Creía que mi padre era Dios
Paul Auster (Ed.)
5 junio, 2002 02:00Paul Auster
Auster no deja de sorprendernos. Y lo digo en el sentido más amplio de la palabra; sorpresa ante unos argumentos imaginativos y sobrecogedores, sorpresa ante la innovación de sus estructuras narrativas y sorpresa también ante el carácter variopinto y heterogéneo de sus publicaciones, novelas, ensayos, relatos, guiones...Y desde luego que esta última puede calificarse de experimento narrativo con la misma rotundidad que su Trilogía de Nueva York. Porque si bien Auster no es el autor de un solo relato de los casi doscientos que se incluyen en el volumen, es la primera vez que personas totalmente anónimas, sin vocación literaria necesariamente y sin ninguna intencionalidad de publicar sus breves escritos, ven impresas sus historias, aquellas pequeñas anécdotas de su vida que hasta ahora tenían una significación exclusivamente personal.
El origen del volumen se encuentra en el programa semanal de Auster para la Radio Pública Nacional en el que se solicitaba a los oyentes que enviaran pequeños relatos, historias, sucesos o vivencias que posteriormente serían leídos por el propio Auster en el programa. Auster recibió mas de cuatro mil relatos. Lo que se proponía era reunir "un museo de la realidad estadounidense". Y lo consigue, aunque muchos de los sucesos o vivencias narradas traspasan el ámbito exclusivo norteamericano e interesan a cualquier lector. En once líneas "Utha, 1975" logra trasmitir lo que supuso la guerra de Vietnam para los estadounidenses con mayor intensidad que el más erudito de los tratados; "¿Qué hubiera pasado si...?" nos enfrenta al mundo de las ilusiones no realizadas, de las fantasías idealizadas.
Los autores de los relatos pertenecen a distintas edades, condiciones sociales, razas o religiones y los temas tratados son tan diversos como las experiencias de cada uno de no-sotros: de la pornografía a la espiritualidad; de la amistad a la guerra; del odio al amor, de la ilusión al desencanto, de la vulgaridad a lo sublime. El que da título al volumen, "Creí que mi padre era Dios", narra en un par de páginas la muerte de una odiosa persona cuando el padre del narrador le desea la muerte por importunar a los niños que merodean el jardín. Este aparenten caos temático desaparece gracias a la reorganización de Auster en distintos apartados, "Animales", "Objetos", "Familias", "Disparates", "Extraños", "Guerra", "Amor", "Muerte", "Sueños", "Meditaciones".
La narración en primera persona, común a todos ellos, dota a estos escritos de una intensidad, derivada de la autenticidad, poco común. Y si bien tal apreciación resulta constatable, es la fuerza inherente a la historia en sí la que tras la lectura de cada una de ellas nos incita a detenernos y reflexionar sobre lo que acabamos de leer. A fin de cuentas si algo queda claro en este libro es que la realidad supera con creces a la ficción: la historia que se narra en el Prólogo cuenta cómo una niña adoptada consiguió conocer la identidad de sus padres biológicos. Durante años la narradora había estado trabajando en el edificio vecino al de su padre; pero el destino todavía guardaba un nuevo guiño, tanto el padre como la madre fallecieron el mismo día, a cientos de kilómetros.
Tal vez recuerden a Auggie, protagonista de la película Smoke (dirigida por Wayne Wang con guión de Auster), y su empeño en retratar todos los días, exactamente a la misa hora la misma esquina de su calle. La fotografía era siempre la misma, y al mismo tiempo no había dos iguales. En este volumen Auster actúa como su personaje, mostrándonos en 179 fotografías cómo las anécdotas más intrascendentes, como los acontecimientos más banales se pueden convertir, como por encanto, en momentos determinantes y fundamentales de nuestras vidas.