No es Paul Auster el autor de ninguno de los ciento ochenta relatos recogidos en Creí que mi padre era Dios, pero sí quien realizó el trabajo de selección y edición. El origen de estos relatos se encuentra en el programa radiofónico en que Auster invitó a los oyentes para que enviaran un relato. La respuesta fue abrumadora, con más de cuatro mil cuentos remitidos. Como es natural, el resultado es de lo más heterogéneo, jóvenes y mayores, rurales y urbanitas, cristianos y ateos... todos ellos encontraron su espacio y en verdad que un buen número de ellos apuntan aptitudes que superan con creces las del simple aficionado.