Las narraciones breves de Mérimée han soportado mejor el paso del tiempo que su producción dramática. Sus relatos conservan el influjo del XVIII. Su amistad con Stendhal le aproximó al realismo, imprimiendo a su estilo sobriedad y precisión. La historia del cabo de dragones y la cigarrera transciende el ámbito de la literatura. Al igual que don Juan, Carmen adquirió enseguida la condición de mito, un fenómeno al que contribuyó poderosamente la ópera de Bizet. Esta edición, cuidadosamente anotada y prologada, incluye un capítulo final, donde Mérimée estudia el las costumbres y las peculiaridades lingöísticas del pueblo gitano.