Image: Charles T. Powell

Image: Charles T. Powell

Letras

Charles T. Powell

“Todavía queda mucha tela que cortar sobre la historia reciente de España”

14 febrero, 2001 01:00

Nacido en Madrid en 1960 Charles T. Powell es el bilingöe perfecto. Su formación académica discurrió en Oxford, primero en University College, y después en St. Antony"s College, el "college" de los espías, en los años en que estuvo regido por Raymond Carr. Desde mediados los años 80 y hasta su vuelta a España, en los 90, Powell ayudó en lo personal y coordinó en lo académico a los españoles acogidos en St. Antony"s College en los años en que Sir Ralf Dharendorf, un alemán con complejo de serlo, regía el College. En 1991 Powell recibió el premio Espejo de España por El piloto del cambio, una cuidada reflexión en torno al crucial papel jugado por el Rey tras la muerte de Franco. Su biografía Juan Carlos. Un rey para la democracia (1996) se editó en inglés y en español. Ahora acaba de obtener el premio Así fue con España en democracia, 1975-2000 (Plaza & Janés) , que se publica la semana que viene y en la que analiza la España actual partiendo de los años 60. No estamos ante la obra de un hispanista. Brennan, Carr o Preston lo son, pero Powell es un hispanoinglés que, en ocasiones, puede ser más español que el jamón serrano.

Se han cumplido 25 años de la muerte del General Franco y se conmemora el primer cuarto de siglo del reinado de Don Juan Carlos. Esta doble efeméride ha motivado la publicación de un buen número de libros en torno a estas dos décadas y media de vida española. ¿Dónde radica la originalidad de su aportación?

-Este libro aporta elementos nuevos en relación con la crisis del franquismo y los orígenes de la transición. En relación con la transición quizás menos porque está muy estudiada. En mi opinión hay argumentos nuevos sobre la consolidación de la democracia. Yo no veo la consolidación como un proceso incremental. A partir de las elecciones de 1979 termina el consenso y todos los actores políticos y sociales, incluido el ejército, intentan reajustarse, es decir, aceptan el proceso y la elaboración de la Constitución. El golpe, en parte, es un rechazo diferido a la aprobación de la Constitución. El abandono del marxismo por parte del PSOE, su crisis interna, entonces, es un reflejo de lo mismo. Otro aspecto novedoso de mi libro es el análisis de los años del PSOE en el poder. La originalidad del libro puede estar más en la interpretación de conjunto que en datos concretos, las fuentes son las que son... Incluyo algunas entrevistas nuevas, pero lo hago más bien para redondear, y obviamente me he apoyado mucho en fuentes secundarias.

¿España va bien?

-De la lectura de su libro se desprende una visión optimista -en eso coincide con Julián Marías- del momento por el que atraviesa España. ¿Es verdad que España mejora?

-Me parece evidente que, a pesar de sus posibles limitaciones y déficits, la democracia instaurada tras la muerte de Franco ha permitido dar respuesta a casi todos los grandes retos históricos que España tenía planteados en 1975. Ante todo, y por primera vez en su historia, el país ha podido dotarse de un sistema político razonablemente estable, legítimo y eficaz. A su vez, ello ha permitido la reconciliación nacional y la definitiva superación de las "dos Españas", la creación de un sistema socioeconómico ampliamente aceptado, la resolución definitiva del "problema militar", la separación amistosa de la Iglesia del Estado, la construcción de un estado de las autonomías capaz de satisfacer (en lo esencial) las aspiraciones de autogobierno de nacionalidades y regiones, y la plena participación del país en el proceso de integración europea. En conjunto, no me parece un balance desdeñable.
-¿Cómo contempla la etapa del gobierno de Felipe González?

-Los primeros años de la etapa socialista se saldaron con éxitos importantes (la reforma militar; la adhesión de España a la Comunidad Europea; el triunfo en el referéndum sobre la OTAN, entre otros), los últimos, y más concretamente, la "legislatura de la crispación" (1993-1996), se asocian inevitablemente a la corrupción, el "caso GAL" y la crisis económica de 1992-94. En otras palabras, los trece años de gobierno socialista no tuvieron un final feliz. Por último, me parece evidente que muchos de quienes apoyaron al PSOE en 1982, entre ellos buena parte de la comunidad científica, se sintió profundamente defraudada por lo sucedido posteriormente.

-¿Cuáles son las diferencias que marcan y caracterizan el gobierno del Partido Popular respecto del mandato socialista?

-El cambio de 1982 fue distinto al de 1996 por la amplitud de su apoyo social y porque, en última instancia, reflejó la respuesta de sectores amplios de la sociedad a una gravísima crisis política que lo era en realidad del propio sistema democrático. En cambio, aunque la polarización de 1996 también puso en peligro el buen funcionamiento del sistema democrático, lo que se produjo con el triunfo de Aznar fue ante todo una alternancia de poder, bastante parecida al triunfo de Tony Blair en 1997, y que tendría una segunda entrega en las elecciones de 2000. Además, en 1982 las tareas a las que hubo de hacer frente el PSOE eran en realidad aquellas que la UCD había dejado incompletas, entre las que cabe destacar la propia consolidación de la democracia, la culminación del proceso de adhesión a la CE, la reforma militar y el desarrollo del estado de las autonomías. En suma, la de los socialistas fue inicialmente una tarea más institucional que ideológico-política. En cambio, en 1996 ya era una realidad la consolidación de la democracia y la modernización del Estado y, aunque bajo el PSOE se habían cometido abusos importantes, se trataba de rectificar sus errores, más que de construir ex novo.

El cambio del cambio

-Una de las características de la educación universitaria en Oxford es la interdisciplinariedad. Sin embargo, para un historiador debe ser delicado referirse a estos últimos años de gobierno de Aznar.

-Evidentemente, la proximidad temporal de algunos acontecimientos no nos permite calibrar adecuadamente su significado último. En 1996 no estaba claro si se había iniciado un ciclo de larga duración, como en 1982, o si lo que se abría era un mero interludio. Los resultados de las elecciones de 2000 parecieron confirmar la primera interpretación, pero en estos momentos sería muy aventurado pronosticar un triunfo cómodo del PP en las elecciones previstas para 2004, debido, entre otros motivos, a las interrogantes que plantea la sucesión de Aznar. En todo caso, lo que a mí me interesaba en el libro era demostrar que la segunda alternancia (la de 1996) permitió superar en buena medida la crisis institucional de los años anteriores.

-¿Cuáles son las principales cuestiones pendientes?

-Esencialmente dos, íntimamente relacionadas entre sí. El más acuciante es el que representa la existencia de una organización terrorista como ETA, que es la principal enemiga del sistema democrático surgido de la transición. Aunque son cuestiones distintas, el problema etarra, y sobre todo, el cambio de estrategia operado por el PNV a raíz del Pacto de Estella, ha contaminado el debate sobre el futuro del estado de las autonomías, que requiere una urgente revisión en aspectos como el de la financiación y la corresponsabilidad. Por otro lado, la crisis de las "vacas locas", entre otras, parece sugerir que el estado de las autonomías tiene grandes dificultades para hacer frente a retos de cierta magnitud. En todo caso, mientras no mejore la situación en el País Vasco, no será posible abordar con la tranquilidad y seriedad necesarias el perfeccionamiento del estado autonómico. Evidentemente, existen retos enormes en el ámbito social, sobre todo el que plantea el fenómeno de la inmigración, que ha desconcertado profundamente tanto a la clase política como a la opinión pública.
-¿Cree que se ha superado el dilema de las "dos Españas"?

-Hay quien insiste en calificar de "apócrifo" el pacto entre los herederos de las "dos Españas" que hizo posible la transición. Yo no comparto en absoluto esa interpretación, y creo sinceramente que la reconciliación entre españoles es una asignatura superada. Comprendo la irritación, o la rabia, que pueden provocar en ocasiones ciertas actuaciones, pero no creo que sea un asunto que atormente a la sociedad española. No obstante, es una cuestión sobre la que no se ha escrito mucho, y que me gustaría estudiar en mayor profundidad.

-La etapa de Suárez está todavía por aclarar. Quedan muchos interrogantes...

-En este libro desarrollo una idea que ya había planteado en El piloto del cambio, y que tomo prestada de Giuseppe de Palma, sobre el papel del Rey en la legitimación prospectiva de la monarquía y, a la vez, en la legitimación retrospectiva de la democracia. Por definición, su papel fue inicialmente ambiguo, ya que no podía romper públicamente con el franquismo, que había hecho posible su proclamación como Rey, sin hacer inviable una reforma política realizada "de la ley a la ley" como la diseñada por Fernández-Miranda. En otras palabras, el Rey no podía encabezar una auto-ruptura sin socavar las bases de su propia legitimidad como heredero de Franco. Dicha ambigöedad permitió la incorporación al nuevo sistema democrático de buena parte de las Fuerzas Armadas, inicialmente reticentes, pero también se prestó a ciertas interpretaciones sin las cuales Armada y Milans no habrían podido impulsar el golpe de Estado de febrero de 1981. La ambigöedad se acabó en la madrugada del día 23, como se desprende del mensaje televisado en el cual don Juan Carlos situó la Constitución por encima de todo lo demás, incluida la monarquía. En lo que a Suárez se refiere, me parece cada vez más claro que el golpe se fraguó contra él, y que la llamada "solución Armada" contó con la complicidad de buena parte de la clase política de la época.

Mucho por decir

-Por lo que a nuestro pasado reciente se refiere, ¿todavía queda mucho por descubrir?

-Mi obligación como historiador es decirle que todavía queda mucho por decir, porque de otra manera me quedaría sin trabajo. Hablando más en serio, pienso que, en efecto, todavía es mucho lo que queda por investigar. Así lo demuestra el hecho de que, con motivo del vigésimo aniversario del intento de golpe de Estado de 1981, se hayan publicado varios libros que aportan una interpretación absolutamente novedosa de aquellos acontecimientos. Personalmente, me gustaría saber más sobre los cambios internos ocurridos en instituciones como la Policía, y sigo trabajando sobre aspectos relacionados con la dimensión exterior del cambio político ocurrido en España. Afortunadamente, todavía queda mucha tela que cortar.