Letras

Mario Vargas Llosa. Obras Completas

23 marzo, 2006 01:00

Mario Vargas Llosa. Dibujo de Gusi Bejer

Círculo/Galaxia Gutenberg, 2006. Edición del autor. Al cuidado de Antoni Munné. Vol. I:

Este proyecto de la Obra Completa del escritor peruano, que cumple sus 70 años de edad, ha culminado ya el tercer volumen, de los diez proyectados, que no incluirán sus numerosas e interesantes entrevistas o el epistolario; aunque nos ofrecen la imagen de un escritor que ha desarrollado su extensa obra en una considerable variedad de registros.

También y es lo más relevante, la de una de las voces narrativas más originales -no sólo del mundo hispánico-, de mayor ambición y más representativas de la segunda mitad del pasado siglo e inicios del presente, cultivador de diversos géneros: del cuento al teatro, pasando por la autobiografía; el ensayo; el artículo periodístico y, en particular, la novela. Los volúmenes han sido distribuidos según criterio del propio autor, quien añade en el primero un prólogo original (páginas 9-23), fechado en Lima, en febrero de 2004.

El narrador ha sido siempre un excelente intérprete de su propia obra que ha sustentado sobre bases teóricas que, en sus orígenes, se enraizan en el existencialismo francés, y pretenden describir el gran friso de la compleja sociedad hispanoamericana (especialmente peruana, aunque no desdeñe adentrarse en Brasil o en la República Dominicana) o trazará las líneas maestras de anteriores y posteriores etapas. Desde sus primeros cuentos hasta su última gran novela, La fiesta del chivo (2000), con la que inaugurará el nuevo milenio, ha mostrado siempre su versatilidad y un proceso de maduración que ha de interesar a diversos sectores de público, a varias generaciones, gentes de otros continentes, lenguas y mentalidades.

Su misma evolución ideológica resulta paradigmática. Su inicial adhesión a la utopía revolucionaria irá decantándose hacia el conservadurismo, fruto del desengaño político y de su propia experiencia. Rompió con el entusiasmo castrista ya en el tan mencionado "caso Padilla", que le alejaría incluso de algunos escritores y amigos de su promoción. Su pensamiento le condujo de Marx, Lenin y Che Guevara a Karl Popper y a su liberalismo radical que afecta a todos los órdenes de la vida. Pero todo ello, según podemos observar ya entre los años 1969 y 1981, no le desviará de sus objetivos esenciales: MVLl, aunque se dirija a un público hispanoamericano (no sólo peruano) bucea en la naturaleza del hombre, se realiza en la universalidad. Nunca baja la guardia en lo que atañe a la estructura de la obra, ya sea ésta una pieza teatral, un ensayo literario o una novela de gran envergadura. Sabe a la perfección que la materia con la que trabaja es la palabra (no en vano es también filólogo) y se manifiesta capaz de modular lenguajes: el coloquial y juvenil de Los cachorros no equivale al de Conversación en la Catedral. No abandonará su crítica a la naturaleza humana y a la imperfecta sociedad que ha creado. Si alguno de los personajes de sus últimas novelas nacieron ya en sus primeros relatos, observaremos cómo reaparecen en textos más recientes, ya que su autor se resiste a abandonarles.

Sin embargo, cada una de las novelas, de las narraciones, de las empresas literarias de MVLl tienen vida propia. De hecho, sus primeros éxitos literarios los consigue en España: su primer libro de relatos, Los jefes, con el que inicia el primer volumen, logra el premio Leopoldo Alas en 1959. Pero con La ciudad y los perros (1963), premio Biblioteca Breve en el 62 y Formentor en 1963, consideran algunos críticos que comienza el mal llamado "boom".

La primera edición de esta novela llevaba un prólogo en papel salmón de José María Valverde, miembro del jurado, con el que se pretendió sortear la censura, más benévola por tratarse de un autor no español y de un colegio militar peruano. Pero el éxito de esta primera producción le llevaría a esforzarse aún más, desde la estructura al lenguaje, en La casa verde (1965) con la que obtuvo el premio Rómulo Gallegos, una experiencia transgresora y radical, en busca de "la novela total". Al final del primer volumen sitúa el autor Historia secreta de una novela, conferencia pronunciada en Washington y en inglés, el 11 de diciembre de 1968, aunque publicada en 1971. Pese a su juventud y a su formación inicialmente francesa, el prestigio de Vargas Llosa había superado con creces la barrera de la lengua. No debe olvidarse el lector de estas páginas que pueden ofrecerle algunas claves. Si su primera novela se planteaba desde fundamentos sartreanos, ya en Los cachorros, no fechado aquí, aunque de 1967, confesará, que "aquella fe en los poderes sociales y políticos de la literatura se habían entibiado considerablemente". Su mundo literario se había diversificado, aunque admite que en La casa verde estuvo a punto de que "la forma" literaria se convirtiera en "tema" o "contenido".

El segundo volumen se inicia con la magna Conversación en la Catedral (1969), que como observa acertadamente José Miguel Oviedo "cierra el primer período de su obra creadora". Para muchos, ésta constituye la gran novela de la primera parte de su extensa novelística. Tal vez resulte menos ambiciosa formalmente que la anterior, porque pretende reflejar narrativamente la dictadura, "ese clima de cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral del Perú del ochenio/.../ La empecé a escribir, diez años después de padecerlos en París, mientras leía a Tolstoi, Balzac, Flaubert...", pero su complejidad reside en el amplio abanico de personajes y en la finura del análisis psicológico. Aquellas lecturas resultarán fundamentales y no sólo para la confección de esta novela. La confesión del escritor está fechada en Londres, en 1998. Salvo en ¿Quién mató a Palomino Molero?, que clausura el tercer volumen, cada obra viene precedida de una breve nota explicativa en la que nos desvela en pocas líneas sus pretensiones y significado.

El segundo volumen incluye, asimismo, Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977). En la primera, ensaya el humor, mal entendido con tanta frecuencia en la narrativa en castellano, y en la segunda, según Oviedo, la "autorreferencialidad", por no llamarla autobiografía, no exenta del distanciamiento irónico que se produce al novelar sus propias circunstancias vitales. En parte de su producción anterior ya pudo advertirse que MVLl utiliza, como no puede ser de otro modo, experiencias propias y también, pese al uso del melodrama, rasgos de humor que le servirán de contrapunto. El escándalo que produjo su primera novela en los ámbitos militares y políticos en el Perú se repetiría ahora en los familiares y amistosos limeños. Su tema fundamental, sin embargo, es la pasión por la narración. "Inventar y contar historias es tan antiguo como hablar", asegura en el prólogo a estas obras completas. E imagina a los primeros hombres en las cavernas inventando sus historias, tal vez sobre la caza. La versatilidad del autor, sin embargo, ya ha sido suficientemente comprobada a estas alturas.

El tercer volumen se inicia con la pieza teatral La señorita de Tacna (1981). Sabemos ya del interés por la escena de Vargas Llosa, capaz, incluso, de actuar como actor-narrador de historias en los escenarios, según hemos podido comprobar en los últimos meses. Pero, a continuación, figura otra de sus obras maestras; tal vez la más compleja desde una perspectiva psicológica y moral, ambiciosa, toltoiana, resultado de un nonato guión cinematográfico. Tardó tres años en escribirla (1977-1980), inspirada en el relato Os Sertoes, del brasileño Euclides da Cunha, La guerra del fin del mundo (1981). Seguirá a ésta Historia de Mayta (1984), donde trata de analizar, desde el desengaño, una falsa hipótesis política latinoamericana según la cual "la libertad y la justicia se alcanzarían a tiros de fusil". Pese a su esencialidad política, MVLl la entiende como su obra más literaria. Le sigue una pieza teatral, La Chunga (1986), llena de ambigöedades de todo signo, especialmente sexuales.

Porque el sexo constituirá otro de los ejes transversales de su producción. Y el volumen se cierra con ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), construida con la meticulosidad de un relojero; en parte policíaca, donde el crimen figura como resultado de la aplicación de una lógica propia de otro Sherlock Holmes y que Efraín Cristal relaciona con el hecho de que MVLl presidiera una comisión investigadora del asesinato de ocho periodistas por los comuneros de Uchuraccay que los confundieron con guerrilleros de Sendero Luminoso.

He aquí, pues, en estos tres volúmenes iniciales, la prueba material de que estamos gozando de una excelente literatura, de una personal recreación de mundos, de cuestionamientos morales y literarios; frutos todos ellos de un escritor vocacional, observador realista del hombre y su naturaleza, de su tiempo, con el propósito de verbalizarlo desde una perspectiva estética, crítica y radical, mezcla de tragedia y humor; heroísmo, flaqueza e indignidad: el fluir de la vida.