Los claveles de la revolución portuguesa de 1974 también florecieron en España
Las conexiones entre la rebelión del país vecino y la Transición española son muchas, como muestran dos libros que conmemoran su 50.º aniversario.
25 abril, 2024 02:22El 1 de mayo de 1974, en las celebraciones del día de los trabajadores, Oporto se llenó de gallegos. Cuentan que familias enteras de antifranquistas cruzaron la Raya para celebrar el triunfo de la Revolución de los Claveles. Aún no se sabía, sin embargo, que la icónica revuelta del 25 de abril llegaría a ser una acción única en la historia política universal.
Un grupo de capitanes -jóvenes mandos intermedios del ejército portugués- había dado un golpe de Estado contra una anquilosada dictadura que sostenían otros militares. Pretendían facilitar la democracia y volver a los cuarteles.
En pocas horas, el capitán Salgueiro Maia se había impuesto en Lisboa y había obligado a rendirse al dictador, Marcelo Caetano. Acto seguido, confirmando la vocación pacífica de la revuelta, lo había evacuado a escondidas, en un coche blindado, para evitar que lo linchasen.
Los rebeldes tomaron cinco puestos de la frontera española. Temían una posible ayuda del ejército de Franco
Por delante quedaba un año y medio agitadísimo hasta que, no sin obstáculos (contragolpes derechistas, revueltas, el país al borde de la guerra civil), el Estado Novo salazarista quedase desmantelado en noviembre de 1975. Precisamente cuando Franco moría y los españoles podían sumarse a la fiesta.
Las conexiones entre la revolución portuguesa y la transición española son múltiples, como muestran dos libros que conmemoran estos días el 50.º Aniversario del golpe.
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En Abril es un país (Tusquets), la periodista Tereixa Constenla cuenta que la primera vez que se escuchó en público Grândola Vila Morena -convertida en himno de la revolución tras servir de contraseña radiofónica para los golpistas en la madrugada del 25 de abril- fue en Santiago de Compostela. Escrita en 1964, Zeca Afonso no la interpretó hasta 1972. Lo hizo subido a las mesas de la cafetería de la Facultad de Económicas de la ciudad gallega.
Las revoluciones necesitan símbolos y la portuguesa va sobrada de ellos, aunque en principio no surgieran para ese fin. Zeca Afonso -que, por lo demás, era un conocido disidente- no compuso la canción pensando en una revolución sin tiros. De hecho, los capitanes la eligieron sobre todo porque ya había sonado en la radio sin molestar a la censura.
Aunque es cierto que aquella canción que hablaba de una terra da fraternidade bien podía simbolizar una revolución pacífica. Además, al ser obra de un disidente, delimitaba desde el principio la pulsión ideológica de la revuelta.
Tampoco los claveles eran todos rojos como la revolución, cuenta Constenla. El origen del mito está en un sencillo gesto de una camarera, Celeste Caerio, que tropezó con una columna de militares en su avance hacia Lisboa. La mujer llevaba claveles rojos y blancos para decorar el restaurante en el que trabajaba. Pero al llegar el jefe le dijo que, con los militares en la calle, era mejor no abrir ese día. Y que se llevase las flores.
De camino, un soldado le pide un cigarro. Celeste, que no fuma, le da un clavel. Y el soldado lo mete en la boca del fusil. Celeste reparte los demás claveles, blancos y rojos. Y el resto de los soldados los colocan en el mismo sitio. Después vienen las fotos. Y, con el tiempo, el símbolo, ya sin claveles blancos, de una revolución roja pero hasta cierto punto -hubo seis muertos- sin sangre.
El día del golpe, los rebeldes, además de repartirse por cuarenta puntos del país, tomaron cinco puestos de la frontera española. Los capitanes temían una posible ayuda del ejército de Franco, en cuyo seno, sin embargo, también había surgido una considerable disidencia.
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En Mojar la pólvora. La historia de la UMD y la Revolución de los Claveles (La Esfera de los Libros), el periodista Alfonso Domingo detalla los contactos y los paralelismos entre el golpe de los capitanes de abril y los esfuerzos de parte del ejército español por desbancar a Franco.
El 26 de abril, el capitán Julio Busquets, de poco más de cuarenta años, da un respingo en su casa de Barcelona. Está viendo por televisión las noticias, si bien sesgadas (más tarde Televisión Española y Radio Nacional, para evitar que la gente cruzase la frontera, extendería el bulo de que en Portugal había un brote de cólera) de lo que ocurre en el país de al lado.
Como reconocerá en sus memorias, lo que había hecho en Portugal el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), la organización clandestina que estaba detrás del golpe, le inspiró para la creación de la Unión Militar Democrática (UMD), de la que fue fundador —junto a otros como Xosé Fortes o Luis Otero— y primer secretario. El régimen los laminaría a todos.
Según Domingo, había una comunión generacional entre ambos movimientos militares. "En el ejército español, los demócratas son capitanes y comandantes que no han vivido la Guerra Civil y que en su mayoría tienen una formación universitaria", explica. Al igual que los militares portugueses, no se sienten identificados con un régimen basado en el inmovilismo y en el culto a héroes caducos. Y el aperturismo que en teoría están experimentando ambos regímenes resulta ser falso.
En Portugal esto es especialmente decepcionante, ya que en 1968, con la llegada al poder de Marcelo Caetano, exrector de la Universidad de Lisboa e intelectual de prestigio en el país, se esperaba que el país virase hacia un régimen más abierto.
Por si fuera poco, seguían enfangados en una guerra colonial que ya duraba trece años y en la que habían muerto diez mil portugueses y cuarenta y cinco mil africanos. Además de los ciento veinte mil militares que habían vuelto de África con alguna discapacidad o con trastornos graves de estrés postraumático.
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Como recuerda Constenla, la situación económica de ambos países también había discurrido por caminos paralelos. "Si en los primeros años Caetano se beneficia del crecimiento económico, a semejanza de lo que está ocurriendo en España con los planes de desarrollo que impulsa su amigo, Laureano López-Rodó, la economía se repliega en los setenta", escribe.
Por otro lado, la represión ejercida por la PIDE -órgano represor portugués que Caetano refunda, pero no transforma- se agravó, como recoge Costenla de un trabajo de la historiadora portuguesa Irene Flunser, "a medida que surgían las organizaciones de lucha armada y de extrema izquierda y se agudizaron las luchas estudiantiles y de trabajadores".
En España, apenas dos meses antes de la Revolución portuguesa, el régimen había ejecutado a Puig Antich. Era el último zarpazo de un animal moribundo.