Letras

La catedral del mar

Ildefonso Falcones

23 marzo, 2006 01:00

Ildefonso Falcones. Foto: A.S.B.

Grijalbo. 669 págs., 19’90 e.

La historia de cómo este libro ha generado enorme expectación entre editores, libreros y lectores y de cómo se ha vendido a editores de todo el mundo antes, incluso, de que llegara a nuestras librerías, merecería ser estudiado a fondo.

Tal vez el lector ducho, enemigo del escaso vuelo literario y del fuego de artificio argumental que suelen ser los best-seller, se acerque (o más bien se aleje) con prejuicios a esta novela, que sus editores se han empeñado en presentar como "Los pilares de la tierra a la española". Sin embargo, no creo equivocarme al afirmar que en La catedral del mar cabe todo tipo de lector, y extraño va a ser aquél al que no le atrape esta historia, que el autor ha sabido contar con una destreza poco habitual incluso en autores experimentados.

La catedral del mar cuenta la vida de un siervo de la tierra, Arnau, en la Barcelona efervescente y políticamente destacada del siglo XIV durante la construcción de la iglesia de Santa María del Mar, de modo que la vida del protagonista discurre en paralelo e íntimamente vinculada a la del templo gótico, cuya construcción vemos avanzar con deleite a lo largo de estas páginas, hasta asistir a su inauguración. El verdadero protagonista, sin embargo, no es el templo, sino Arnau, a quien hemos visto nacer, después de conocer la lucha de su padre por hacerle libre en la ciudad, y ascender en la escala social empezando por lo más bajo para llegar a ocupar puestos de relevancia. La vida de Arnau sirve al autor como pretexto para contar algunos episodios históricos tan interesantes como bien documentados: la epidemia de peste que asoló la ciudad, las guerras sucesivas, la abolición de los derechos primitivos o las crisis comerciales. Todo ello aliñado con su gran conocimiento de historia del derecho -el autor es abogado de profesión- y de las condiciones de vida de una sociedad feudal que da sus últimos coletazos.

ésta no es, ni mucho menos, una novela perfecta. Tampoco es alta literatura. Sin embargo, ya querrían muchas de las que se publican todos los años en España estar contadas con la habilidad que demuestra su autor para captar al lector. De vez en cuando hay ciertas muestras de ingenuidad: se cargan en exceso las tintas en algunas escenas, se acentúan demasiado ciertos énfasis o no se resiste el autor a demostrarnos sus vastos conocimientos en cuestiones jurídicas, que en ocasiones llegan a resultar algo cargantes. En otras, sin embargo, constituyen uno de los mayores alicientes de la historia junto con su lograda recreación histórica. En cuanto al estilo, sorprende su pulcritud, su extrema corrección. No hay un estilo elaborado, ni barroco, ni siquiera personal.

En suma, La catedral del mar va a despertar pasiones entre lectores de todo tipo, y con toda justicia. Ojalá todos los best-seller fueran como éste.