Letras

Shalimar, el payaso

Salman Rushdie

27 octubre, 2005 02:00

Salman Rushdie, por Gusi Bejer

Trad.: Miguel Sáenz. Grijalbo Mondadori. Barcelona, 2005. 604 páginas. 22 euros

El terrorismo islámico aparece aquí desvelado a corazón abierto. Salman Rushdie (Bombay, 1947) denuncia asesinatos y explica sus causas en un texto que oscila entre el periodismo y la literatura. El hilo rojo que lo atraviesa, el tema de la venganza, apenas permite matices, sutilezas. La obra narra el hacerse de un fanático jihadista, Shalimar el payaso, cuya meta es vengar el deshonroso adulterio de su esposa. Una feliz infancia en la todavía idílica Cachemira, el matrimonio del musulmán Shalimar con la hindú Boonyi, jóvenes enamorados desde la infancia, fueron empañados al convertirse ella en amante del embajador de EE.UU.

El bosquejo de la anatomía de un terrorista ocupa buena parte de la novela. Se relata con detalle cómo Shalimar, poseído por el rencor, fue entrenado en los campos de terroristas y su conversión al islamismo radical. Una vez adiestrado participará en diversas atrocidades en Cachemira, en la guerra de Afganistán y en Filipinas. Logra al fin su objetivo, que le asignen la misión por la que se hizo terrorista: asesinar al retirado ex-diplomático Max Ophuls. Tendrá lugar en Los ángeles, a la puerta de la casa de su hija, llamada primero India y luego Kashmira. Ella fue el fruto ilegítimo de Boonyi y de Ophuls, el embajador judío-americano en la India (el uso del nombre de un renombrado director de cine alemán desorienta un poco, sin que aporte nada a la novela).

La ficción tiene momentos excelentes, del calibre de la mejor entrega de Rushdie, Hijos de la medianoche (1995), y otros menos logrados, como el comienzo y el final de la obra, donde se cuenta el homicidio de Ophuls, que parecen sacados de una novela de John Grisham. La calidad literaria de Rushdie aparece en los capítulos dedicados a contar el inicio del amor entre Shalimar y Boonyi, quienes nacen justo al romperse la paz en Cachemira, cuando los ejércitos de Pakistán e India se disputan la región. Shalimar y Boonyi pertenecen a grupos étnicos y religiosos diferentes, el musulmán y el hindú. Su infancia y adolescencia transcurrirán sin mayores sobresaltos, disfrutando de una rica tradición cultural donde lo hindú y lo musulmán coexisten sin problemas. Viven con sus respectivas familias, la de ella presidida por el padre, un sabio hindú, y la de él por un destacado actor musulmán.

Viven dedicados a preparar comidas artesanales para banquetes y al teatro. Su repertorio dramático comprende una rica variedad de historias de la mitología hindú. La bella Boonyi llega a ser la estrella del espectáculo, mientras Shalimar figura en la compañía como un destacado equilibrista, capaz de andar por aire. Esta parte de la novela logra momentos de gran belleza en sus toques ligeros, cuando ella habla con su madre muerta o durante la preparación a la entrega de su virginidad al joven, que vienen contrapunteados por episodios de enorme tristeza, cuando Boonyi, seducida por la influencia y riqueza del embajador Ophuls, vive mantenida por el americano. Su cuerpo comienza a marchitarse a causa de la droga y por la gula, mientras Shalimar se hunde en el rencor.

Boonyi tendrá una hija, India-Kashmira, que acaba siéndole arrebatada, y pasando a manos de la mujer legítima de Ophuls. Conocemos a India, joven directora de cine que vive en Los ángeles, al comienzo de la novela, precisamente el día de su veinticuatro cumpleaños. Su padre viene a celebrarlo trayendo un fantástico regalo, un automóvil marca DeLorean. Shalimar, tras veinticuatro años de rencor, elige ese día para vengarse y asesinará al embajador a la puerta de la casa de India. Este comienzo enlaza con el final, unos cuantos años después, cuando Shalimar, que también mató a Boonyi, resulta condenado por el homicidio de Ophuls, y permanece varios años esperando la muerte en la cámara de gas. Consigue escapar, y termina introduciéndose en la casa de India, dispuesto a asesinarla, pero ella especialista en las artes marciales… Observen ustedes como asoma en la novela la sombra de Grisham. Ella le espera con unas gafas militares de visión nocturna, y lo ve entrar en su dormitorio. Piensa defenderse con un arco de la agresión del asesino profesional... Como comprenden, estamos lejos de la novela de amor e incluso de la del rencor, y hemos entrado en la de aventuras y entretenimiento.

Esta narración pertenece también a un subgénero que recobra vigencia en el panorama literario, el tipo de ficciones del nuevo periodismo de los años setenta del pasado siglo, de Tom Wolfe o Gail Sheehy. Quienes utilizaban un reportaje real y le daban un tratamiento narrativo de ficción. Rushdie escribe una parte del libro en forma de reportaje, por ejemplo, el hacerse de un terrorista. El mismo asunto lo podemos leer en un artículo suyo de periódico, o verlo tratado en una película actual, como la excelente Offers, de Dana Nechustan. Así lo novelesco resulta difícil de separar de la real. Por esta razón, cuando Shalimar, el payaso apareció en el mercado, y lo hizo traducida al holandés (11-08-2005) antes que en inglés (04-09-2005), los comentaristas de los Países Bajos la interpretaron como un ataque frontal contra al fundamentalismo islámico, que lo es, en ambas caras del libro, la novelística y la periodística.

Rushdie ha escrito una obra digna de ser leída. Revela bastantes irregularidades, el lado grishamniano, pero hemos de reconocer que en muchos momentos toca temas profundos, que nos interesan, como el del islamismo, a partir del 11-S. O dicho con mayor propiedad, el de la convivencia de culturas. ¿Cómo es posible que del extraordinario legado turco sólo se hable hoy en Europa del componente musulmán, cuando la característica principal de esa tradición es precisamente la mezcla de culturas diversas ya desde la edad media? ¿Qué sucedió en Cachemira para que en pocos años se destruyeran siglos de convivencia? Estas preguntas importantes rebullen en el trasfondo, y tanto Rushdie como Shalimar se hallan en el centro de la controversia. La biografía del escritor indio naturalizado inglés aparece cargada con los problemas del nacionalismo, en parte porque sus abuelos vivían en Cachemira, y a través de su personaje, Shalimar, percibimos la ternura tras la máscara del terror.

Cuantos compramos los Versos satánicos (1988) para consumo propio y además regalamos muchos ejemplares para desafiar modestamente la fatwa que el líder religioso Jomeni puso sobre la cabeza del autor, reencontramos aquí el compromiso con la realidad actual. Este libro permite revivir con el autor una parte de su biografía, la de su experiencia personal con el terrorismo y con Cachemira. Obtiene así la novela el último premio: ser un espejo apropiado de la realidad presente. Quizás el toque comercial de la obra, evidente en la manera de publicarla, en las acciones que ocurren en California, con coches de lujo, gimnasios de escultura corporal, en suma, el evidente gusto del escritor por lo que brilla en el universo del lujo, sea un pequeño precio a pagar.

La lengua de Salman Rushdie a veces resulta algo corrientona, usada, y la coma del título de la traducción española tampoco ayuda nada, porque le roba el carácter de epíteto a la palabra payaso. Shalimar no es un payaso. Su nombre es Shalimar el payaso.

La furia y la fatwa
Rushdie nació en Bombay (1947) en el seno de una familia musulmana que al poco de su nacimiento se trasladó a Pakistán. A los 8 años escribió su primera narración, Un cuento muy largo. Después de estudiar Historia en Cambridge regresó a Pakistán. Sus problemas con la censura iraní -le vetaron un guión y un artículo- le llevaron de vuelta a Londres, donde trabajó como actor de teatro en compañías experimentales y como empleado en una agencia de publicidad. Rushdie califica de desastre su primera novela, Grimus, escrita en 1975. El éxito le llegó con Hijos de medianoche y Vergöenza, sus siguientes trabajos. Y con el éxito la polémica: en 1998 la publicación de Los versos satánicos le valió una fatwa (decreto religioso) aprobada por Jomeini que le condenaba a muerte. El ayatolá ofreció tres millones de dólares por eliminar al escritor. Después de vivir durante años en el anonimato -además dos traductores de Los versos fueron asesinados- y recibir el apoyo y mediación de gobiernos y artistas, Mohamed Jatamí anunció en 1998 el fin de la persecución. En 1999 el Cuerpo Paramilitar de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán reafirmó que la fatwa era irrevocable. Furia, su penúltima obra, salió a la venta el 11 de septiembre de 2001.