Letras

¿Adónde va China?

Jean-Luc Domenach

2 marzo, 2006 01:00

Trad. J.M. González. Paidós, 2006. 327 p. 20 e. Chen Jian: La china de Mao y.... Trad. T.Fernández y B. Eguibar. Paidós, 2006. 461 p, 28 e. Manel Ollé. Made in China. Destino, 2005. 351, 24 e. Ted C.Fishman: China S.A. T

Percibida como la gran potencia del futuro, como un mercado lleno de oportunidades, como una amenaza para nuestro empleo industrial, o las tres cosas a la vez, China despierta interés. Varios libros que acaban de publicarse en España dan a conocer su pasado más reciente y reflexionan sobre su porvenir.

Durante los dos últimos milenios China ha sido a menudo el Estado más poblado, el mayor productor agrícola e industrial y uno de los grandes centros de innovación tecnológica de este planeta. Sin embargo, dado que su interacción con las otras grandes regiones del mundo era muy limitada, su influencia apenas se hizo notar más allá de los países de su entorno. Cuando el mundo se unificó fue en la época de la expansión europea y, durante un par de siglos, China fue un país atrasado en comparación con las potencias occidentales. Así es que su escalada a las posiciones de cabeza en el siglo XXI constituye, en definitiva, un retorno a la pauta histórica normal.

La época del sometimiento a las potencias extranjeras, que se prolongó desde las guerras del opio hasta la revolución comunista, permanece en el recuerdo de los chinos como una humillación. De ahí que uno de los principales objetivos de la República Popular, a partir de su fundación en 1949, fuera el de poner fin a esa etapa de declive y dar a China una posición central en el mundo. Esto se analiza en el que, a mi juicio, es el mejor de los libros que comentamos: La China de Mao y la guerra fría. Su autor, Chen Jian, profesor de la Universidad de Virginia, estudia el tema a la luz de la nueva documentación disponible y presta especial atención a tres cuestiones clave. La primera es que China, a pesar de su atraso económico y de un arraigado etnocentrismo que dificultaba su acción exterior, fue uno de los grandes actores de la guerra fría y contribuyó a que Asia oriental fuera el principal escenario de confrontación entre los dos bloques. La segunda es que la ideología revolucionaria, a menudo entendida por los analistas de política internacional como poco más que una máscara de los intereses nacionales, jugó un papel esencial también en este campo, especialmente en la ruptura entre China y la Unión Soviética. Y la tercera es que, para Mao, la persecución de una política exterior revolucionaria representó un instrumento de cara a su objetivo principal: la movilización de las masas en apoyo de su revolución permanente. Según Chen Jian, el legado de los años de la guerra fría, y también de los años del predominio extranjero en China, es una arraigada desconfianza hacia los designios del "imperialismo occidental", que debe ser tenida en cuenta si se pretende que China se integre plenamente en la comunidad internacional.

Jean-Luc Domenach, gran especialista francés en temas chinos, se plantea en ¿Adónde va China? algunas cuestiones esenciales para el futuro de ese país, que tan importante va a ser en el siglo que comienza. No trata sin embargo de ejercer de adivino, sino que subraya la dificultad de prever la orientación que tomará China, debido entre otras cosas a que en ese país no sólo no existe un consenso acerca de las líneas maestras que se deben seguir de cara al futuro, sino que apenas hay un debate público sobre el tema. Con todo, un dato fundamental está claro: la línea reformista emprendida por Deng Xiaoping hace más de veinte años resulta ya irreversible, a no ser que se produzca un cataclismo económico o bélico. Y esa política reformista ha sacado ya a China del atraso y la ha integrado de lleno en el mercado mundial.

Deng Xiaoping es el gran protagonista de ¿Adónde va China?, aunque el libro se centra en el mandato de su sucesor Jiang Zemin, quien rigió los destinos del país entre 1989 y 2002, fecha en la que cedió el poder a Hu Jintao, siguiendo las indicaciones que en su día había dado el propio Deng. Veterano de los tiempos heroicos del Partido Comunista y víctima de la Revolución Cultural, firme en sus convicciones, lúcido en sus apreciaciones y hábil en sus maniobras, Deng disponía del prestigio y de la capacidad necesaria para encauzar a China por una nueva senda tras la desaparición de Mao. En sustancia su apuesta fue combinar la reforma económica, que potenció la iniciativa privada y la apertura al mercado mundial, con el mantenimiento del monopolio político del Partido Comunista. Esa solución paradójica, que convirtió a la élite comunista en gestora de la vuelta al capitalismo, se vio facilitada, según Domenach, por los excesos utópicos del maoísmo, que durante la Revolución Cultural se volvió contra los propios cuadros del partido, convenciéndoles así de que la utopía no era la solución. Deng les llevó a optar por el pragmatismo, es decir por las reformas que conducirían al desarrollo económico. Un sector de la sociedad china quiso que hubiera también una apertura política y, al igual que en la Europa del Este, el año 1989 fue el de las manifestaciones por la libertad. La respuesta del régimen, brutalmente represiva, se tradujo en la matanza de Tiananmen. Ello no condujo sin embargo al abandono de las reformas económicas, sino a su acentuación, y el progreso económico llevó a que la población aceptara tácitamente la renuncia a la libertad.

Así es que la fórmula de Deng puede resumirse, según Domenach, en un doble compromiso, que ofrece a la población un aumento del nivel de vida a cambio de su obediencia, y al partido nuevos privilegios a cambio de su aceptación de unos cambios económicos y sociales contrarios a su ideología. Un desarrollo económico espectacular ha hecho que ese compromiso haya seguido funcionando, al coste de una extendida corrupción y de una reducción de los horizontes de la mayoría de la población a sus propios intereses particulares, al margen de toda ilusión colectiva que no sea el sentimiento nacionalista, estimulado y controlado a la vez por el régimen. El futuro a largo plazo es incierto, pero los chinos tienen motivos para sentirse satisfechos y lo mostrarán sin duda al mundo en los Juegos Olímpicos de Pekín del año 2008.

El periodista norteamericano Ted Fishman se centra en los aspectos económicos en China S.A.: cómo la nueva potencia industrial desafía al mundo, un libro menos interesante que los anteriores, en el que ocupa un lugar relevante el lamento por la pérdida de empleos industriales en América debido a la competencia china.

Por último hay que felicitarse de que los estudios chinos comiencen a abrirse paso en las universidades españolas. Manel Ollé, profesor de la Universidad Pompeu Fabra, ofrece en Made in China: el despertar social, político y cultural de la China contemporánea un recorrido por diversos aspectos de la transformación que está experimentando el gigante asiático, incluidos los literarios y cinematográficos. En resumen, los editores españoles nos están ofreciendo una muy buena temporada de libros sobre uno de los países más interesantes del mundo actual.


El virus del SARS y la matanza de Tiananmen
Manel Ollé cuenta en su libro un caso que resulta muy esclarecedor de los límites de la libertad de expresión y de los peligros que ello implica. Se trata de la triste historia del doctor Jiang Yanyong, héroe por un día y represaliado al día siguiente. En la primavera del 2003 este prestigioso cirujano y veterano comunista fue quien se atrevió a dar la voz de alarma sobre la gravedad que estaba adquiriendo la epidemia de SARS, cuyo impacto estaba siendo silenciado por las autoridades. Los peligros del secretismo frente a un problema de salud pública son evidentes y resulta un buen síntoma que su denuncia condujera a la destitución del ministro de Sanidad y del alcalde de Pekín, responsables de haber ocultado la información.

Animado quizá por este éxito, que le había valido incluso algún tímido elogio del diario oficial del partido, el doctor Jiang escribió en febrero de 2004 una carta abierta en la que pedía la rehabilitación de los estudiantes tiroteados por el ejército en la plaza de Tiananmen en la noche del 3 de junio de 1989, a algunos de los cuales él mismo había atendido en el servicio de urgencias de un hospital. Con ello transgredió uno de los grandes tabúes de la China de hoy: el silencio sobre lo ocurrido aquella trágica noche. A principios de junio fue detenido y pasó cerca de dos meses sometido a un "proceso de reeducación".