Luis Mateo Díez

Luis Mateo Díez abandona esos paisajes rurales y mágicos tan queridos para abordar en La piedra en el corazón (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg) un drama de plena actualidad: el Madrid herido del 11 de marzo, una familia con una niña seriamente enferma, la soledad y abandono de un padre abrumado por la desgracia...

I NOTAS DE LA NOCHE

1

Cuando Liceo llegó a casa la noche de aquel once de marzo, tenía varias llamadas de Nima en el contestador del teléfono, pero ella no respondió a las suyas, su teléfono sonaba sin que nadie lo cogiera.
Soy tu hija, quiero verte, repetía escuetamente.
Todas las preocupaciones de Liceo confluían en la desolación de la jornada, todavía el estupor no abría otra alternativa al peso de lo que continuaba pareciendo un suceso irreal que hundía la propia realidad urbana, como si en el silencio atónito de las gentes se intensificara la soledad de su indefensión y el dolor de las desapariciones, entre las noticias que modificaban gravemente los datos del atentado.

2

Dejó el portafolio, se quitó la corbata, refrescó la cara y todavía en la imagen del espejo, la nariz más afilada y la oscuridad de la barba que adelgazaba el rostro como si en el crecimiento se lo contrajera, observó lo que en su mirada socavaba la angustia: la arandela de los ojos cansados y el contraste del brillo diminuto de una lágrima que no había brotado, una esquirla de cristal en el iris.

3

No tengo la facilidad del llanto, jamás lloré por nada, habiendo tenido como he tenido razones y ocasiones más que suficientes para haberlo hecho a lo largo de mi vida, escribió muchas horas después en uno de los folios que guardaba en la mesita, al lado de la cama, y donde con alguna frecuencia hacía sus anotaciones antes de apagar la luz e intentar conciliar un sueño que normalmente se le resistía.
Y, sin embargo, esta media mañana, siguió escribiendo, cuando Mario abrió la puerta del despacho y me dijo: la cuñada de mi hermano no llegó al Instituto, está confirmado, no hay noticias de ella, el móvil no comunica, la conmoción que me impedía casi levantarme cedió a lo que parecía una lágrima que iba a enquistarse, como si una esquirla de cristal me hubiese saltado a los ojos porque algo se hubiese roto.