Valle-Inclán recreó la peripecia de Lope de Aguirre, fundando un nuevo género narrativo, donde la teoría política convivía con un lenguaje deslumbrante. Ramón J. Sender actualizó la prosa de los clásicos para investigar la naturaleza del poder. Abel Posse aprovecha las innovaciones estilísticas del neobarroco (Carpentier, Lezama Lima) para teorizar sobre las motivaciones de un caudillo que desafió a Dios y a su rey. Cruel, erotómano, ambicioso, apuñaló a su hija adolescente antes de morir decapitado. Posse escribe un relato magistral sobre el daimon que posee a los hombres donde se encarna el destino.