Letras

Leo en la cama

Berta Vías Mahou

14 marzo, 1999 01:00

Espasa. Madrid, 1999. 233 páginas, 2.300 pesetas

Esta es una novela de novelas, pensada para adictos a la literatura o para lectores valientes, cebada de constantes y excesivas referencias literarias

La literatura -la ficción- es, ante todo, un acto de comunicación. En cambio, la realidad deja al descubierto, demasiado a menudo, la incapacidad de los seres humanos para comunicarse. De esta bipolaridad parte la primera novela de Berta Vias Mahou, una madrileña de 38 años, traductora de alemán y autora de dos títulos anteriores: Galería sexual. Retratos femeninos (relatos) y Catorce gotas de mayo (novela juvenil).
En Leo en la cama, Vías se enfrenta al difícil tema de las relaciones humanas: el aburrimiento en su matrimonio y la sed de aventuras lleva a su protagonista, Leo, a la búsqueda de amantes ocasionales.
Como una moderna Emma Bovary, Leo rehúye a Alfonso -un buen hombre- y se entrega a las más extravagantes compañías. Pero, a diferencia de la heroína de Flaubert, Leo se halla inmersa en un viaje iniciático que la llevará a entender lo descabellado de su empresa. En un giro argumental inesperado, la autora acaba presentando la trama entera como una invención de Alfonso, el marido cornudo, y a Leo como una humilde aprendiz de sus enseñanzas con moralina.
Y aquí ya ha quedado muy lejos Emma Bovary. A esta incomunicación tan flagrante contrapone la autora el poder comunicativo de la literatura. Para ello se vale de una argucia argumental: Leo es una lectora empedernida, obsesionada hasta lo enfermizo. Y el entramado que da pie a la ficción -recordemos: urdida por el marido- se teje a partir de pequeños homenajes a algunas de las grandes novelas de todos los tiempos, ya que los títulos de cada uno de los capítulos son variaciones, a veces en clave de humor, de los de otras tantas obras de ficción sobradamente conocidas. Por citar algunos ejemplos: "Obesidad variable", "Penes rigurosamente vigilados", "Tópico de cáncer" o "La educación sensacional". Se podría decir, sólo leyendo los encabezamientos capitulares, que esta es una novela de novelas, pensada para adictos a la literatura o para lectores valientes, cebada de constantes y excesivas referencias literarias.
Pero, ¿basta con un tema universal para cautivar al lector? ¿Es suficiente una ingeniosa argucia formal para hacer de ciertas materias primas una buena novela? No, sin duda.
Y este libro lo demuestra. La autora sucumbe ante su propio mal: el exceso de referencias literarias, agotador para un lector medio e incluso para el enterado. En segundo lugar, molesta la inverosimilitud del narrador, y la falta de ambición de la mayoría de escenas. Por último, la historia no deja de ser algo insustancial, que le sucede a cada hija de vecina, y que a las heroínas novelescas les ha sucedido ya demasiadas veces como para que a estas alturas nos engatusen con infidelidades. Y si no, que hablen Emma Bovary, Ana Ozores, Ana Karenina y otras tantas.