Un pequeño grupo de pobladores tardoantiguos se asentó en el siglo VI en las inmediaciones del actual municipio de Hoyo de Manzanares, justo al pie de la sierra de Hoyo. Allí, quizá por los recursos que ofrecía el entorno, desarrollaron una comunidad monástica con viviendas semirrupestres, un centro de culto, caminos, ámbitos productivos y recintos para el cuidado de animales. Pero la ocupación del yacimiento de La Cabilda, ubicado en el Parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares, no finalizó de forma radical con la conquista islámica de la Península Ibérica, sino que se transformó a las costumbres y arquitectura de la nueva cultura y siguió en uso al menos hasta un momento próximo a la fundación de Madrid, hacia el año 856.
Las excavaciones realizadas desde 2019 por un equipo de la Universidad Complutense en la zona más meridional del enclave han sacado a la luz los vestigios de esa fusión entre los periodos visigodo e islámico, representados a través una pequeña unidad doméstica utilizada desde el siglo VII hasta el IX y con varias fases acreditadas. "Se trata de la primera evidencia arqueológica de tipo constructivo que se puede adscribir sin ningún género de dudas al periodo emiral de la sierra de Madrid", resumen los directores de los trabajos, los profesores Jesús Salas Álvarez, Rosalía Durán Cabello y el catedrático de Arqueología Ángel Morillo.
"Lo interesante es haber documentado restos constructivos de muros de tapial fabricados con tierra y relleno interior de pequeñas piedras y tejas y cerámica fragmentada, que forman parte de una tradición constructiva muy diferente a lo anterior, que presenta muchos paralelos con la arquitectura andalusí", añade este último.
Los arqueólogos han identificado un asentamiento humilde y de pequeñas dimensiones, una unidad doméstica y productiva de una aldea, construida en torno a un gran afloramiento rocoso utilizado por los antiguos pobladores para apoyar sus viviendas. Estos espacios se cerraron con estructuras de mampostería, alzados, seguramente de tierra y barro rellenos de piedra, y tejados hechos de madera y cubiertos con tejas.
Los suelos en época tardoantigua fueron rellenados con esas mismas piezas para aislar la humedad, mientras que en el periodo islámico se decantaron por tejados de madera, tal vez debido a un uso más estacional de los espacios. También se han descubierto varios aljibes tallados en la roca viva —uno incluso con un pasillo de acceso cerrado por una portezuela de madera— que relatan los problemas de abastecimiento de agua ante la falta de manantiales cercanos, así como almacenes y establos.
En cuanto al registro material, las intervenciones han permitido recuperar fragmentos de vidrio y cerámica claramente emiral que están siendo estudiados para poder precisar las fases de ocupación del sitio con mayor detalle, además de varias puntas de hierro: un venablo que apareció en un espacio ennegrecido relacionado con una cocina, donde había una plataforma para encender el fuego y colocar los recipientes, una alabarda de 17 centímetros y probablemente una lanza.
¿Evidencias de actividades cinegéticas o de la presencia de un contingente armado? "Hay demasiadas cosas de caza que seguramente no son solo de caza", responde Ángel Morillo, catedrático de Arqueología. "Algunos elementos nos indican una presencia posiblemente armada. Una partida militar es mucho decir, pero sí quizás de reconocimiento".
Espacio funerario
El yacimiento de La Cabilda fue descubierto durante unas obras de ampliación del cementerio de la localidad. Las excavaciones empezaron en 2014, dirigidas por los investigadores del Equipo A de Arqueología y continuadas por la consultora Audema en 2018, y se centraron en la parte norte del sitio, donde se encuentran las estructuras más antiguas y monumentales, como una iglesia o posible cenobio. Hace cuatro años, la Comunidad de Madrid solicitó a los profesores de la UCM desarrollar un proyecto científico, que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares y la Asociación Cultural El Ponderal. Una primera prospección no invasiva con el georradar ya desveló el potencial del asentamiento tardoantiguo. Los últimos resultados se presentaron en la Reunión Anual de Arqueología Madrileña, celebrada en el Colegio de Arqueólogos de Madrid.
"Por primera vez hemos constatado que el asentamiento no desaparece con la invasión islámica, sino que se mantiene y perdura hasta mediados del siglo IX, coincidiendo con la fundación de Madrid", explica Morillo. En ese momento fue cuando se reestructuró toda la frontera de Toledo para hacer frente a las incursiones de los cristianos desde el norte y se reorganizó el poblamiento. "No hay un cambio radical. En La Cabilda siguen viviendo durante un siglo y medio de forma muy parecida. Empiezan a llegar cerámicas y técnicas constructivas nuevas, pero no estamos hablando de un aporte de población ni cambios culturales relevantes: son los mismos de antes, solo que los grupos dirigentes que gobiernan ahora son de religión islámica".
La Cabilda fue un asentamiento rural de poblamiento disperso, rústico y pobre en el que sus habitantes vivieron al límite de la subsistencia. Su economía estuvo basada en actividades agropecuarias —cultivo de la cebada, el centeno, ganadería— y silvícolas —explotación de la miel o la cera del bosque—, así como de caza.
Además, se enfrentaron a un gran problema: la escasez del agua, que apenas filtra por ser suelos fundamentalmente de granito. De ahí que tallasen y construyesen aljibes, e incluso protegiesen su acceso. Uno de los principales objetivos de la próxima campaña de trabajo de campo de los arqueólogos, prevista para el mes de junio, consistirá precisamente en resolver los obstáculos relacionados con el ciclo del agua.
Otro de los grandes interrogantes radica en el área funeraria del yacimiento, que pasa por debajo de dos cementerios modernos (cristiano y hebreo). Se han documentado varias tumbas antropomorfas excavadas en la roca, que estarían tapadas con unas simples lajas, pero sin nada en su interior. Que se hayan encontrado tan cerca de las casas podría indicar que son de época más tardía, pues el hedor de los cadáveres en descomposición sería insoportable.
A los arqueólogos también les ha sorprendido que casi todas las piedras de las estructuras habitacionales se habían roto y caído en la misma dirección, hacia el suroeste. Según la opinión de los especialistas del Instituto Geológico y Minero no se puede asegurar de forma categórica que se produjera un terremoto debido a la dificultad de identificar movimientos sísmicos sobre el granito, pero es algo que no se puede descartar completamente. Lo que parece claro es que ya se registró tras el abandono del sitio, la primera aldea emiral de la sierra de Madrid.