Image: Cuentos reunidos

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Letras

Cuentos reunidos

Clarice Lispector

10 octubre, 2002 02:00

Clarice Lispector

Varios traductores. Alfaguara. Madrid, 2002. 529 págs, 18’95 euros

La obra narrativa de Lispector no está impulsada por el argumento o los personajes, sino por un lenguaje deslumbrante que actúa como un mosaico de sensaciones, donde prevalece un propósito de búsqueda limitado por las insuficiencias de la palabra.

La intuición de lo indecible no conduce necesariamente al silencio. Lispector entendía la literatura como un ejercicio de desvelamiento. La verdadera literatura se desliza siempre por ese terreno fronterizo, donde se superponen la destrucción del sentido y la voluntad de comunicar. ése es el dominio en que se gestó una obra que repudió la herencia realista de las letras brasileñas, asimilando las innovaciones formales de Joyce o Woolf.

Cuando en 1944 una escritora de 23 años, hija de inmigrantes judíos ucranianos, publicó Cerca del corazón salvaje, la crítica advirtió de inmediato la madurez y consistencia de un orbe narrativo que nunca se desvió de unos planteamientos estéticos extremadamente exigentes. Sin concesiones ni alardes, Lispector se mantuvo fiel a una concepción del hecho literario, donde el desalojo de la trama permitía el encuentro de la sensibilidad y el mundo. Sus cuentos, cuya desmesura, extrema concisión o lirismo desbordan los cánones inherentes al género, no se apartan de este ideario. Ahora aparecen reunidos por primera vez en una excelente edición. Nos encontramos con los libros de relatos esenciales de una obra prematuramente interrumpida en 1977, cuando una enfermedad acabó con la vida de Lispector.

La selección comprende desde su segundo libro de cuentos, Lazos de familia (1960), hasta el póstumo La bella y la bestia (1979). Aunque se advierten ciertos cambios, no se puede hablar de una evolución. Se aprecia un desplazamiento hacia un estilo que se abre a la anécdota, sin renunciar a esa sensibilidad que, lejos de subsumir lo real en una trama de conceptos, aguarda la revelación del mundo. Esa disposición está especialmente acentuada en los primeros relatos. En La imitación de la rosa, Lispector expone una poética que prescinde de lo superfluo para acceder a la esencia de las cosas. Esta reducción fenomenológica le permite descubrir la "luminosa tranquilidad" de la rosa. Su perfección contrasta con la rutina de la protagonista, una mujer atrapada por la vulgaridad de la vida familiar. En Amor también comparece esa insatisfacción, pero eso no significa que Lispector adopte la perspectiva de un feminismo militante. El erotismo de los cuentos de El viacrucis del cuerpo no constituye un ejercicio de emancipación, sino el reconocimiento de la proximidad entre el placer y la muerte.

Lispector continuó escribiendo hasta la inminencia de su muerte: "Muero de embriaguez de vida". Esas palabras podrían servir para condensar una poética que opuso la exuberancia de los sentidos a la frialdad del concepto. Sus escritos nos aproximan a nosotros mismos.