Image: El bello tenebroso

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Letras

El bello tenebroso

Luis Antonio de Villena

26 febrero, 2004 01:00

Luis Antonio de Villena. Foto: Javi Martínez

La Esfera de los Libros. Madrid, 2004. 119 páginas, 15 euros

Sorprende la elección de El bello tenebroso como título, porque resulta extraña en nuestra lengua esa alianza de adjetivos yuxtapuestos con el fin de sustantivar las cualidades del joven protagonista. No es extraño, en cambio, que Villena opte por una imagen de plasticidad innegable para un relato asentado en su afán por explorar las posibilidades que le brinda el lenguaje.

Por eso no se conforma con la simple elección de la expresión beau tenebreux, que rescata del francés; además explora los significados que la enriquecieron en la época romántica y ofrece una síntesis de las connotaciones que su uso ha ido adquiriendo desde el sentido inicial de belleza "melancólica" hasta la idea de "rebeldía" y "desesperación" que encarna quien responde a ese canon. Así lo explica el propio autor en un capítulo "Final" que sirve de declaración de intenciones. Ahí no duda en afirmar su deseo de "volver sobre dos temas que le encandilan: la radical necesidad de la rebeldía (erótica asímismo) y la belleza juvenil abocada al desorden, como parte fatal de esa belleza misma".

Todo lo expuesto queda ejemplificado en el estilo, culto, saturado de referencias,de paradojas, y en un argumento que narra el encuentro entre un joven rebelde, seguro de sí mismo y a la vez "confuso con respecto al mundo en el que le tocaba entrar", encarnación, en suma, de las contradicciones del "malditismo" romántico; y un hombre maduro, catedrático de arte, que no puede evitar responder al juego de seducción que el joven le propone, ni dejar de pensar que "ese amor sin amor tiene los días contados".

Pero ocurre en este libro que más que historia novelada es la exposición de un "caso" ilustrado de un lado, por una exquisita selección de cuadros clásicos (Caravaggio, Tiziano...) que, al comienzo de cada capítulo, añaden sutiles matices al sentido de lo narrado, y de otro por un narrador que detiene la acción a su antojo para intercalar reflexiones. El resultado es personal, como siempre que de Villena se trata, y logrado en sus intenciones. Aunque muchos prefiramos al poeta cuando cuenta con lenguaje más contenido.