Ensayo

La tradición velada

Francisco José Martín

4 julio, 1999 02:00

Biblioteca Nueva. Madrid, 1999, 415 págs., 3.750 ptas. fernando Gil Villa: El mundo como desilusión. Libertarias. Madrid, 1999. 207 páginas, 1.650 ptas.

A Francisco José Martín le va algo más que Ortega: expone una síntesis humanista y propone una reforma de la filosofía. Y eso merece la pena ser atendido. Ese juego, desde "dentro" de los textos de Ortega, frente a otros, pero más allá, resulta muy sugerente.

E l primero de estos libros es un soplo de aire fresco en los estudios orteguianos, a veces ensimismados en la obra del pensador y necesitados tanto de datos nuevos como de nuevos puntos de vista. La tradición velada. Ortega y el pensamiento humanista es uno de los libros sobre José Ortega y Gasset que con más placer he leído en los últimos años (no se pierdan el magnífico capítulo VI), también más despacio, por su complejidad, y con una cierta distancia ante algunas de las tesis, es decir, como espectador. Está lleno de posibilidades y de realizaciones, no siempre las segundas consecuencia de las primeras.
Respecto a la forma, tiene análisis brillantes y lagunas en la argumentación; adolece de las servidumbres de un buen trabajo académico al que no se han acabado de podar las suficientes páginas para eliminar repeticiones y notas prolijas innecesarias. Le hubiera venido bien para unificar tiempos y darle la forma definitiva de ensayo, escondiendo las costuras de trabajos presentados en distintas ocasiones. En cuanto al tono, es dialogal, a veces muestra entusiasmo por Ortega, otras le critica y en ocasiones llega hasta reñirle. Porque al autor le va algo más que Ortega: expone, nada menos, que una síntesis humanista y propone una reforma de la filosofía. Y eso merece la pena ser atendido. Ese juego, desde "dentro" de los textos de Ortega, frente a otros, pero a la vez más allá, resulta muy sugerente.
Una hipótesis metodológica recorre todo el libro: "los textos de Ortega hablan por sí solos". Es más, piensa el autor que sólo liberándolos de Ortega mismo podemos percibir su pertenencia a una tradición humanista que él mismo ignoró. Es la "tradición velada", porque Ortega no aprecia el valor filosófico de la retórica y no ha sacado todo el partido posible a su teoría de la metáfora. Desvelar esa tradición implica ir constantemente "más allá", realizando un auténtico ejercicio de "salvación" de Ortega.
Llevado de su entusiasmo en determinados momentos, Francisco José Martín parece indicar sin ambages que Ortega entendió poco de lo que escribió. En definitiva, su pretensión de mostrar los textos de Ortega "desde dentro" le lleva a un planteamiento paralelo al que éste realizó con Goethe. Sólo queda la duda (y es uno de los méritos del libro el haberla suscitado) de si Ortega "tenía que haber sido" lo que el autor afirma para pertenecer a la tradición humanista.
¿A qué tradición? Porque hay varios humanismos. Completamente de acuerdo con la reivindicación de Grassi y su revalorización del sentido filosófico de la metáfora. También del humanismo que entiende la filosofía como filología, y desde luego el que no se hace cuestión escolástica de las relaciones entre filosofía y literatura. Para desarrollar su tesis, el autor ha elegido alguno de los elementos de esa tradición española. Y así, constatando "...la incomprensión orteguiana del valor filosófico de Gracián" le ha injertado magníficamente en Meditaciones del Quijote.
Las páginas dedicadas a los emblemas son excelentes. Y éste es, sin duda, un Ortega que "podía haber sido". Pero ¿autoriza esto a verter juicios tan lapidarios como el conocimiento de segunda mano del humanismo por parte de Ortega, de haberlo sido sin saberlo y a pesar suyo, es decir, a pesar de su "racionalismo" de raíz germánica? Y, sin embargo, el autor con toda honradez no puede por menos que indicar de pasada que "lo curioso" es que Ortega se propone recuperar a Cervantes. No es "lo curioso", es lo "esencial" del humanismo orteguiano. Pero esto nos lleva a otra dimensión del pensamiento de Ortega y su significado para la filosofía española contemporánea.
El último parágrafo "La reforma de la filosofía", en el que el autor imparte doctrina en escasas cuatro páginas, suscita serias reservas. Se vuelve a repetir que el "más allá" de Ortega es María Zambrano, que la razón narrativa tiene que estar basada en la razón poética, que el destino del pensar es el poetizar. Se trata de arraigadas creencias que merecería la pena discutir como ideas. Por eso, este sugerente libro pide una continuación. En todo caso, vuelvo a recordar la necesidad, expresada en las páginas de esta Revista, y compartida por muchos, de salvar a María Zambrano de la secta irracionalista, para bien de la filosofía española, que no puede permitirse muchos lujos cainitas.
De otra índole, pero compartiendo el deseo de ir "más allá" de Ortega, es el libro de Gil Villa, dedicado a su memoria. Arranca de una frase de Ortega que es tanto un análisis como una propuesta: "Ahora se trata de última ilusión: la ilusión de vivir sin ilusiones". El resultado es un insólito recorrido por los espacios del nihilismo contemporáneo en compañía, a ratos, de Jönger y Heidegger.
Entre los méritos del libro está el haber sido capaz de huir de los tópicos sentimentales al uso, de mostrar un talante crítico frente a las ilusiones totalitarias. Pero también de sortear la tentación catastrofista haciendo propuestas constructivas desde el campo de las ciencias sociales y humanas. Y así el nihilismo aparece como una posibilidad de consolidar la tolerancia, de recuperar el valor de lo individual sin refugiarse en la intimidad, y de renovar el proyecto de una tradición liberal que garantice socialmente las libertades individuales.