Marco Aurelio, el emperador estoico convertido en la inspiración de los 'coaches' motivacionales
- En 'Marco Aurelio y los límites del imperio', Pablo Montoya se aleja de la visión del emperador filósofo popularizada los últimos años para analizar su lado más humano.
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Abogaba por la hegemonía cultural de Roma y la asimilación de los bárbaros en su seno. Sus Meditaciones son un compendio de aforismos con los que saber afrontar los escollos que ofrece la vida en sus instantes más duros. Paradigma del gobernante justo, defendió la diplomacia por encima de la guerra -que pese a todo fue una constante en su mandato- y la mejora en las condiciones de los esclavos. Por todo ello, Marco Aurelio (Roma, 121-Sirmio, actual Serbia, 180) fue considerado el "último de los cinco emperadores buenos" de la época del imperio romano.
Tal ha sido la influencia de Marco Aurelio, que aún hoy sus Meditaciones son ampliamente leídas y aplaudidas. Lamentablemente, esa reverencia actual no viene -al menos no principalmente- de grandes pensadores al uso. Entre sus seguidores más ruidosos se encuentra, en cambio, una pléyade de oradores motivacionales que celebran entelequias como el "hombre hecho a sí mismo". Su éxito, insisten, se debe a seguir una mentalidad afín al estoicismo. Nada tienen que ver las bochornosas cantidades de dinero que pagan quienes van a escuchar sus peroratas atendiendo a la promesa de un cambio en su vida.
Pablo Montoya (Barrancabermeja, Colombia, 1963), autor de Marco Aurelio y los límites del imperio, no es, afortunadamente, tan proclive a la creatina o a las charlas motivacionales como el resto de seguidores contemporáneos del emperador romano y su doctrina estoica. Su aproximación es, en cambio, de corte humanista, y parte de un interés por el hombre que había detrás de la leyenda que lo envuelve y sus evidentes contradicciones. En su obra, el emperador comparte en primera persona el relato de su vida. "Ahora las Meditaciones sirven a mucha gente, sobre todo empresarios [ríe], pero es un recopilatorio de reflexiones cuya intención es tratar de entender cómo afrontar la cotidianidad", empieza diciendo el escritor.
Un interés que, además, parte de una coincidencia en dos momentos separados en el tiempo: "me cautivó la relación de su mandato con la epidemia de peste que sufrió durante sus primeros años como emperador. Esta novela se construyó durante la pandemia y me pareció que había muchas similitudes entre ambas épocas. Quise auscultar la figura de un hombre capaz en el poder, con las mejores intenciones que uno se pueda imaginar, un emperador filósofo, en una época de crisis que le supera", comparte Montoya con El Cultural.
Que "Dios ofrece sus peores batallas a los mejores guerreros" es una máxima cuestionable, pero parece acertar en lo referido a las epidemias de peste en la Antigüedad. Ya Pericles, el gran gobernador ateniense que llevó a la cuna de la filosofía occidental a su máximo esplendor, sucumbió al azote de una plaga semejante. Ahora, medio milenio después, era el turno de Marco Aurelio. "A pesar de sus buenas intenciones fue un mandato catastrófico por las situaciones insalvables a las que se tuvo que enfrentar. Esa similitud con nuestro presente fue lo que me invitó a abordar su figura", confiesa el autor colombiano.
"Fue un hombre destinado a la filosofía, a los libros, a la retención. Pero por los avatares del destino, por haber sido adoptado por Antonino Pío [anterior emperador], se vio obligado a asumir el mando junto a Lucio Vero", reflexiona Montoya. Es algo que resulta llamativo al repasar la cronología de su mandato. Si bien es conocida su propensión a la paz y la contención, su período de gobierno está jalonado de conflictos bélicos, siendo precisamente la excepción los escasos años de paz. "Era un hombre que defendía las virtudes de la paz pero se vio bajo la obligación de enarbolar la idea de civilización expansiva y guerrear".
Al afirmar que su mandato fue catastrófico, Montoya va a contracorriente del discurso de muchos historiadores, para los que el gobierno de Marco Aurelio fue a todas luces positivo. "Lo cierto es que viendo en panorámica su mandato, tuvo que capear una crisis tras otra. Las inundaciones, las epidemias, el auge del cristianismo... Se enfrentó a un momento crítico de la historia de Roma", asegura.
Un error llamado Cómodo
En efecto, Marco Aurelio es recordado, sobre todo, por sus Meditaciones, pero también por haber tomado una de las decisiones menos meditadas de la historia de Roma, que Ridley Scott inmortalizó -tomándose ciertas licencias- en Gladiator (2000). Los últimos emperadores habían ascendido al trono al ser adoptados por sus antecesores, afianzando la idea del "liderazgo de los mejores". Por alguna razón, sin embargo, el protagonista del libro de Montoya decidió nombrar como sucesor a su propio hijo, Cómodo, quien ya desde su tierna adolescencia mostraba su fascinación por la violencia y las pasiones bajas.
"Es el gran reproche que se le ha hecho a Marco Aurelio -observa Montoya-. Es en lo que todos coinciden. Interrumpió el mandato por adopción, ese gobierno del más apto, y volvió a la sucesión familiar. Es muy posible que hubiera presión por parte de la familia, sobre todo su esposa".
Aún así, también a este respecto difiere del discurso habitual el autor colombiano: "para muchos el advenimiento de Cómodo es en un principio positivo porque regula la economía del imperio. Interrumpe las guerras de su padre, que significaban un gasto enorme para Roma y tenían a mucha gente descontenta. Sus primeros años son equilibrados. El problema viene cuando se convierte en ese personaje pérfido que todos conocemos. El balance de muchos historiadores es que, al retirarse de esa guerra, estabilizó la economía del imperio".
En la novela de Montoya somos testigos de la vida de un hombre que acierta en ocasiones, falla las más de las veces y es, en resumen, humano. Como tal, sucumbe a las presiones conyugales a la hora de decidir sobre cuestiones de gobierno. Como tal también, cede a las necesidades del cuerpo: "Lo quise alejar del Marco Aurelio santo, que era tan frecuente en la literatura anterior. Yo, en cambio, he apostado por erotizarlo, por desarrollar la historia que tuvo con su concubina una vez falleció su mujer. Me interesé mucho en darle un contorno, un perfil a esos asuntos íntimos".
Tan humano es el Marco Aurelio de Montoya, que incluso flirtea con las drogas. El emperador nos confiesa su asistencia a los conocidos Misterios de Eleusis, un ritual milenario en honor a Démeter que se llevaba a cabo cerca de Atenas y cuyos pormenores estaba prohibido difundir. Albert Hoffman, creador del LSD, fue el que descubrió junto a sus compañeros que la liturgia griega se basaba en un viaje lisérgico motivado por la ingesta de centeno infectado por el cornezuelo. "De este hongo es de donde proviene el LSD. en los Misterios había varios niveles de iniciación, y se dice que Marco Aurelio llevó a cabo el nivel más profundo. Así que si, me tomé la licencia de poner a Marco Aurelio comiendo hongos", concluye, entre risas, el escritor.