajo ninguna circunstancia deberá el monumento ser expuesto al aire libre, sino que deberá ser alojado en un edificio especialmente construido o reformado para ese propósito". Una exigencia que nunca en medio siglo se ha cumplido. Lo recordó en su última visita a Madrid el popular egiptólogo Zahi Hawass, añadiendo que si "si tú das un regalo a alguien y esa persona no lo valora, debe devolverlo". Desde el Consistorio se defiende que el conjunto no corre peligro inminente y se va a convocar un congreso de expertos en 2023 para valorar su futuro.
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El Templo de Debod había sido desmontado y enviado a la isla Elefantina en 1961. La odisea hacia España de las 1.359 cajas, que contenían 1.724 bloques cuyo peso rondaba la mil toneladas, arrancó en el puerto de Alejandría en abril de 1970. Su destino iba a ser Madrid, aunque otras ciudades como Elche, Almería y Barcelona también se ofrecieron como nuevo paisaje del edificio antiguo. Los gastos de transporte, que se acercarían a los diez millones de pesetas, fueron abonados íntegramente por el Ayuntamiento de la capital.
El espacio escogido para su reconstrucción fueron los terrenos del antiguo Cuartel de la Montaña, núcleo neurálgico del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 en Madrid y escenario de una orgía truculenta de sangre. Su ubicación en primera línea de frente propició su estado de ruina casi absoluta. En la posguerra, el arquitecto de la Junta de Reconstrucción de la ciudad, Pedro Brigador, proyectó para el solar un megalómano edificio destinado a acoger la sede central de FET-JONS. Y aunque Franco aprobó el plan en 1946, nunca llegaría a ejecutarse. Tampoco urbanizar la zona con viviendas, pues significaba profanar un lugar de culto a la memoria de los "caídos". El alcalde Carlos Arias Navarro encontró la solución a estos debates con el Templo de Debod.
Casi dos años duraron las labores de restauración del monumento. Y no fue un trabajo sencillo: el Servicio de Antigüedades de Egipto solo entregó un plano y un croquis de los alzados con una numeración de la situación de los bloques, de los que más de cien la habían perdido y otros cuatrocientos portaban una signatura incorrecta. "Nosotros pacientemente tuvimos que ir interpretando las signaturas y subsanando algunos errores pues había bloques que tenían la misma referencia topográfica y fue preciso averiguar pacientemente cual era su verdadero sitio", explicaba Martín Almagro.
Para conseguir su aspecto de hace más de dos mil años, completo, se recurrió a la técnica de anastilosis, utilizando piedra blanda de diferente color, procedente de Salamanca, para distinguirla de los bloques originales. La terraza del templo se cubrió como protección frente a la climatología mientras las piezas antiguas que quedaban a la intemperie fueron tratadas químicamente para reforzar su protección. Delante del edificio se reconstruyeron dos de los tres portales de piedra que tuvo el recinto y que probablemente conducían el acceso a través de una vía procesional. El rey Adijalamani se presentaba así ante Madrid.