Exposiciones

Arnao de Bruselas y el credo manierista

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

23 marzo, 2006 01:00

Cristo depositado en el sepulcro

Com.: F. Fernández Pardo. Alcalá, 13. Madrid. Hasta el 2 de abril

Uno de los hitos del arte en la Ruta Jacobea es el retablo mayor de la Iglesia de Santa María de Palacio en Logroño, obra de Arnao de Bruselas (1515-1564), llegado a España hacia 1536 e integrado en el taller que el escultor valenciano Damián Forment tenía en Zaragoza, de donde Arnao pasó a residir en Logroño, ejerciendo en toda la Rioja un destacado monopolio sobre el arte de los retablos. Desmontada esta obra monumental para su restauración, se presenta en la Academia de San Fernando una selección de sus principales escenas, en exposición producida por la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, y por la Fundación Santander Central Hispano, con comisariado de Francisco Fernández Pardo, de quien se incluye en el catálogo un estudio importante sobre aquel esplendoroso escultor del manierismo expresivo.

Si en el siglo XV la ruta de la lana entre Castilla y Países Bajos fue para España una vía de importación de -entre otras artes- gran número de retablos portátiles, primorosamente tallados, dorados, policromados y a veces combinados con pinturas, realizados en Bruselas y Amberes, poco más adelante serían los propios artistas de Flandes, Brabante y Holanda los que vendrían a España para realizar in situ los grandiosos retablos de los nuevos templos erigidos en nuestro siglo de oro, cuando los españoles aún declaraban "tener por desprecio y galanía" el dedicarse a actividades artísticas. Sobre aquellos obradores de emigrantes se configurarían nuestras escuelas de carácter regional.

Cuando Arnao se formó en Bruselas, el estilo goticista o flamenco iba a la baja, y se enseñaban los nuevos modos del arte renaciente promovido desde Italia, unas maneras que, inspiradas en la Roma clásica, originaron el manierismo italo-flamenco, estilo que, alejándose de la sencillez, claridad y rotundidad del Renacimento, vinculó el arte al sentimiento, al drama y a la libertad de expresión. Este manierismo se extendió fácilmente en España apoyado por el espíritu de la Contrarreforma, y el lenguaje de Arnao sirve aún de paradigma de la escultura de aquel estilo. Así lo muestra la estatuaria del retablo de Santa María de Palacio, con sus figuraciones miguelangescas dominadas por el escorzo, la serpentina y la helicoide, con su expresividad en los rostros de cejas arqueadas y de anhelantes bocas entreabiertas, con su maestría en el dominio anatómico y en el plegado de los paños a los cuerpos -cuando no forman fastuosas aureolas de vuelos envolventes-, con su cuasi-barroquismo de torsiones y rotaciones corporales, con su elegancia en el contraponto (pierna adelantada, cabeza ladeada, torsión de hombros), con sus juegos para acentuar la perspectiva (fondos de arquitectura, cortinaje y paisaje), con su habilidad en apiñar -superpuestas- figuras y cabezas… Una lección varia, rica e inolvidable, en que la seducción del oficio apoya la belleza estética de una majestuosa iconografía sacra, por la que cruzan destellos mitológicos y un pulso de armonía que nunca se pierde.