Image: Antología de cuentos e historias mínimas

Image: Antología de cuentos e historias mínimas

Letras

Antología de cuentos e historias mínimas

Miguel Díez (ed)

13 marzo, 2002 01:00

Espasa. Madrid, 2002. 435 páginas, 10’75 euros

La aparición de esta Antología me brinda la oportunidad de hacer un elogio público de su compilador, Miguel Díez, quien ya otras veces ha dado muestras del fecundo resultado que se produce cuando se aúnan el trabajo vocacional, el conocimiento, el amor a la cultura, la sensiblidad y el sentido común.

De ese conjunto de cualidades han brotado varios libros, antologías y estudios literarios, alguno de los cuales ha servido a decenas de miles de escolares españoles como segura y abierta guía para adentrarse en el mundo de las letras.

El buen tino en la selección de los textos y la claridad expositiva, más un criterio amplio que desbordaba el habitual encasillamiento entre nosotros de la ficción en el estrecho ámbito de lo español, eran las bases de una selección muy difundida, también preparada por Miguel Díez hace ya tres lustros, Antología del cuento literario. Resulta ahora inevitable recordarla porque en ella están las raíces de esta nueva incursión suya como antólogo de las formas breves del relato que hoy comento.

La selección de Cuentos e historias mínimas se abre con un prólogo sucinto y claro que explica, en un tono de divulgación seria, el proceso que lleva de la cuna del cuento en el oriente al nacimiento en occidente a lo largo del siglo XIX del cuento literario. Que es el proceso que va de la magia y la fantasía al realismo. La dilatada prehistoria -la que llenan los relatos folclóricos- no es materia central de esta compilación, sino la otra, el relato que pierde la anonimia y casi siempre la ingenuidad para convertirse en narración de autor, con la voz personal de un escritor.

Establecida esta linde, Díez organiza la selección en cinco bloques: primero van cuatro solitarios cuentos del ochocientos; después, una treintena de piezas agrupadas por su origen español, hispanoamericano y extranjero; por último, 42 "historias mínimas". Lo más fácil del mundo sería disentir de la antología, sobre todo por lo que falta: algunos maestros del XIX, con Clarín a la cabeza; algunos de los padres del cuento español penúltimo (Medardo Fraile o Meliano Peraile), y algún nieto de verdad brillante (Agustín Cerezales o Juan Bonilla).

Pero no seré yo quien le reproche nada al antólogo porque estoy seguro de que figurarían si no hubiera tenido que respetar límites de espacio. Y porque lo que hay, exis- tiendo otras cosas muy buenas, es de alta calidad. Y hasta no falta alguna sorpresa (el olvidado Gironella, el colombiano Hernando Téllez, para mí desconocido). La selección resulta, además, representativa del rico micromundo que encierra el cuento literario y eso es lo que Díez busca.

Lo novedoso del volumen está en el muestrario, éste muy disperso, de "Historias mínimas". En cierto modo suple ausencias del otro (Gómez de la Serna o Zúñiga) y abre el panorama a culturas diferentes a la nuestra: por ejemplo, la árabe. Esta parte conecta, además, con la cercanísima actualidad, pues recoge un textito de exaltación de la literatura salido del reciente Círculo Faroni.

Como muestra de la boga última de las formas hipercortas, esta parte final tiene su razón de ser, aunque sobre ella penda la sospecha de un tributo a la moda. Para mí, sobra, y por algo más que por un gusto personal: porque roba espacio a lo que antes echaba en falta y porque el muestrario no evita que uno siga pensando que estas formas mínimas tienen más que ver con la ocurrencia que con la creatividad, con el ingenio que con la condensación poética. Claro que como testimonio de una modalidad narrativa poseen pleno sentido en el libro.

Dicho que a estos microrrelatos les asiste todo el derecho del mundo a estar aquí, la Antología arroja un resultado global satisfactorio. Proporciona un muestrario amplio, ecléctico y valioso. Y obedece a una intención nada inocente. Y esto es lo último que en honor de la selección y de su preparador debo añadir: todo el libro constituye una confesión de parte, un acto de fe en la capacidad comunicativa y liberadora de todas las narraciones. Ahora que la postmodernidad anda entonando el canto del cisne de la novela, esta antología de cuentos (qué más da si pequeñísimos o para que duren lo que fumar un cigarrillo) proclama que la fábula forma parte de la condición misma del ser humano.


El relato es el género de moda. Se han hecho antologías pinto- rescas, como Fantástico interior. Antología de relatos sobre muebles y aposentos (Celeste), de Pilar Pedraza. Hiperbreves, como Por favor, sea breve. Antología de relatos breves (Páginas de espuma), por Neus Obligado. Y hasta comprometidas, como Los descendientes del arca (Antología de relatos ecológicos) (Miraguano).