Image: Semillas mágicas

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Letras

Semillas mágicas

V. S. Naipaul

25 noviembre, 2004 01:00

V.S. Naipaul, por Gusi Bejer

Traducción de Flora Casas. Areté. Barcelona, 2004. 320 páginas, 19’50 euros

Como cualquier otra edición del premio Nobel -refiriéndonos a la categoría de Literatura-, la del 2001, en la que el galardonado fue V. S. Naipaul, no estuvo exenta de polémica. Su ideología y todo un historial de manifestaciones "políticamente incorrectas" le habían granjeado no pocos adversarios

Sin embargo títulos memorables como A House for Mr. Biswas o A Bend in the River -por citar tan solo dos de la veintena- son auténticas joyas de la literatura inglesa poscolonial y algunos entendieron que por fin se saldaba una deuda con este caribeño contraída en 1992 cuando el premiado fue su vecino Derek Walcott.

Si mi biblioteca está convenientemente actualizada, este Semillas negras es la segunda novela de Naipaul tras la concesión del prestigioso premio; la primera fue Half Life (2001) en la que se nos presentaba al inquieto, indómito, Willie Chandran. Y es precisamente el mismo Willie quien vuelve a protagonizar esta nueva entrega. Si en Half Life intentaba dar sentido a su vida viviendo como un estudiante en Londres y amante esposo en áfrica, ahora lo encontramos en Berlín viviendo con su hermana Sarojini. Observará el lector como en alguna ocasión Willie introduce referencias a su pasado retrotrayéndonos, precisamente, a los años vividos en áfrica: su fracasado matrimonio con la jovencísima Ana de origen portugués, las dificultades que tuvo para integrarse en la comunidad hasta que "áfrica nos rodeó y tuvimos que huir." (45); y también se topará de forma "sorprendente" con un viejo amigo, que resultará fundamental en el desarrollo argumental, sin que exista constancia de él en este título. Se trata fundamentalmente de pequeños detalles que en absoluto dificultan la lectura de Semillas mágicas si anteriormente no se ha leído Half Life. Sospecho además que en esta entrega el uso de los datos autobiográficos es prácticamente inexistente. Lo realmente sustancial vuelve a ser el personaje de Willie en el mismo estado de búsqueda existencial que lo dejamos en la conclusión de Half Life.

Sarojini -la mencionada hermana con la que ahora vive en Berlín- es una radical comunista seguidora de un guerrillero hindú llamado Kandapalli que con el tiempo, según ella, tendrá la importancia histórica de Marx o Lenin. Sarojini convence a Willie para que viaje a la India y luche al lado de Kandapalli pues "las personas tiene que hacer el mundo por sí mismas." (pág. 11) Los "consejos" de su hermana resultan ser una auténtica epifanía para Willie, hasta el punto de sentirse totalmente "transformado en otra persona. No puedo ser el que era antes" (pág. 36) Desde su llegada a la India para luchar al lado del gran "héroe" los despropósitos se suceden uno tras otro: el grupo guerrillero con el que entra en contacto no es el de Kandapalli, sino con una escisión del grupo enfrentada radicalmente al propio Kandapalli. Se encuentra atrapado en un círculo sin salida, rodeado, en el mejor de los casos, de fanáticos y en el peor "de locos de remate... Yo también estoy loco" (pág. 156). Su única escapatoria es entregarse a la policía; la cárcel es mucho mejor que el infierno en que vivía. Y en prisión hubiera pasado un buen número de años si un viejo amigo de Londres, Roger, no hubiera reeditado el olvidado libro de relatos de Willie donde para su sorpresa es descrito como "pionero de la literatura india poscolonial" (197). Figura literaria de tal calibre no puede permanecer en prisión y será liberado si bien es deportado a Inglaterra. Allí Willie conoce un nuevo mundo en el que primero Perdita, la mujer de Roger, y después Marian irán mostrándole otra visión de la existencia; sin duda más placentera, pero exactamente igual de hueca.

Estructuralmente Semillas mágicas puede dividirse en dos relatos claramente diferenciados, el correspondiente a la India y el londinense. En ambos hace gala Naipaul de su más genuino espíritu irónico y satírico logrando ridiculizar a los fanáticos fundamentalistas, independentistas o, lo que según él serían, caducos izquierdistas. La ironía caracteriza tanto los pequeños detalles como los propios fundamentos del argumento. Así por ejemplo Willie además de no unirse a las tropas de Kandapalli, el gran héroe a quien admira, termina -empieza para ser más precisos- luchando contra él; eso sí, cuando Kandapalli muere es necesario un acto terrorista porque eso es lo que la sociedad espera de los terroristas. Llegará un punto en el que Willie confiese "No sé a que causa estoy sirviendo, ni por qué hago lo que hago" (pág. 76), pues comprende que a los revolucionarios no les preocupa lo más mínimo el pueblo al que dicen defender: "Si por mi fuera, los campesinos estarían encerrados en corrales" (pág. 115). En Londres se encontrará con otra versión, si bien más sofisticada, de esa misma vida hipócrita y vacía. Willie tal vez sea un idealista, pero en absoluto un revolucionario; lo que verdaderamente intenta es no malgastar su vida, "En áfrica... empecé a tener la sensación de haber tirado mi vida por la borda" (pág. 125) y eso es precisamente lo que intenta evitar a lo largo y ancho de toda la novela, de Berlín a Londres pasando por las selvas asiáticas.

La novela, en su conjunto, responde al modelo del Bildöngsroman en tanto en cuanto se trata de un proceso hacía la madurez que proporciona el conocimiento (o tal vez al contrario...). No deja de ser éste un caso genuino y singular, pues a sus cuarenta años ya cumplidos Willie está lejos de la adolescencia. Como en las novelas al uso el sexo también ahora tiene un cierto sesgo catártico; su reflexión a propósito de Marian resulta sumamente gráfica: "La conocí en esa época en la que, rondando la mitad de mi vida, como le había pasado a mi padre, empecé a darme cuenta de que los prometedores años de mi juventud, cuando tenía una idea magnífica de mí mismo, se habían echado a perder". Ese desencanto personal desembocará, siguiendo la más pura filosofía naipauliana desde el Señor Biswas, en un desencanto social en el que la desesperanza parece invadirlo todo. El último párrafo nos presenta a un Willie con una nihilista percepción de la vida que en poco se parece a su estado de ánimo en la primera entrega. Ahora Willie ha perdido la esperanza y no queda ninguna Alemania donde refugiarse: "Es un error tener una visión ideal del mundo. Ahí es donde empieza el mal. Ahí es donde todo empieza a deshacerse" (pág. 303).

La incógnita reside en saber si Naipaul seguirá utilizando este carismático personaje en futuras entregas o si por el contrario, el fin de su esperanza se traduce en el fin de su existencia.

Giro didáctico
Keith Gessen, crítico del New York Review of Books, subrayaba hace apenas unos días el giro didáctico que Naipaul ha impreso a su obra en esta nueva entrega. "El gran tema de Naipaul", dice Gessen, "es la humillación". "Sus libros", continúa, "tratan de esa miríada de causas por las que humillamos a los demás: mediante el sexo y la violencia, por supuesto, pero también con los privilegios de clase y casta (que son siempre, en manos de Naipaul, otra forma de violencia y sexo)". De Semillas mágicas afirma que es una novela que "contiene la fuerza y la experiencia acumulada que han convertido a Naipaul en el más esencial novelista en inglés de nuestro tiempo". Un Naipaul que, por cierto, declaraba hace poco que se le acercaba la hora de "dejar de escribir novelas y ponerme a releer a Balzac".

Naipaul hace gala de su más genuino espíritu irónico y satírico logrando ridiculizar a los fanáticos fundamentalistas, independentistas o caducos izaquierdistas. La ironía caracteriza tanto los pequeños detalles como las bases del argumento