Image: Seamus Heaney

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Letras

Seamus Heaney

“En poesía, la mezcla ideal es cosmos y cocina”

30 junio, 2005 02:00

Seamus Heaney. Foto: Archivo

Seamus Heaney (County Derry, Irlanda del Norte, 1939), premio Nobel de Literatura en 1995, representa lo mejor de la poesía contemporánea: una poesía ética que ha sabido encontrar el punto justo entre tradición y modernidad. Estos días aparece en español Campo abierto (Visor) en traducción de Vicente Forés y Jenaro Talens, la más amplia selección aparecida hasta ahora en nuestra lengua. De sus casi cuarenta años de poesía, del nuevo libro que aparecerá el año que viene y de otras cuestiones habló con El Cultural, que anticipa dos poemas del que será su próximo libro.

El año que viene se cumplirán cuarenta años de la aparición de su primer libro, Muerte de un naturalista, cuyo primer poema, "Digging", sigue siendo citado como programa de lo que ha sido su poesía después. Cuarenta años más tarde, ¿qué busca Heaney al escribir un poema?
-Busco lo que todos los poetas, lo que Mandelstam llamó la "palabra persuasiva". Los poemas que prefiero no son aquéllos en los que siento que Seamus Heaney habla, sino aquéllos que hablan en su nombre. Poemas en los que entras de verdad en lo que eres y logras extraer algo de lo que llevas dentro.

-Algo había ya en "Digging".
-Ese poema me descubrió la confidencia y una cierta forma de refugio. Pero después fui muy afortunado al conseguir no sólo refugiarme, sino también desvelar, desenterrar algunas cosas. Por ejemplo, los poemas de Norte que hablan de los cuerpos de cieno encontrados en Jutlandia tienen una extrañeza, algo de ajeno que aún aprecio. A veces pienso en ciertos poemas como en anillos de crecimiento: marcan etapas de tu vida y de tu creación, y eres afortunado si otra gente los ve como marcas valiosas en el lenguaje.

Cuando le concedieron el premio Nobel en 1995 se convirtió en alguien a quien todos querían escuchar. "No me convirtió en un portavoz moral, espero", dice. "Lo que me dio el premio Nobel fue una capacidad de ser imprudente que llevaba tiempo deseando", añade con una sonrisa burlona. La noticia del Nobel le sorprendió en Grecia, "yendo de Argos a Arcadia". Tras darse un baño "como un héroe de Homero" telefoneó a su hijo Christopher, que fue quien le dio la noticia.

-Cuando comenzó a escribir en revistas universitarias utilizaba el pseudónimo "Incertus"... ¿Aún se siente "Incertus"?
-Sí, aún lo soy. No obstante, lo que conviene recordar es que un poeta comienza con la condición de "incertus", pero el propósito de la escritura es alcanzar un momento de certidumbre. Un buen poema vence el flujo de la vida: proporciona lo que Robert Frost llamaba "una momentánea ausencia de confusión". Y esto es cierto incluso aunque el poema sea una expresión de la confusión. La expresión, cuando acierta, es en sí misma un factor mitigador.

-Sus poemas hablan a menudo de la situación en Irlanda del Norte. ¿Cuál debe ser la relación entre poesía y realidad/actualidad?
-La poesía, y en general el arte, es una respuesta ante lo actual. Lo fundamental es el impulso de respuesta: no irás muy lejos sin ese intercambio vivo entre un temperamento y el mundo. Es lo que cons-
tituye la verdadera responsabilidad del artista. La etimología de esa palabra (en inglés) es un indicio. Un artista tiene el don y la necesidad de responder a la realidad. O por decirlo de otro modo, con palabras de un amigo mío: la poesía le da a las cosas una segunda oportunidad. Lo que no quiere decir que le esté permitido escapar de la realidad, sino que debe proporcionar un ángulo de visión novedoso.

La postura de Heaney, que ha intentado ver siempre el conflicto irlandés desde todos los puntos de vista, no ha sido cómoda para él. Los unionistas le han tachado de "conocido propagandista del Papa", los republicanos le han echado en cara que no opte claramente por defender la independencia. "Ojalá volviera a Irlanda Tácito para dar testimonio de cómo nos hemos matado por el bien común", dice. ¿Qué puede hacer la poesía por la paz?
-La misión de la poesía, del arte en general, no es hacer la paz. El arte es paz.

-¿Y puede la poesía contribuir al cambio de la sociedad?
-No creo. Eso es cosa de los gobiernos. Lo que puede hacer la poesía es hablar del sentido de justicia en un sentido individual. Un poema no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar la forma de pensar acerca del mundo de una serie de personas. Si tienes una persona que lee poesía, tienes una autobiografía; veinte personas leyendo poesía son el comienzo de una cultura.

- ¿Y eso ayuda a cambiar situaciones?
-Desde luego. Creo que fue Brodsky quien dijo que quien lee poesía de un modo crítico es menos susceptible de dejarse engañar por la retórica de los políticos.

-¿Es posible una Unión Europea globalizada, que dé la espalda a las particularidades de cada país?
-No. Los euroniños llevan en la mano su billete a Amsterdam, pero sus oídos están sintonizados con el dialecto local.

Conciencia de sí mismo
Ahora que franceses y holandeses se han manifestado contra la constitución europea, Heaney no ve nada malo en eso. "Cada uno", afirma, "está en la tierra para tomar conciencia de sí mismo y expresar lo que piensa de forma individual".

-Es usted, en cierto sentido y al mismo tiempo, el más irlandés de los poetas irlandeses, pero también el que más a las claras muestra una formación clásica y uno de los poetas de la primera generación realmente "internacional", como Milosz o Brodsky, aunque sea el más joven...
-Uno de mis pasajes favoritos del Retrato de un artista adolescente, de Joyce, es cuando el joven Stephen Dedalus escribe su dirección en una hoja de su libro de texto: Stephen Dedalus, Clase de naciones, Colegio del Clongowes Wood, Clane, condado de Kildare, Irlanda, Europa, El Mundo, El Universo. Veo mi propia escritura como la correspondiente expansión de mi dirección...

-¿Y de qué otro modo?
-Puedo verla también como una onda que no deja nunca de expandirse: comencé, como empezamos todos, como una gota en un estanque, pero desde ese momento la onda comienza a expandirse: la conciencia comienza a crecer y crece en círculos concéntricos generados desde el centro. Así que el elemento autobiográfico de los primeros poemas se ensancha hasta llegar a las circunstancias históricas, y después hay una especie de sombra mítica que está en todo eso.

-¿Quiere decir que a pesar de las apariencias no somos sólo uno?
-En efecto, eso quiero decir: puedo verme al mismo tiempo como un niño de una granja de County Derry, como el producto de una educación católica de mediados del siglo XX, como un poeta cuya formación literaria primaria fue la literatura inglesa, pero que encontró un gran muestrario de energías culturales en la lengua y la literatura irlandesas. Puedo recordar a mi padre como era, un comerciante de ganado con un cayado, un sombrero de ala ancha y un par de botas de cuero con cordones -el emblema de su profesión- o puedo verle como Hermes o Mercurio, el dios de los mercados, las ferias y los viajeros, con su sombrero único y sus talones y caduceus. Cuantas más formas tengamos para conocer el mundo y habitarlo, mucho mejor.

-Grabó un disco hermosísimo con el gaitero Liam O’Flynn, titulado The poet and the piper, en el que se alternan poemas leídos y piezas musicales de la tradición irlandesa. ¿Qué importancia le concede aún a la poesía oral?
-En la tierra de la poesía hay aún muchas provincias. Voy a la provincia oral cuando estoy en el escenario con Liam O’Flynn, y voy muy agradecido, gracias a la majestad de su música. Las melodías tradicionales con gaita irlandesa tienen un peso y una dignidad asombrosos, y cuando el público las escucha, sus oídos quedan abiertos y con la mejor disposición para oír poesía, incluso poesía difícil, poesía "de interior".

Heaney tiene algo de juglar. Acaba de llegar de Cracovia, donde ha leído poemas junto a Wislawa Szymborska -"es como una artista de cine de los años 50", dice, mientras imita su elegante forma de fumar- y en unos pocos días volverá a irse de gira junto a Liam O’Flynn, en esta ocasión a las islas Feroe. Metido en músicas, preguntado por si existe actualmente hoy una figura semejante a Bob Dylan o John Lennon, no duda en señalar al polémico rapero Eminem. "Está ese muchacho, que ha creado un cierto sentido de hasta dónde se puede llegar. Ha inyectado voltaje a su generación, no sólo con una actitud subversiva, sino con su energía verbal".

Poesía y globalización
-Hoy en día podemos leer los últimos libros de Szymborska, Walcott, Jacottett, los suyos mismos en multitud de lenguas distintas al poco de ser publicados. ¿Estamos llegando a una suerte de tradición global?
-Los medios de transmisión se han acelerado y la traducción sacia mucho antes nuestra sed de conocimiento de lo que es posible en poesía, pero dudo a la hora de usar la palabra "global", pues es una palabra que pertenece de una forma muy clara al mundo económico, el mundo de los productos y los mercados. La poesía siempre ha sido, en cierto sentido, global. Además creo que siempre ha sido también, de algún modo, local: su primer florecimiento es siempre en una lengua y una cultura concreta, y de ella depende y en ella vive y crece.

-¿Cuál es la mezcla ideal en poesía?
-La que vi en la casa que compartían Mandelstam y Ajmátova: la mezcla de la cocina y el cosmos.

-Ha escrito una Divina comedia en miniatura sobre un viaje por Asturias... ¿Qué son para Seamus Heaney el infierno, el cielo y el purgatorio?
-El infierno es un cuaderno en blanco; el cielo, un puñado de nuevos poemas y el purgatorio, un libro terminado en tres cuartas partes.

El libro en cuestión está casi terminado, lleva por título provisional Planting the odd y se publicará previsiblemente la próxima primavera. Ya ha ido adelantando algunos poemas y revela algunos secretos, como, por ejemplo, que quien en "El bosque de abedules" dice "la condición humana es privada" no es otro que Brodsky, aunque su nombre no se revele en el poema. Tal vez acabe en ese libro el poema que ha prometido escribir sobre un sacapuntas que encontró en su hotel de Oviedo.

-Escribe sobre Goya: "Pintaba con sus puños y codos". ¿Con qué escribe Seamus Heaney?
-Con cualquier cosa que sirva para abrir un sendero en lo que en anglosajón antiguo se llamaba "the word-hoard", la palabra-tesoro. A menudo es la memoria de una sensación física. Cuando la imagen correcta acude a la mente, la energía adecuada parece viajar por el cuerpo hacia la mano que está ansiosa por escribir.

Vivir intensamente
-¿Qué aconseja a un joven poeta?
-Que lea a los poetas que le inviten a vivir más intensamente.

Este verano celebrará en Athenry, en el condado de Galway, el centenario de Padraic Fallon ("el tercero de un triunvirato de talentos en la misma generación, junto a Kavanagh y Clarke"), el poeta que pedía no un monumento más duradero que el bronce, a la manera de los clásicos, sino"un monumento de alas rotas". Padraic Fallon creía que era posible "construir con un lapicero la ciudad de Troya". Un poema ¿es siempre una forma de construir la ciudad perdida, la ciudad ideal?

-Podría decir que un poema es como el espacio que imaginé en uno de los sonetos que escribí tras la muerte de mi madre: un espacio "todo vacío, todo manantial". Estaba pensando en el aire vacío que quedó cuando cortaron cierto árbol junto a la casa en la que nací. Lo habían plantado el mismo año que nací y en un sentido primitivo había asociado mi vida a la suya. Paradójicamente, sin embargo, lo que reunía en el claro espacio real era una plenitud imaginada, y en cierto sentido es eso lo que un poema es: un espacio despejado por el lenguaje, en el lenguaje, donde la vida imaginada palpita aún.


En Iowa
Una vez en Iowa, entre los menonitas,
en una ventisca lacerante, atravesando la tarde
pese al pertinaz aguanieve contra el cristal del coche
y los revoloteos absolutorios del limpiaparabrisas,

entreví, abandonada en el espacio abierto de un campo
en el que los tallos de maíz se marchitaban bajo la nieve,
una máquina segadora. La nieve rebosaba su asiento de hierro,
amontonada en cada radio de las ruedas como una gruesa cima blanca,

y borraba el brillo del aceite en los engranajes de dientes negros.
Poco a poco volví de aquel lugar salvaje
como alguien no bautizado que ha conocido la oscuridad
en la tercera hora y el velo hecho jirones.

Una vez en Iowa. Entre la nieve y la ventisca y el siseo
de aguas no separadas, sino nacientes.


El bosque de abedules
Al fondo del jardín, al alcance del agua del río,
en una esquina murada como una alberca o el horno
de una abadía sin techo o una villa romana de suelo roto
han plantado su bosque de abedules. Hace poco de eso
pero cada mañana ya se ofrecen al sol
como ellos mismos mientras crecían, lo blanco de la corteza
sufrido y fresco como el blanco camisón de satén
que ella dobla y alisa mientras vierte el té
y se sienta en frente de donde él balancea una sandalia
en su pie puntual, tan desnudo como el de un abad.
Ladrillo rojo y pizarra, un ciruelo y un manzano mantienen
su credibilidad, un cd de Bach hace la ronda
del jardín o del prado. Sobre ellos un rastro en el aire
se encoge y ondula como una vara de sauce o la llama de una vela.
"Si algo nos enseña el arte", dice él, triunfando
sobre la vida con una cita, "es que la condición humana es privada".
Seamus HEANEY