Joseph Stiglitz, el Nobel alborotador
El neoliberalismo no tiene base
24 julio, 2002 02:00Joseph Stiglitz. Foto: Archivo
Joseph Stiglitz, ganador del premio Nobel de Economía en 2001, consejero del gobierno de Clinton (1993-1997) y vicepresidente del Banco Mundial (1997 y 2001), se ha convertido en un ferviente crítico de la globalización descontrolada. Sus críticas al neoliberalismo y a la política del Fondo Monetario Internacional desplegadas en su último libro, El malestar de la globalización, le han hecho ganarse fama de alborotador, pues ha suscitado una polémica mundial de imprevisibles consecuencias. El Cultural reseña el libro y publica una entrevista realizada por WDT al controvertido economista, en la que denuncia que la economía mundial está en manos de las grandes superpotencias y analiza los errores del mercado y los efectos catastróficos que esos fallos causan en el Tercer Mundo.
-Muchas personas le consideran su portavoz. Personas que realizan duras críticas contra el Banco Mundial, el FMI e incluso la Organización Mundial del Comercio. Usted ha exigido una reforma de estas instituciones. ¿Qué fallos ha observado en dichas organizaciones?
-Mi cargo como vicepresidente y Economista Jefe del Banco Mundial fue decisivo para conocer de primera mano el funcionamiento de estas instituciones. Me llamó la atención que debía superar muchas dificultades para conseguir reformas convenientes y aún me resultó más difícil hablar públicamente de dichas reformas. En todas las sociedades democráticas antes de tomar medidas políticas se debe promover sobre todo el diálogo público. Sin embargo no existen debates públicos sobre dichas medidas políticas. En mi opinión, esto se debe a la gestión y al funcionamiento de estas instituciones. ¿Quién toma las decisiones? La dirección del FMI, que está formada por ministros de Economía y jefes de bancos centrales. éstos son los únicos grupos que tienen voz y voto. Pero las decisiones que toma el FMI tienen una repercusión inmediata en las tasas de desempleo, el medio ambiente y la sanidad pública.
Las contradicciones del FMI
-¿Puede poner un ejemplo?
-Por supuesto. La intervención del FMI en Tailandia llevó a una reducción presupuestaria y a un incremento del desempleo. El gobierno se vio obligado a reducir los gastos en medidas de prevención contra el sida, pese a que previamente había logrado importantes avances en la lucha contra esta enfermedad. Cuando el FMI se retiró, el número de casos de sida volvió a aumentar. Los programas del FMI afectan a todos los ámbitos de la sociedad, aunque esta institución sólo esté compuesta por personalidades del mundo financiero.
-¿Diría usted que el FMI es un abanderado del neoliberalismo?
-Sí, efectivamente. No obstante, no se basa en ninguna filosofía coherente. Digamos que se mantiene gracias al neoliberalismo y desea instalar una economía de libre mercado, lo que significa la ausencia de intervenciones estatales. Sin embargo, mi experiencia como consejero económico de Clinton me demostró todo lo contrario. Todos abogan por una economía de libre mercado excepto en los campos que les atañen. Y todos están en contra de las subvenciones, excepto las que van destinadas a sus sectores. El FMI dispone de miles de millones para poder apoyar a los bancos. Pero cuando los pobres de Indonesia piden un par de millones de dólares para comprar alimentos, el FMI alega que no cuenta con dinero.
-Según su opinión, ¿cuál es el mayor peligro del neoliberalismo?
-En primer lugar, no fomenta el crecimiento económico y, en segundo lugar, no aumenta los niveles de productividad.
-Algunos expertos discuten esa opinión...
-Los hechos no dejan lugar a dudas. Pongamos como ejemplo Suramérica que, digamos, refleja la historia de los mayores éxitos de la doctrina neoliberal. Antes, Argentina gozaba de un gran apoyo por parte del FMI. Fíjese cómo está ahora el país después de décadas de soportar las reformas directas del FMI. Las cifras son claras: las tasas de crecimiento de las últimas décadas apenas llegan a la mitad de las alcanzadas en los años 50, 60 y 70, es decir, antes de las reformas. Pero aún hay cosas peores: en los lugares donde se ha producido algún tipo de crecimiento, solamente un 10% de privilegiados disfruta de los beneficios. Los sectores más pobres de la sociedad siguen sin apreciar las mejoras. Es más, la mayoría considera que su situación ha empeorado.
-Usted ha declarado que el neoliberalismo es el mantra de determinados grupos de interés, como la hacienda pública y otras elites que se benefician del capital. ¿Cómo puede ser, políticamente, que dichos grupos de interés puedan aceptar semejantes condiciones en los países en vías de desarrollo?
-En primer lugar, me gustaría volver a destacar que se trata de una especie de mantra... o incluso una especie de religión. En mi trabajo, por el cual recibí un premio Nobel, comprobé que los mercados por sí mismos, sobre todo aquellos de los paí-ses en vías de desarrollo, no son eficientes. El Estado debe intervenir en esos mercados "incompletos". La "mano invisible", que debería preocuparse por una mayor eficiencia en este ámbito, es invisible porque ni siquiera existe. De ahí que el neoliberalismo no tenga ninguna base. La liberalización del mercado financiero supone un gran riesgo para los países en vías de desarrollo. Además, países como China han conseguido atraer inversiones extranjeras pese a carecer de dicha liberalización, sin abrir las corrientes financieras especulativas que normalmente fluyen y se secan demasiado rápido.
Una revolución moral
-¿Por qué algunos jefes de gobiernos socialdemócratas como Tony Blair o Schrüder apenas critican a instituciones como el FMI o el Banco Mundial? Incluso parece la personificación del neoliberalismo.
-En ciertos países los socialdemócratas han subido al poder temiendo a los mercados financieros.
-¿Debido a que no los entienden?
-Debido a que no los entienden. Y porque les han dicho que sería una muestra de irresponsabilidad criticar a los mercados financieros. Los mercados podrían reaccionar con un aumento de los tipos de interés, lo que agravaría la situación económica y el déficit presupuestario del país.
-Y perderían las elecciones...
-Sí. Pero aunque no se tratase de su propia reelección y realmente persiguieran objetivos sociopolíticos sinceros, para poder liquidar los pagos de los intereses, los gastos se elevarían a miles de millones ya que los mercados financieros habrían perdido toda su confianza en ellos. Por esta razón, los políticos de todo el mundo se dejan amedrentar.
-¿Estamos en una época de cambios de paradigmas? En los últimos 20 años hemos sido testigos de cómo la economía sometía a la política. ¿Ha llegado ya el momento de que la política recupere la supremacía como instrumento de regulación social? ¿Acaso no necesitamos ya una revolución moral?
-En nuestras decisiones debemos incluir sistemas de valores duraderos. Algunas de las decisiones que se han tomado últimamente en EE.UU. han demostrado que no sólo es necesaria una base económica, sino también una base moral, sobre todo en lo relacionado con los derechos humanos. Como economista, no creo que la economía deba anteponerse a la política. Lo que hoy en día se vende como ciencias económicas es en realidad una ideología, una religión. Por eso daríamos un gran paso adelante si prestásemos más atención a los aspectos científicos o teóricos de la economía en el proceso de toma de decisiones. Las ciencias económicas subrayan la necesidad de los intercambios. Es decir, reconocen que las medidas políticas que favorecen a un determinado grupo, perjudican a otro. Analizan los costes y las ventajas y después confían en los políticos para que tomen las decisiones adecuadas.
A vueltas con la globalización
-¿Es cierto que alberga ciertas dudas sobre los movimientos sociales que llevan las críticas contra la globalización a la calle?
-No, en mi opinión desempeñan una función muy importante, ya que ponen al alcance de la opinión pública unos temas bastante comprometidos, temas a los que no se presta mucha atención y que influyen en la vida de miles de millones de personas en todo el mundo. En cuanto al sistema de valores de estos críticos de la globalización, puedo decir que comparto muchas de sus características. También deseo un sistema democrático internacional que ayude a las personas más pobres de los países en vías de desarrollo. Me preocupa asimismo el medio ambiente. Así que estamos en el mismo frente de batalla, al 100%, en lo que respecta a nuestro sistema de valores. Como economista, por supuesto que para mí es importante estudiar cuidadosamente la situación actual y la utilidad de todos los planteamientos para poder sopesar si podrían funcionar. Espero que funcionen, pero no creo que sean suficientes.
Sonia MIKICH Y Kim OTTO