La pintura china no ha experimentado los grandes cambios de las escuelas occidentales, pero nunca ha perdido su ambición de mostrar la esencia del universo. Es un arte total, que en ocasiones incluye la escritura (la pintura de los letrados) y que entiende el vacío como un elemento dinámico, sin el cual sería inconcebible el concepto de plenitud. No es una noción abstracta, sino el lugar (o el no-lugar) donde se producen las transformaciones, permitiendo la constitución de la identidad y el contraste con la alteridad. El exquisito estudio de Cheng contrasta los escritos teóricos de Shitao con los principios hermenéuticos de la semiología.