Image: Un mar de problemas

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Letras

Un mar de problemas

Donna Leon

24 julio, 2003 02:00

Donna Leon, por Gusi Bejer

Traducción de Ana María de la Fuente. Seix Barral. Barcelona, 2003. 288 páginas 16 euros

Donna Leon, que no oculta su admiración por Henry James, consigue imprimir a sus personajes profundidad y credibilidad, sin caer en estereotipos. Excelente novela, Un mar de problemas corrobora la salud de un género que no ha cesado de evolucionar y reinventarse

La novela negra se encuentra en uno de sus mejores momentos. La perspicacia crítica de Gide, Cernuda o Hemingway contribuyó a disipar los prejuicios que impedían advertir la excelencia de un género especialmente dotado para reconstruir la perplejidad del hombre contemporáneo en los grandes espacios urbanos. La economía narrativa de Hammet, el aliento poético de Chandler o el espíritu trágico de Ross McDonald pusieron de manifiesto que el moderno relato policíaco estaba más cerca de la novela social que de la expectativa de resolver un enigma mediante el ingenio de un detective atípico. Frente a la escuela inglesa (Doyle, Aghata Christie, Chesterton), los narradores de la hard-boiled school elaboraron un retrato de la América de los años 30, donde la infracción de la ley sólo era el efecto de una sociedad tan injusta como violenta. La literatura de Simenon o Highsmith reemplazó al detective irónico y aficionado a los métodos expeditivos por la ambigöedad moral de policías corrientes o asesinos cuyos impulsos criminales conviven con la ternura o la generosidad. Aunque James Ellroy ha inventado personajes que evocan la brutalidad de Sam Spade, prevalece la tendencia de situar en el centro de la acción a un policía que se confunde con el hombre común. Es el caso del inspector Wallender o de Guido Brunetti, comisario de la tranquila Venecia. El nacimiento de Brunetti se produjo en 1989, cuando Donna Leon (New Jersey, 1942) asistía a una representación en el teatro de La Fenice y su acompañante manifestó el deseo de asesinar al director de orquesta. Un año después, el crimen se había consumado imaginariamente en Muerte en La Fenice y Donna Leon se incorporó al selecto club de grandes damas de la novela negra, compuesto -entre otras- por Ruth Rendell y Margaret Atwood. Desde entonces, han aparecido diez títulos, que se han traducido a veintitrés idiomas, sin incluir el italiano, pues Donna Leon, que reside desde 1981 en Venecia, no quiere perder el privilegio del anonimato.

Brunetti pertenece a esa generación de policías con estudios universitarios, que suelen olvidar su arma en el escritorio. Aficionado a los clásicos latinos, detesta la televisión y está casado con Paola, una profesora de literatura inglesa emparentada con la aristocracia veneciana. Padre de dos hijos encantadores, apenas prueba el alcohol y no es propenso a la amargura ni al cinismo. Su temperamento optimista contrasta con un trabajo que le ha puesto en contacto una y otra vez con la corrupción política, las redes de narcotráfico o el turismo sexual. Esta vez se enfrentará a un doble asesinato en la península de Pellestrina, donde una cofradía de pescadores responderá con un silencio teñido de hostilidad a sus esfuerzos por esclarecer los hechos. La proximidad de Venecia no impedirá que el comportamiento de esa pequeña comunidad apenas difiera del hermetismo del Sur, donde impera la omertà. Desalentado por la falta de cooperación, Brunetti enviará a la signorina Elettra, que pasará desapercibida gracias a su parentesco con una familia del pueblo. La cita de Così fan tutte que precede al relato sólo pone de manifiesto que Elettra es como Despina, que durante la representación cambia de disfraz continuamente.

Donna Leon no defrauda la expectativa de intriga que se exige al género, pero la narración no excluye el retrato social y el estudio psicológico. La dureza de la existencia en Pellestrina ha situado a sus habitantes en el umbral de la conciencia animal, donde prevalece la indiferencia hacia el sufrimiento propio y ajeno. La belleza del paisaje contrasta con la mezquindad de unas relaciones dominadas por la intolerancia y la crueldad. El trágico destino de la signora Follini -antigua prostituta y drogadicta- no es ajeno a ese machismo que aún sigue ensañándose con las mujeres en la Italia profunda. Frente a ese mundo primitivo y primordial, las ciudades padecen una corrupción que incluye a políticos, magistrados, policías y militares. El incivismo y la negligen- cia del hombre corriente sólo confirman la desintegración de una sociedad que ha perdido toda referencia moral. Sólo Venecia logra resistir a la suciedad y el mal gusto, sin que nada malogre su belleza. Donna Leon, que no oculta su admiración por Henry James o Jane Austen, consigue imprimir a sus personajes profundidad y credibilidad, sin caer en estereotipos ni simplificar las emociones humanas. Cuando en las páginas finales, Brunetti comenta el desenlace del caso con su esposa se impone la idea de que ni siquiera las personas más próximas llegan a conocerse. Excelente novela, Un mar de problemas corrobora la salud de un género que no ha cesado de evolucionar y reinventarse.