George Sand, un escándalo rebelde
Se celebra el bicentenario del nacimiento de la novelista francesa
22 diciembre, 2004 01:00George Sand. Dibujo de Grau Santos
Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de George Sand, la novelista francesa que se rebeló contra su tiempo y lo provocó con su obra y su azarosa vida sentimental, por la que pasaron Chopin o Musset. Junto a un
retrato de L. A. de Villena ofrecemos una carta inédita, recogida en el volumen Lettres retrouvées, aparecido recientemente en Gallimard.
Aurore Dupin (1804-1876) tomó el pseudónimo literario -de resonancias masculinas e inglesas- de George Sand. Frecuentemente vestida de hombre, de una belleza morena y muy latina, se diría que el romántico propósito juvenil de esta mujer era ser una Byron femenina, una dandy (dandy era un término de uso exclusivamente masculino) y alguien, en suma, que quiso -contra los prejuicios de la época, contra la vetustez de las normas- edificar su propia vida. Ser ella. Nada lésbico hay en George Sand; si usó un nombre masculinizante y en su juventud se puso chistera y levita, es porque quiso significar y visualizar que sólo poniéndose en el sitio del hombre -ocupando su puesto- la mujer alcanzaría la culminación de sus derechos y posibilidades, se autorrealizaría. George Sand fue una adelantada, aunque terminó viviendo en el campo y siendo conocida, lejos ya de sus amoríos, como "la bonne dame de Nohant".
Pocos lectores sabrían decir algún título de George Sand, y en España acaso se dijera sólo uno, aunque se trate de un texto bien menor: Un invierno en Mallorca. La descripción de su estancia en la Cartuja de Valldemosa, junto a Chopin, en el invierno de 1842, buscando mejorar la salud de él... Los dos más célebres amores de George Sand fueron el poeta y novelista Alfred de Musset -uno de los clásicos del romanticismo francés- y el compositor polaco, afincado en París, Fréderic Chopin. Ambos habían nacido el mismo año -1810- por lo que eran seis años más jóvenes que ella, cosa infrecuente en la época.
Los amores tempestuosos de George Sand y Alfred de Musset cuentan entre los más célebres de las letras francesas. Culminan en Venecia y en un hotel famoso: el Danieli. Enamorada de otro hombre, ella se lo presenta a él, quien no aceptando el trío, sólo puede caer en la desesperación. Esa trama está en el origen de una de las más conocidas y emblemáticas novelas francesas de la época, La confesión de un hijo del siglo (1836) de Musset. Poco después George Sand daría su versión de los hechos en otra novela propia, Ella y él (1841), pero será la voz de Musset la que perdure, incluso cuando una Sand más madura, y lejos de los hechos, dé otra versión más biográfica en su Historia de mi vida (1854 ).
Muere Chopin, muere Musset (siempre dejados por la mujer que los ha seducido) y George Sand se eleva como personaje fuerte, como mujer que sabe y elige su destino. Después de sus heroínas juveniles y casi al tiempo, también, que su narrativa se acerca más al realismo, Sand inicia otra relación, esta vez con un hombre mayor que ella, que la hará entrar en el camino del socialismo y del interés político por los problemas de los desheredados. Pierre Leroux (1797-1871) fue uno de los fundadores del socialismo francés y al parecer de los primeros en usar el término "socialismo" en su significado actual. Fruto de esta historia de amor (quizá más profunda y mucho menos teatral que las anteriores) brotará la novela El molinero de Angibaut (1845), que inicia el camino de la "novela social", género de larguísima duración, al que se apuntó algún que otro romántico en retirada, como Alphonse de Lamartine. ¿Quién imaginaría a la apasionada y joven Geor-ge Sand, vestida de hombre y castigando como una seductora dominante, escribiendo después un ensayito con este título, Diálogos familiares acerca de la poesía de los proletarios?
Tenemos la inevitable sensación de que los autores del siglo XIX disponían de mucho más tiempo que no-sotros. Hace doscientos años que nació George Sand/Aurore Dupin. Y la pregunta sigue en el tablero de ahora mismo. ¿Una escritora de transición entre el romanticismo y el realismo, atenta ya a los problemas sociales? ¿O la mujer que quiso ser ella por encima de todo, libre y plenamente, aún asolando la carcasa de sus amantes más famosos? Sand quiso ser una escritora y lo fue, pero ha quedado en personaje. Un gran libro de Jacques Barry sobre ella se titula: George Sand o el escándalo de la libertad. Exacto.
1804-1876
1804. Nace en París el 1 de julio con el nombre de Aurore Dupin.
1818. Es confiada a un preceptor y entra como pensionada en el convento de las Agustinas inglesas en París.
1819. Sufre una crisis mística.
1821. Muere su madre. Conoce a François-Casimir Dudevant.
1823. Se casa con Dudevant. Nace su primer hijo, Maurice.
1828. Nace su hija Solange, seguramente de Stéphane Ajasson de Grandsagne, un joven noble de las cercanías.
1830. Conoce a Jules Sandeau, de 19 años, y se convierte en su amante. Junto a él publica Le Commissionnaire y Rose Blanche, firmadas por Jules Sand.
1831. Publica, con el pseudónimo de G. Sand, la novela de amor Indiana.
1833. Conoce a Alfred de Musset. Poco después emprenden un viaje a Italia. Musset enferma gravemente. Dejan Venecia. Ella inicia una relación con el médico italiano Pagello, que había curado a Musset de disentería.
1834. Regresa a Nohant, sola.
1836. Obtiene la separación de su marido. Se va a Suiza en compañía del compositor Franz Liszt y su esposa. Publica Simon y Mauprat.
1838. Comienza su relación con Frédéric Chopin. Viajan juntos a Mallorca. n1848. Funda "La Revue indépendante" y "L’éclaireur de l’Indre", para ensayar el periodismo. Hace causa por la II República.
1850. Comienza su relación con el grabador Alexandre Manceau, un amigo de su hijo que acaba convirtiéndose en su secretario.
1855. Sumida en una crisis de tristeza, decide emprender un nuevo viaje a Italia.
1864. Se instala con su nuevo amante, Alexandre Manceau, en Palaiseau.
1865. Visita a Gustave Flaubert, con quien mantendrá una abundante correspondencia.
1876. Muere el 8 de junio en Nohant. A su funeral asisten Flaubert, Alejandro Dumas hijo y el príncipe Napoleón.
Yo y el teatro
A Gustave Vaëz
Nohant, 24 de mayo de 1853
Gracias por su carta, señor Väez. Conozco muy bien la simpatía que me tiene. Así que me permitiré hablarle como a un amigo. Estoy muy disgustada con el teatro. No con el arte en sí, sino con todo cuanto lo rodea. No soy capaz del esfuerzo material que me haría falta para llegar a algo. Trabajo en mi despacho con mucho cuidado y a conciencia. Más allá de eso, no pretendo que mi espíritu tienda a la materialización del hecho. He tenido grandes contrariedades, grandes disgustos. Me he dado cuenta de que el éxito no merecía tanto esfuerzo y tantas dificultades. ¿Conoce bien todas mis incapacidades de carácter y se encargará de suplirlas? Alphonse Royer, ¿sabe también cuánto hace falta para reemplazarme o excitarme? Yo no soy de esos que quieren ser representados a cualquier precio. Tengo justo el defecto contrario. Yo me desperdicio fácilmente y es necesario que se interesen en mí y en mi obra más de lo que yo misma lo hago. Por tanto, dígame francamente si es capaz de ofrecerme lo que Bocage fue para mí en el
Odéon, lo que Montigny es para mí ahora mismo en el Gymnase. En ninguna parte he encontrado otra cosa que el pesar por haberme dejado arrancar de mi tranquilidad.
Si usted me dice un buen sí, le prometeré una pieza, y yo soy esclava de mi palabra. Es por ello que antes de involucrarme le haré una confesión. Tengo una obra. Me gusta en el fondo, pero la encuentro demasiado larga y complicada. He rehecho los diálogos, pero necesitaría dos semanas de minucioso trabajo y esas dos semanas no me gustaría perderlas. No las sentiría perdidas si tengo la certeza de que usted me lo agradecerá. Eso sí, si la obra no le gusta, queda claro que no tiene por qué aceptarla, y que lo mejor que puede hacer por mí sería decírmelo enseguida.
También le pediría, si desea de verdad que trabaje para usted, que venga a verme durante el mes próximo, con el señor Royer, si a él le parece bien darme ese placer. No puedo resignarme a dejar mis obras andar de mano en mano; pues, al final, son tantas las opiniones diferentes y los consejos contradictorios que no me sirven de nada. Si la obra le gusta, trataremos de ello y se la llevará. Si no, trataríamos de mi regreso al Odéon otro año; aunque después del mes que viene mi tiempo dejará de pertenecerme.
Los actores que cita son excelentes y son los que más me convendrían. Por lo que respecta a las mujeres, aún no lo tengo claro. Es muy difícil llevar a cabo una empresa artística con la preocupación de ocupar convenientemente todos los empleos fijos anticipadamente. Usted, que hace arte, sabe bien de qué le hablo. Adiós pues, espero su respuesta y, cualquiera que esta sea, le guardaré mis mejores sentimientos y le pido que conserve los suyos.
George SAND
Gustave Vaëz era el adjunto a la dirección del teatro Odéon, dirigido entonces por Alphonse Royer. Bocage lo había dirigido entre 1849 y 1950. Sand se refiere a la adaptación de su novela dialogada Gabriel (1840), jamás representada.