Navalni. Foto: Rosfoto.ru / Shutterstock

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Letras

'Patriota', las memorias póstumas de Alexéi Navalni: el mesías que buscó morir para resucitar a Rusia

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La literatura rusa está repleta de personajes reales novelescos: Tolstói murió helado en una estación tras regalar su abrigo a un mendigo; el despiadado Trostki se deprimió al ser perseguido por Stalin, pese a que él inmoló a miles de personas para alimentar la hoguera de la revolución; su amigo Mayakoski se mató tras gritar “la mierda petrificada presente” ante la deriva de los soviets; Kruschev dio la razón al suicida al denunciar en sus Memorias que el comunismo no podía ser el paraíso: “de ser así, no se cerrarían las puertas para impedir a salir”.

Patriota

Alexéi Navalni

Traducción de Ana Camallonga y Gemma Deza

Península, 2024. 640 páginas. 23,90€

Alexéi Navalni (1976-2024) se une a los rusos de novela con Patriota (Ed. Península). En sus memorias póstumas se define gran admirador de Tolstói y de Guerra y paz, pero cita otro libro y a otro protagonista: la Biblia y Jesucristo. Sorprendente en alguien nacido en un país en el que “Te lo juro por Lenin” era más contundente que decir “por mi madre”.

Navalni fue ateo hasta nacer su primer hijo al interpretarlo algo sobrenatural. De la lectura de Patriota se desprende la somatización inconfesa de una misión: perder la vida para salvar a Rusia de demonios como Putin. “Existe un libro (la Biblia) y dice claro lo que uno tiene que hacer […]. Todo el mundo viviría mucho mejor si se pone fin a la mentira y a la injusticia […]. No sé cuándo acabará mi viaje al espacio”.
Abogado de profesión, tuvo la desgraciada suerte de nacer en 1976 en la Rusia comunista de Brezhnev y no en los Estados Unidos del republicano Gerald Ford.

Anhelaba tanto la democracia que se habría conformado con que la extinta URSS hubiera seguido el ejemplo de la República Checa de Václav Havel. “¿Se ha comprado (Havel) una casa de 15 millones de dólares en San Bartolomé?”, se pregunta retóricamente para denunciar las inversiones de Putin.


La vida, poliédrica, transformó a Navalni. Pasó de ateo a religioso y de cobarde escolar, víctima de un grandullón, a valiente retador del régimen mafioso surgido al desaparecer la Unión Soviética. La notoriedad mundial de Navalni llegó al ser envenenado con el agente nervioso Novichok y volver a Rusia tras reponerse en Alemania.

El relato del patriota es un verdadero manual de resistencia, víctima de todo tipo de iniquidades que aceptaba “gozoso” como camino expiatorio para resucitar a la Rusia buena. El poder o la muerte. “Vuelvo a casa y el futuro que me espera es incierto”, escribe al aterrizar en Moscú en enero de 2021. Ese día entra en la cárcel y ya no sale vivo.

'Patriota' no es una gran obra literaria. Es más. Es el grito ejemplar
de un luchador que camina hacia la muerte

No le dio tiempo a publicar el documental Proyecto psicópata, centrado en el Palacio de Putin en el Mar Negro. Navalni fue el primer influencer en la historia de Rusia. Su blog LiveJournal tenía 20 millones de seguidores. Utilizó su canal de Youtube para cazar al fiscal general con sus vínculos con el crimen organizado; al viceprimer ministro con su avión para sus mascotas; a Medvedev, el “tú y yo” de Putin, una lavadora de dinero de la mafia… ¿Puede extrañar que Putin enviara a su opositor a un tour infernal de tres años por las prisiones más duras?

La gran pregunta es por qué Putin decidió en febrero de 2024 acabar con él tras trasladarlo al círculo polar ártico. ¿Al no poder doblegar su resistencia? “Soy Santa Claus. Veo la valla de los polos”, responde provocador. ¿Por atreverse a proponer un plan de paz para Ucrania con Rusia como parte de Europa? ¿Porque la cárcel alimentaba su popularidad internacional, con un Oscar incluido?

Patriota no es una gran obra literaria. Es más. Es el grito ejemplar de un luchador que camina hacia la muerte. “¿Por qué volviste?”, se pregunta al final. Y se contesta: “Porque no renunciaré a mis ideas ni a mi patria”.