Letras

Al romper el alba

Ernest Hemingway

4 julio, 1999 02:00

Traducción de Fernando González Corugedo. Planeta. Barcelona, 1999. 338 páginas, 2.600 pesetas

Al romper el alba no supondrá una variación
sustancial en los estudios de Hemingway, pero leída con el cariño y añoranza del centenario puede ser una de las lecturas más gratas del verano

E ste mes de julio se va a celebrar en Florida un macrocongreso para festejar debidamente el centenario del nacimiento de Ernest Hemingway (21-VII-1899; 2-VII-1961), premio Nobel de Literatura en 1954. También en España se ha rendido el obligado tributo al autor norteamericano más íntimamente relacionado con nuestro país y hace apenas tres semanas el Ayuntamiento de Pamplona saldaba parte de la deuda con él adquirida al organizar un ciclo de conferencias sobre el autor de Fiesta y El viejo y el mar.
Sin embargo, lo fundamental en el año de su centenario será la publicación de una nueva novela, rescatada y editada por su propio hijo Patrick, con el título Al romper el alba. En la versión en castellano se ha omitido (también en los créditos en inglés) el subtítulo con el que apareció en los Estados Unidos, "A Fictional Memoir", algo así como memorias o recuerdos novelados. Anoto esta omisión no por la simple anécdota del, digamos, "olvido", sino porque proporciona una buena idea de lo que encontraremos en su interior. "El manuscrito sin título de Hemingway tiene unas doscientas mil palabras y no hay duda de que no es un diario. Lo que ustedes leerán es una novela, al menos en la mitad de su extensión"... Es lo que nos dice Patrick Hemingway en la "Introducción" y ciertamente el contenido es puramente hemingwayniano... ¿pero acaso hay algo más hemingwayniano que la propia vida del autor? "Un contrapunto ambiguo entre ficción y verdad yace en el fondo de esta memoria" concluye el editor.
No es esta la primera obra póstuma que aparece de Hemingway. En 1964 se publicó París era una fiesta y en 1970 Islas en el golfo (también traducido como Islas a la deriva), donde la pesca -del pez espada creo recordar- era el auténtico motor de la acción. Como contrapunto en la que ahora se publica en todo el mundo para conmemorar el centenario de su nacimiento será la caza, y la caza de un león ni más ni menos, el punto gravitatorio de la narración.
Al romper el alba narra, en primera persona, el safari que hizo Hemingway, en compañía de su cuarta y última esposa, Mary Welsh, a Kenia durante el invierno (Navidades) de 1953-54. Los Hemingway se encuentran cazando en Kenia, llegan las Navidades y encontrar un árbol de navidad se convierte en una prioridad. Pero lo que de verdad quiere Mary es cazar un león. Ese será su objetivo durante toda la obra, hasta que por fin logra cazarlo. Pero Mary no está totalmente satisfecha al sospechar que fue Ernest quien disparó primero y que fue él quien lo mató. Esta sería la línea argumental conductora, salpicada aquí y allá por multitud de acontecimientos paralelos. Los dos más importantes serían aquellos dos donde se narra el inminente ataque de los Mau-Mau al campamento de los cazadores y el singular flirteo amoroso con Debba, con el consiguiente enfado de Mary, una joven africana por la que Hemingway siente una terrible atracción y con la que se casaría si las leyes permitiesen la poligamia.
Como se ve, una historia en la más pura línea Hemingway que evoca claramente tanto a Las verdes colinas de áfrica (1935) como a Las nieves del Kilimanjaro (1936), no en vano Kenia se convierte en el referente obligatorio y el marco omnipresente hasta el punto de considerar el espacio físico, sus características y particularidades, como uno de los motivos fundamentales de la obra (también, en el capítulo XI, aparecen positivas referencias a España: "A Mary le habían encantado España y áfrica y había aprendido sus cosas secretas naturalmente y las había aprendido casi sin saberlo", e incluso se nombra a El Barco de Avila, no por las alubias, sino por "la zarpa de oso clavada en la puerta de la iglesia").
Pero no es sólo el argumento, el estilo, la estructura, la configuración de los personajes, el detalle, por la precisión y concreción que parece encontrarse más próxima al realismo que al modernismo... todos estos elementos nos transportan como por arte de magia a todo un universo de sensaciones -aquellas de los soldados heridos o los dinamiteros- que ya teníamos casi olvidadas paradójicamente por releídas. De nuevo aquellas 110 reglas del Kansas Star, "utilizar el lenguaje de forma correcta, clara, directa y funcional en frases cortas y sencillas con abundancia de verbos y escasez de adjetivos" vuelven a aparecer con la misma convicción que décadas atrás. El capítulo VIII es una delicia literaria que será leído y releído por los seguidores de Hemingway con el mismo deleite que se apura un buen vino. Incluso parece un relato breve comparable, ni más ni menos, a "Cat in the Rain", "The Killers" o "The Indian Camp"; es decir, del mejor Hemingway. No puedo resistirme a citar el comienzo: "El día en que miss Mary cazó su león hacía un día muy bonito. Eso fue prácticamente lo único bonito que hubo. Mary estaba levantada y vestida mucho antes de la primera luz /.../ Todos éramos cazadores y aquello era el inicio de ese ritual maravilloso, la caza."
Al romper el alba no supondrá una variación sustancial en los estudios de Hemingway, pero leída con el cariño y añoranza del centenario, como si hubiéramos encontrado antiguas fotos de familia perdidas en el desván, puede ser una de las lecturas más gratas de este verano que acaba de comenzar.