Image: Desnudos

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Letras

Desnudos

Jasone Osoro

17 octubre, 2002 02:00

Jasone Osoro. Foto: Justy García

Seix Barral. Barcelona, 2002. 140 páginas, 12 euros

"Atrevida, fresca, sensual", dice el entrecomillado de adjetivos que se impone sobre la portada de esta obra, y sobre ellos puede leerse, a modo de advertencia, que se trata del premio Euskadi de Plata al libro más vendido.

Este tipo de distinciones es, desde luego, indicador de la buena acogida de un libro, aunque, paradójicamente, sirva de argumento a quienes desconfían de la poco frecuente relación entre la rápida difusión de un libro y su calidad.

De entrada diremos que nada sabíamos de esta autora vasca, Jasone Osoro (Elgoibar, 1971), salvo el resumen de datos ofrecido en la contraportada: periodista en diferentes medios de comunicación, guionista, autora de otro libro de relatos y de una novela juvenil. Eso y que, tras el reconocimiento merecido por este título, hace su entrada en las letras castellanas traducida por ella misma.

Ya su título -Desnudos- exhibe lo que contiene: una galería de personajes y situaciones que, a través de la voz que se hace cargo de cada uno -de cada una- (voces femeninas, la mayoría) desnudan el historial de impulsos, ansiedades, desazones, pasiones enfermizas, que componen el cuerpo argumental del libro. Desnudos es, pues, una exposición de obsesiones que constituyen diferentes patologías en torno a un eje único: el amor. Pero ese tema, ese título, adquiere consistencia y aumenta su sentido cuando advertimos que se refiere a una versión del amor entendido como un "puzzle" en el que cada pieza proporciona un detalle, una escena, una historia aislada; y sólo una vez encajadas todas es posible una perspectiva que alcanza al conjunto. Por eso la lectura de los 17 relatos (cada uno precedido de un poema, no especialmente acertado, ilustrador del motivo argumentado a continuación) debe comenzar por el principio y exige no perder detalle.

Porque lo que en uno parecen personajes laterales, figuras que están de paso, objetos decorativos irrelevantes, detalles anecdóticos, adquieren, en otro, relieve y significado. Porque se trata de un minucioso juego escénico montado sobre un imaginativo y arriesgado entramado argumental. Eso convierte al lector en un mirón situado frente una ventana indiscreta, ajeno a lo que sucede pero contagiado del regusto dulce y amargo de tanta historia mutilada. Ante ella debe rastrear el ir y venir de personajes, atender a sus voces y deshacer "los nudos" que le proporciona cada desnudo, hasta acertar con el denominador común a todos ellos. La gran ciudad es el marco que le ayuda a situarse. Su diversidad permite enfocar sus calles, descender al metro, detenerse en las ventanas que dan al patio interior, pasear por unos grandes almacenes, hacer una visita fortuita a una barra americana y, sobre todo, sortear interferencias entre tipos humanos anónimos que dan buena cuenta del vasallaje que todos rinden a sus emociones. La ciudad es, al fin, el lugar en el que todas las pasiones ocurren. Y sobre eso no cabe dar más detalles.

Sobre el conjunto sí, otra advertencia. Y es que se trata de ¡una encerrona!, que si bien no hace gala de un gran despliegue de recursos expresivos, resulta audaz, atractiva y embaucadora por la fuerza narrativa de su autora.