Letras

Desorden y dolor precoz

Thomas Mann

31 mayo, 2000 02:00

Trad. de R. Sala y R. S. von Harttung. Klaus Mann: Novela de niños, Alba, 2000. 163 págs, 2.400 ptas.

En 1925 el ya celebérrimo Thomas Mann publicó en una revista literaria de Berlín un cuento largo, llamado al conflicto y a la descendencia: Desorden y dolor precoz. El cuento, como siempre en la literatura de Mann, aborda un tema delicado: la súbita atracción de una niña pequeña hacia un joven y elegante amigo de su hermano. Un límite entre la infancia y la edad adulta, lo vivo y real que -acaso razonablemente- esté prohibido.

Pero para abordar ese tema, Thomas Mann (el doctor Cornelius del cuento, profesor de Historia) se basó en su propia familia. Retrató por encima el deterioro de aquella Alemania inflaccionista, pobre y enormemente abierta a la modernidad de la primera postguerra, y escogió a cuatro de sus hijos como personajes: la niña que sufre prematuramente de amor, Lorchen, es Elisabeth, la hija favorita de Thomas. Bert, el hijo rebelde, lleno de amigos estrafalarios, actores, travestis y homosexuales, es indudablemente Klaus, ya incipiente escritor, del que se dice no domina nada ni sabe hacer nada y no piensa más que en hacerse el gracioso. Junto en él Beisser e Ingrid. ésta es Erika, tratada con más cariño, aunque también moderna e intrépida y que llama a su padre viejito.

Desorden y dolor precoz es un buen cuento que estudia, en parte de la propia familia Mann, la vida alemana de los primeros años 20, desde el rigor intelectual de un padre, que aunque se reconoce anticuado, nunca duda en saberse muy por encima de todo ese desorden, en el que sus hijos mayores viven como pez en el agua.

Sabemos -por una carta a su hemana- que a Klaus Mann no le gustó (o le ofendió) el retrato que, indirectamente, su padre hacía de él en el cuento. Y siempre se ha supuesto que su novelita Novela de niños, publicada en 1926, cuando solo tenía veinte años (si se tiene en cuenta esa edad la novela es una pequeña obra maestra) es una respuesta, indirecta también, al cuento paterno. En Novela de niños el célebre padre, un filósofo, ha muerto y los niños -nuevo retrato de los Mann, especialmente de los mayores- viven en el campo con una guapa madre viuda. Pero un joven atractivo y rebelde (como los de la fiesta del cuento de Thomas) acude a ver a la mujer, como admirador del difunto filósofo, y los enamora y encandila a todos. Novela de niños, aunque escrita en un estilo más sencillo y directo que Desorden y dolor precoz, presenta complejidades mayores en el significado. El nuevo embarazo de la madre, ese muchacho atractivo y rebelde, Til, lleno de connotaciones homosexuales, y probable imagen del joven surrealista francés René Crevel, a quien Klaus Mann dedicó la obra (la dedicatoria no aparece en esta edición) convierten al relato en un rico entramado de insinuaciones y guiños de matiz psicoanalítico. Es sabido que los Mann se han convertido, desde la publicación del libro de Marianne Kröl, La familia Mann (1991), en un ejemplo de la seducción y el desorden que anidan en el seno de una familia patriarcal, con un cabeza de famila mundialmente célebre. El gran Thomas Mann aparece como el fuerte tirano que solo piensa en su obra y que convierte a su mujer -Katia- a la vez en esclava y enfermera. Parace querer más a los hijos que menos sombra pueden hacerle (Golo, Monika) y tiene un ambiguo trato de protección y desamparo con los mayores, rebeldes y creativos, Klaus, el escritor -que acabó suicidándose a los 43 años- y Erika, comunista y artista de cabaret. Además estaba Heinrich -el hermano de Thomas- también escritor.

El mundo de Thomas, Klaus, Erika y una Katia idealizada o metaforizada, está en estos dos textos literarios, ambos de alta calidad. Nadie descubrirá a Thomas Mann, pero muchos lectores quizá descubran ahora a Klaus Mann, escritor de muy otra honda (inquieto, moderno, agilísimo, homosexual) que aunque pareció siempre luchar contra la sombra de su padre, tiene sin duda, un puesto singular y propio en la literatura alemana. A Rosa Sala se debe un prólogo informativo y la feliz idea de reunir estos dos textos. Su traducción de Thomas Mann, sin embargo, no suena tan grata en castellano como la ahora reeditada de Roswitha S. von Harttung, que sirve muy delicadamente a Klaus. Un tomo sugestivo e inquietante.