Letras

Antonio Muñoz Molina publica "Carlota Fainberg"

"Me río de los santones culturales"

21 noviembre, 1999 01:00

Tímido y sereno. Irónico a veces. Despiadado otras. Antonio Muñoz Molina se pierde en las bibliotecas de la Real Academia con evidente placer. Hojea algunos volúmenes, señala otros -"Aquí hay una primera edición de las Obras Completas de Rousseau, porque los académicos tenían bula papal y.podían leerlas aunque estuviesen en el índice". Para él, como para Borges, la felicidad tiene los contornos ciertos de una biblioteca. Es la antesala de esa orgía perpetua que para él, con Flaubert, es la literatura. Diversión y vida. Está a punto de publicar una novela breve, Carlota Fainberg (Alfaguara), cuajada de homenajes y guiños. De ternura, de irrealidad, y soledades y pasión. También de sutil sarcasmo. Así, al describir las miserias de los departamentos de español de las universidades americanas o su jerga seudoprofunda. Dudo que vuelvan a invitarle a ninguna. Tampoco creo que los seguidores de Foucault o Eco le perdonen jamás. No estarán solos.

Al principio sólo fue un reto. Corría el verano de 1994 cuando Muñoz Molina recibió el encargo de escribir un relato relacionado con La isla del tesoro. ¿Elementos? Un soneto de Borges, "Blind Pew", dedicado a un personaje de esa Isla... "que nos dio tanto miedo cuando la leímos", el recuerdo de un semestre como profesor invitado en la Universidad de Virginia y de la primera visita a un Buenos Aires fantasmal.

La escritura de no escribir

-Aunque explica en el Prólogo del libro su génesis, me gustaría conocer más detalles, por ejemplo, ¿por qué tardó cinco años en escribirlo?

-Cada vez tardo más en ponerme a escribir, porque una de las etapas de la escritura es no escribir. Se te ocurre una historia, la acaricias, desaparece, irrumpe violentamente, vuelve a sumergirse... Es una gestación muy lenta, inconsciente y necesaria, porque ese tiempo de inacción sirve para que se fecunde, para que se enriquezca, es tan decisivo como el trabajo real. Por ejemplo, después de publicar Plenilunio en 1997 encontré un cuaderno escrito ocho años antes que ya contenía toda la historia. La literatura es como el fondo del mar, tiene que sedimentar muchos elementos. En estos cinco años yo he crecido con más viajes, conversaciones y gente. Como ya se ha dicho, los obstáculos del camino se convierten en el camino. Además, está bien que en estos tiempos tan apresurados, la literatura sea lenta en su gestación y sus efectos. Por el contrario, no creo que sea bueno el tardar mucho en escribir.

-¿En qué se diferencia aquel relato de la novela que estos días ve la luz?

-No sé si conoces una pieza de Schubert, "La muerte y la doncella", que Mahler orquestó: la novela sería esa orquestación. Ha crecido, hay nuevos personajes, la trama se ha desarrollado plenamente, con resonancias y ondulaciones nuevas.

Suplicio y placer

-En ese mismo prólogo defiende usted el género de la novela corta: ¿cree que es necesario, que va a haber quien la considere una obra menor sólo por su extensión?

-Me da igual. No he intentado defender el libro porque nada te salva ni te pierde sino lo que has escrito, pero tomamos las cosas por lo superficial. Cuando publiqué Ardor guerrero, que era un relato autobiográfico, hubo gente malévola que decía que lo había escrito porque no tenía imaginación, capacidad ni talento para una novela auténtica. La novela corta tiene todas las ventajas del relato y todas las de la novela. Del primero tiene su intensidad y construcción, y de la segunda, su despliegue oceánico, su amplitud inte rior. No hay nada más perfecto que Otra vuelta de tuerca, Los adioses o La invención de Morel.

-Escribió en Diario de Nautilus (1985) que miente "quien dice escribir para nadie, quien dice hacerlo sólo para su placer y suplicio". Sin duda, pero es evidente que escribiendo este libro se ha divertido mucho.

-Por supuesto, pero no es incompatible. Se puede hacer una antología de afirmaciones supuestamente trascendentales como ésta, sobre el pobrecito escritor que escribe para sí, o esa otra de sólo soy un lector. En serio, la escritura es un regocijo íntimo. Si te falta, careces de motor. Tiene que haber alegría en el hallazgo de un nombre y aquí he disfrutado muchísimo. Me parece bonito, por ejemplo, que Claudio enseñe en Humbert College, que viva en Humbert Lane, y recordar así al bueno de Humbert Humbert. También me divertía parodiar algunos comportamientos intelectuales, universitarios, o contar la sensación abrumadora de América, o la soledad. Siempre lo decía Flaubert, escribir es una orgía perpetua, modesta pero orgía.

Sin referencias ni mediaciones

Le avergöenza posar para las fotos, subir a una escalera, por ejemplo, con aspecto indiferente. Tampoco quiere ser muy explícito con los personajes y la historia:

-Me gustaría que el lector se acercara al libro sin demasiadas referencias, que no le ocurra como cuando vas al cine y antes de sentarte ya lo sabes todo, porque has leído las críticas, sabes el argumento y sabes hasta lo que te va a parecer. Quiero que la gente descubra Carlota con inocencia y sin mediaciones.

-A pesar de eso sí me gustaría destacar la evolución de los personajes (dos españoles que se conocen en un aeropuerto, uno profesor asociado en una Universidad americana y otro, un experto en hoteles en crisis). -Van creciendo. Al principio Claudio es muy soberbio, pero acaba dando lástima, va haciendo al lector consciente de su fracaso con fogonazos de su vida interior. En cambio, Marcelo, que parece un patán sexista, va descubriendo su valor a lo largo de la novela. Eso es la literatura, la tensión entre la apariencia y lo que la gente y las cosas son, con impresiones sucesivas. Era muy estimulante crear un personaje por oposición a otro.

-Una de las presencias más honda: es Borges, con referencias tan explícitas como el soneto "Blind Pew".

-Borges ha tenido una influencia decisiva, formativa, en el más exacto sentido de la palabra. Comencé E leerlo a los 19 años, cuando estaba muy perdido y él me salvó de un bloqueo terrible, porque eran los años finales de Franco y yo, que escribía de todo -teatro, poesía, cuentos-, acababa de tomar conciencia política. Desde ese momento la escritura dejó de ser inocente, natural, porque había que atacar a la Dictadura, las costumbres. Me sentía perdido y En Aleph me ofreció esa sensación de placer inmenso de la literatura. También su pureza, su ironía, su sarcasmo, el abrirte a otras literaturas, el descubrir de nuevo nuestras tradiciones, a Quevedo, Cervantes. Sin Borges sería distinto. Sería peor.

- Eso sí, Borges, mal leído, puede ser dañinísimo, puede llevar a la pedantería, pero también Faulkner te puede llevar a la palabrería. Y mira la influencia nefasta e involuntaria de escritores grandiosos como García Marquez.

-Escribe: "El desánimo o la melancolía afecta a mi dominio del idioma"

-Eso nos pasa a todos, a los que somos inseguros. Cuando estás fuera en el extranjero, lejos de casa, hay días que estás triste, y en el súper hablas con una mujer y no te entiende y te pones más triste. Es esa sensación de melancolía de la persona que está desplazada a la que no entienden cuando ayer sí lo hacían.

-Con ironía: "No existe narración inocente, ni lectura inocente"; "todo relato es un territorio cómplice".

-Sí, son ese tipo de cosas seudonada que se dicen en las universidades. Cómo van a ser inocentes o culpables, qué quiere decir. Y eso de territorios cómplices... Me dan arcadas. Sólo es retórica hueca. -Tampoco ahorra pescozones. Describe a Eco como "insigne semiólogo y dudoso novelista". Califica los escritos teóricos de Lezama de incomprensibles. De Foucault dice que no ha terminado ninguno de sus libros. Incluso se menciona una película de Godard de la que todos hablan sin haber llegado a verla jamás,

-Bien, es muy viejo eso de aparentar lecturas, pero aquí he querido reírme de esos santones indiscutibles. Tú vas a las universidades y no abdican de Foucault, de Derrida, convertidos en auténticos gurús incuestionables sobre los que no se acepta el menor reparo. Parece asombroso que en un espacio de investigación cultural, de libertad, no se cuestionen nunca algunos nombres. Y esas frases, esa seudoprofundidad del especialista, ha hecho mucho daño a la literatura. Es una bazofia, pero tiene una importancia tremenda porque afecta al disfrute y al conocimiento, dañan y esterilizan. Harold Bloom dice que la literatura inteligente sólo sobrevivirá de las universidades.

-Uno de los retratos más divertidos y ácidos del libro es el de Ann Gadea Silmpson Maríategui, la Terminator del New Lesbian Criticism,autora de una ponencia sobre "From Aleph to Anus". También se habla de "la epistemología drag queen en el Quijote..." Tal vez parezca una broma, pero ese tipo de estudios se están haciendo ya, son reales y además están de moda, es lo culturalmente correcto.

-Claudio intercala constantemente palabras en inglés en su discurso.

-Bueno, eso le pasa a mucha gente. Se empieza por pedantería, y se acaba convirtiendo en un contagio. Conozco a mucha gente en Estados Unidos que siente que intercalar palabras en inglés es síntoma de que se ha integrado. Pero también hay esa contaminación de un idioma sobre otro, muy distinto al bilingöismo, que supone que se pierda un idioma sin poseer otro.

La legalidad universal

-Otro personaje, Mario, argentino exiliado, confiesa: "los patriotas me arrebataron ¡a patria". ¿Qué piensa del caso Gelman, del caso Pinochet?

-Este personaje mío quería retratar el infortunio del exiliado latinoamericano, producto a su vez del exilio de padres españoles o abuelos judíos. Esta suerte de exilio permanente es provocado siempre por patriotas. Los patriotas siempre fabrican apátridas. Franco fue culpable del exilio de un millón de españoles. Frente a eso hace falta una legalidad universal, que persiga a los canallas. Lo peor es que, como decía Cioran, el tiempo actúa siempre en favor de los tiranos y contra las víctimas.

A pesar de todo, prefiere no hablar ni de política. Sólo de literatura. De diversión. De vida.

-¿Qué está preparando?

-Un experimento literario, cogido aún con alfileres.

-¿No tiene previsto regresar a Mágina, escenario de Beatus Ille y El jinete polaco?

-Siempre hay regresos posibles, no lo descarto. De hecho he escrito un relato que se desarrolla en parte ahí.

Se detiene ahora en la crítica literaria española ("le falta profundidad") para volver a lo de las fotos: "Lo importante es el discurso. Lo demás, lo de las fotos, es superficial Mira los reportajes sobre entregas de premios literarios. ¡Si todos los escritores somos muy feos, horrorosos!

-Los personajes se conocen porque uno de ellos lleva la edición internacional de "El País". Cuando Claudio vuelva a España, ¿se abonará a Canal + y escuchará sólo la SER?

-No, no, no creo, no es necesario (Ja, ja, ja).