Image: Amigos y fantasmas

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Letras

Amigos y fantasmas

Mercedes Abad

13 mayo, 2004 02:00

Mercedes Abad. Foto: Paco Campos

Tusquets. Barcelona, 2004. 228 páginas, 14 euros

Si se examina la producción de esta autora barcelonesa salta a la vista su diversidad: cuentos, artículos, guiones radiofónicos, adaptaciones tea-trales y alguna novela forman el perfil variado, acaso con una pizca de dispersión, donde ocupan un lugar destacado los textos breves.

lo que mejor caracteriza las posibilidades narrativas de Mercedes Abad son los cuentos. Es aquí donde la autora experimenta, busca técnicas diferentes para relatar una historia, tantea los límites entre lo verosímil y lo fantástico y, sin el tenso corsé que impone la narración novelesca extensa, deja en estos breves textos la muestra más fidedigna de su mundo literario. Amigos y fantasmas recoge una docena de relatos de distinta extensión y alcance, suficientes para acreditar con claridad que el cuento es, en efecto, el laboratorio de pruebas donde la autora ensaya modalidades diversas de contar. Hay cuentos que son únicamente glosa de una simple anécdota, como "Un excelente comienzo" o "La cólera de García Leguineche", mientras que otros, no más extensos, abarcan buena parte de la vida de un personaje, como "Servicio de caballeros", resuelto tal vez de modo excesivamente somero. Una escena de pocos minutos puede encerrar, gracias a una dilatación temporal, aspectos esenciales de una existencia, como sucede en "Un buen hombre" y, más aún, en "Mientras caigo". Menos lograda es la tentativa de "Hienas que ríen penas", quizá porque la prosa narrativa de la autora muestra aquí algunos desfallecimientos de ritmo, extraños en quien se muestra a menudo brillante, como puede comprobarse en las primeras páginas de "Retrato de Emma en el jardín" -ejemplo de escritura de gran calidad y, en su conjunto, un cuento excelente- o en el original planteamiento lingöístico de "Chocolate negro", donde, además, se toca de modo encubierto el alcance y el poder de la ficción. El cuidado de la escritura llega hasta la creación de complejos símiles: "El viento huracanado obligaba a los árboles, despeinados como guerreros asirios desposeídos de sus cascos tras la derrota, a hincarse de rodillas a su paso y a barrer con sus cabellos el suelo" (pág. 152).

Ninguna gavilla de cuentos ofrece la misma calidad. Pero la diversidad de enfoques y técnicas, la búsqueda de nuevas formas que se advierte continuamente en los relatos de Mercedes Abad son virtudes estimables que permiten disculpar el distinto nivel estético de los logros. Sí resultan extraños en escritora tan experta algunos lunares expresivos que podrían haberse evitado: usos como "su enorme talento para prácticamente todo" (pág. 41) -donde lo propio era decir "casi todo"-; formas parasitarias e inútiles del prefijo auto-, como en "¿cuántas mentiras somos capaces de autoendilgarnos...?" (pág. 46), o en "el grandioso placer de autofustigarme" (pág. 86); algún error de concordancia ("un punto de vista estrictamente psicomotriz", pág.87) o un catalanismo frecuente, como "girarse" por ‘volverse’ (pp. 24, 146). Deslices todos ellos, en fin, que no empañan el nivel más que aceptable de un conjunto en el que hay que valorar la voluntad de singularización expresiva que se percibe en cada página.